jueves, mayo 16, 2024
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Pongamos a la mesa “El Día del Amor y la Amistad”


Dinero Tropical
Por José Hernández Herrera
Podcast #Dinero Tropical

El hombre es un animal de costumbres. No cabe duda. Los seres humanos, especialmente, cuando llegamos a nuestra vida adulta vivimos en nuestro día a día con relativa predictibilidad. Podría pensarse que eso es algo adverso, pero no creo que eso sea del todo cierto. Al menos, para nuestro dinero personal no lo es.

Las costumbres nos permiten crear orden en el caos. La exagerada arbitrariedad no permite generar una estabilidad que a largo plazo nos regale una tan anhelada tranquilidad que precede para nuestra buena fortuna a una felicidad sana.

Sin embargo, las tradiciones tienen un origen y un significado. Perder el objetivo primero es perder en cierto sentido la tradición.

Las tradiciones, para bien o para mal, estructuran las sociedades. Por ejemplo, se cuenta con nostalgia que durante la Colonia en México las campanas sonaban desde las iglesias y regulaban el día a día de la sociedad en pueblos y ciudades de toda la Nueva España. Las campanas que eran dirigidas desde las iglesias estructuraban el inicio del día, la comida, los eventos religiosos y las horas en que las actividades del día estaban por terminar para dar lugar al descanso. Como una orquesta que sonaba con gran precisión regulaba la vida de miles de pueblos por todo el territorio que hoy es México el cual se encontraba y encuentra arropado bajo la religión católica.

Por otro lado, ya no de forma diaria, pero si en ciertos días del año se festejaban las fiestas patronales y por supuesto otras fiestas religiosas o cívicas que le daban a cada pueblo sus momentos de distracción, orgullo y cohesión a una comunidad. Dígase Celebración de la Constitución Mexicana, la bienvenida de la primavera, Día de la Madre, Dia del Padre, Independencia de México, Día de Muertos, Navidad, Dia de los Santos Inocentes y Reyes Magos.

En este listado de fiestas estacionales se ha adentrado cada vez más el Día del amor y la Amistad.

Si nos vamos a la historia del amor y la amistad, tendremos que remontarnos a San Valentín quien surgió en el año 494. A través del tiempo, en ese camino recorrido, la tradición ha cambiado su connotación religiosa hasta convertirse en lo que es hoy en día:

Un festejo cultural marcado por el consumismo actual.

No es mi intención ni de lejos hacer una crítica a celebrar la amistad y el amor. Tampoco, siendo realistas, creo que alguien cambie radicalmente una tradición por leer un artículo de opinión. Mi intención es mas bien desmitificar algunas asociaciones distorsionadas en lo relativo a nuestro dinero que con el paso del tiempo se han hecho más evidentes.

Pongamos dos situaciones inherentes a este día. En primer lugar este festejo se ha vuelto ya de forma abierta una estrategia para reactivar la economía. Esto, en los hechos se trata de que además de festejar con abrazos y apapachos se deberá festejar con cosas que incluya billetes. Los moteles, los restaurantes, las florerías, los mariachis y demás tienen en esta fecha un día de vacas gordas.

En segundo lugar, el festejo se ha reinterpretado como una costumbre donde “el regalo”, especialmente en sectores de la sociedad más influenciables, parece ser la medida del aprecio. Algo que por supuesto no es sano ni financieramente ni para la propia tradición.

¿Por qué sucede esto?

En una sociedad basada en el consumo, la medida del amor está en relación con que tanto te lo demuestro y por lo tanto si quiero demostrarte el amor tengo que darte más.

Si bien es cierto que el dinero si puede hacer tangibles autenticas muestras de amor, el problema radica en priorizar el objeto material por el trasfondo del aprecio.

Si nos vamos de forma inconsciente en el festejo del Día del Amor pues caeremos en la posibilidad de gastar sin ningún trasfondo. Se podría decir “es que así se festeja”.

Es como esa historia de un jinete que viene en un caballo a todo galope. Un curioso, que ve acercarse al jinete quien viene alerta y concentrado, le pregunta ¿A dónde va con tanta prisa? A lo que el jinete sin parar ni un momento le contesta “no lo sé, mejor pregúntele al caballo”.

¿Quién es el caballo? La sociedad y sus tradiciones.

¿Quién es el jinete? Esa persona con sus preocupaciones inconsciente por demostrar su amor o amistad con objetos materiales.