Orizaba, Ver.- La pandemia detonó “el incremento de pobreza, desempleo, subempleo, la migración forzosa, el robo, el trabajo informal, el infantil, el tráfico y la trata de personas”, pero además abona a que se agrave la falta de alimentos, el hambre y la muerte prematura de los más vulnerables como son los más pobres, los niños, los ancianos y los enfermos.
Joel Ocampo Gorostieta, responsable de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, hizo una reflexión al conmemorarse el Día del Trabajo sobre las condiciones en las que se encuentran los empleados del país, sobre todo tras la crisis de salud por el covid-19 y otros factores que influyen en la crisis.
“La realidad que vivimos es compleja y delicada. Las grandes transformaciones que se están dando en todos los ámbitos de la vida nos plantean nuevos retos y desafíos. Por difícil que nos parezca la realidad de esta nueva época, es necesario que nos acerquemos a ella y nos dejemos interpelar por ella, ya que ahí se encuentran las alegrías y las tristezas más profundas de nuestros pueblos, sus dolores, sus luchas y sus esperanzas más profundas”.
Después de dos años de pandemia “que marcaron definitivamente nuestras vidas con dolor, sufrimiento y muerte en nuestras familias y comunidades, así como una economía muy vulnerable, ocasionada por la falta de trabajo y el cierre de muchas pequeñas y medianas empresas, nos encontramos ante una situación todavía más dolorosa, ocasionada por la inseguridad, la violencia y el crimen organizado, que obliga a trabajadores, campesinos, ganaderos, empresarios y comerciantes a pagar cuotas exageradamente altas, ante la indiferencia y abandono de los gobiernos y fuerzas de seguridad”.
La pandemia y la situación de inseguridad y violencia “han provocado un aumento de pobreza, desempleo, subempleo, la migración forzosa, el robo, el informal, el infantil, el tráfico y la trata de personas, la falta de alimentos, el hambre y la muerte prematura de los más vulnerables como son los más pobres, los niños, los ancianos y los enfermos”, señaló.
En el número 162 de la encíclica “Fratelli Tutti”, “el Papa Francisco afirma que no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”, por eso el gran objetivo debería ser siempre permitir a los pobres una vida honrada a través de éste, pues el trabajo es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino para una existencia digna”.
Con frecuencia se piensa que la mejor ayuda para un pobre es darle dinero, sin embargo, esa es una solución provisoria para resolver urgencias, precisa, por eso, “el gran objetivo”, sostiene el Papa Francisco en su carta encíclica, “debería ser siempre permitirle una vida digna a través del trabajo. En una sociedad realmente desarrollada es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no solo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”.
El Papa Francisco, agrega, “dirigiéndose a la Organización Internacional del Trabajo y a las autoridades competentes, el 17 de junio de 2021, pide soluciones para salir de la actual crisis laboral, buscando el bien común, dando prioridad a los trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo laboral y que todavía se ven afectados por la pandemia del covid-19”.
Por eso, explica, “se invita a hacer frente a este panorama global con la búsqueda de soluciones que ayuden a construir un nuevo futuro laboral, fundado en condiciones decentes y dignas que provenga de una negociación colectiva, y que promuevan el bien común, para lograr que el trabajo sea verdadera y esencialmente humano”.
Hoy, se pide a los dirigentes políticos y gobernantes “que vivan la caridad política para que nadie tenga que padecer la miseria. Por otra parte, alienta a los empresarios a que no olviden su verdadera vocación: producir riqueza y mejorar el mundo para todos. El Papa ha pedido que se dé prioridad a los ciudadanos que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo: los poco cualificados, los jornaleros, los del sector informal, los migrantes y refugiados, los que hacen lo que se suele denominar el trabajo de las tres dimensiones peligroso, sucio y degradante”.
