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Sofismas, la añeja estrategia

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David R. Islas Bravo Mote

Una mentira recurrente es que los medios de comunicación informan a las sociedades. En la práctica, la mayoría, generalmente los más influyentes y poderosos, responden a intereses propios y al mejor postor. Por ejemplo, se comprobó a través de investigaciones y juicios oficiales sobre la interferencia de la empresa consultora Cambridge Analytica en la votación del Brexit del Reino Unido para separarse de la Unión Europea, así como en las elecciones de Estados Unidos de 2016, en favor de Donald Trump. En contraste, frente a la propagación del rumor respecto a que el gobierno ruso interfirió en esas mismas elecciones, los respectivos informes y resultados de investigación carecieron de evidencia acusatoria, sin ser abordado por la mayoría de medios alrededor del mundo. La práctica recurrente en la manipulación, es posicionar rumores y omitir hechos.

Es común en la política que la avaricia del poder se imponga a toda costa. Grupos de interés instaurados en las instituciones y desde las hegemonías económica y religiosa, diseñan y orquestan campañas que engañan a mayorías, denostando cualquier expresión ideológica de izquierda o de movimientos progresistas surgidos desde luchas sociales, legítimas en todo el mundo. Los poderes fácticos junto a los medios más influyentes, de la mano de la delincuencia política, coinciden en beneficios e intereses, por lo que se mueven con una agenda común. Invierten en repetir propaganda que posiciona sin eviencia ni comprobación, falsos axiomas que se reciclan una y otra vez. Solo hay que observar a los grandes medios sobre temas y afanes reiterados, más allá de fronteras.

Lamentablemente sobran quienes creen y replican la propaganda contra gobiernos populares, como se viene perpetrando en diversos países del Tercer Mundo durante los últimos 70 años, desacreditando proyectos políticos que apuestan por el bienestar de las mayorías y que limitan los privilegios de minorías avariciosas y corruptas. La ambición política, necesitada de manipulación y sometimiento para mantener beneficios, es el principal rasgo que tarde o temprano expone los más bajos instintos del poder, retratado en campañas cargadas de violencia simbólica, que a menudo derivan también en violencia física.

Lo anterior no está desconectado de una estrategia global para instrumentar campañas basadas en el desprestigio contra proyectos que representen independencia política y económica respecto a los intereses globales. En tal caso, la rusofobia resulta el soporte mediático por añadidura, para forzar la vigencia del viejo coco del “comunismo”, que supuestamente acecha a países con gobiernos progresistas, como “amenaza” actualmente al nuestro.

La profunda manipulación y la amplia desinformación instituidas por décadas en México, facilitan el efecto de las calumnias contra gobiernos que actualmente están restituyendo las funciones y obligaciones institucionales en lo nacional, estatal y municipal, democratizando la vida pública y combatiendo los abusos normalizados del poder. Pero el morbo, la mentira, el insulto y la trasgresión, resulta lo más atractivo en medios y redes, distorsionando la discusión y alejando a la población de las corresponsabilidades políticas y sociales. Por ejemplo, el racismo y el clasismo de manera explícita e implícita en medios y redes, incide y coincide en discursos de grupos reaccionarios como FRENA, que contradictoriamente utiliza consignas de luchas populares, desconociendo su origen.

A numerosas figuras políticas del pasado reciente les es inaceptable e intolerable la sola posibilidad de que un gobierno opere bajo principios legítimos de servicio público y legalidad, porque tal concesión conlleva el propio descrédito. Del mismo modo, gran parte del periodismo que en el pasado reciente gozaba de privilegios emanados de las mieles de la corrupción, no concederá virtudes a los nuevos gobiernos ni a su proceso de lucha para encabezar de manera honesta, los destinos institucionales del país, como tampoco dará crédito a una legítima defensa en medios, respecto a la restitución de la legalidad institucional sin canonjías de por medio. Menos se reconoce desde los intereses mediáticos, a la ciudadanía volcada en generar información y confrontar campañas de denostación. Y aunque la propia sociedad está rechazando de manera gradual tal manipulación, es una ardua batalla dado que a las élites, de manera involuntaria o intencional, se suman sectores aspiracionistas que ven en la política, la oportunidad de fama, enriquecimiento y poder.

Y sí, hay un país indignado por el pasado reciente, por lo que es polémico estar en contra de la denominada Cuarta Transformación, y no por una agenda programática, sino por el temor social de perder la histórica oportunidad de alcanzar expectativas de bienestar que ésta representa.‬ Así, de manera orgánica se han multiplicado los defensores del nuevo régimen. La defensa es justificada y la indignación de tantas décadas de infamia está activa y es aguerrida.‬

Los detractores de los gobiernos de izquierda no garantizan sus privilegios sin mentir y someter al conjunto de la sociedad. Evaden el debate de fondo y acuñan efectismos publicitarios que reproducen con grandes inversiones en medios, para posicionar sofismas. En la perspectiva de la oposición elitista, ningún político que esté del lado del pueblo y sea pueblo, debe gobernarlos. Y aunque ínfimo el nivel de discusión, convence el avasallamiento mediático sobre nimiedades y frivolidades a no pocas personas en todos los estratos sociales, cuando los verdaderos objetivos de los grupos privilegiados son impresentables ante la sociedad, y por tanto carecen de propuestas reales que puedan ser atractivas electoralmente, optando irremediablemente por la guerra sucia y el fraude electoral.

La transformación no va en contra de los ricos, ni de la propiedad privada o el libre mercado, tampoco tiene como objetivo empobrecer a todos. Al contrario, apuesta por el bienestar común, lo que implica ir contra la corrupción y el dispendio de lo público. La legalidad, salvo a las redes de corrupción, conviene a todos.

Estamos viviendo un momento histórico para la vida pública de nuestro país, que debido al ruido propagandístico, sectores de buena fe no están percibiendo. Afortunadamente, la propia naturaleza de la comunicación humana nos lleva a concluir e iniciar nuevos ciclos, que nunca serán perpetuos pero que vienen a renovar las formas de socialización del conocimiento y del entendimiento común.

Finalmente y dada la obligatoriedad constitucional que tienen las instituciones mexicanas para informar de manera permanente sobre las acciones de los diversos niveles y ámbitos de gobierno, con criterios y mecanismos que respondan a campañas de interés y beneficio para la sociedad, es deseable que los medios de comunicación puedan generar confianza, asumiéndose como un sector económico al que corresponde informar de manera rigurosa a la ciudadanía, que si no obtiene información fiable, gestionará la propia.

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