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Sobre el ejercicio crítico

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Cuando este espacio editorial alude al infelizaje conservador no lo hace en sentido peyorativo, sino como la descripción de una situación anímica que sugiere se la están pasando mal con lo que sucede en el país por las políticas del gobierno federal. Esto es, las modificaciones estructurales y legales que aseguran que el perfil del Estado mexicano sea el del Estado benefactor, no el neoliberal. 

Independientemente de partido o tendencia ideológica que gobierne en un momento dado. El concepto rector del Estado benefactor no es socialista, florece con un economía capitalista en donde el Estado mantiene la facultad rectora de la economía. Eso es todo, nada más. Nada del otro mundo, los propios Estados Unidos florecieron con ese modelo, vigente desde que F. D. Roosevelt asumiera el poder en 1933, hasta la caída del sistema Monetario de Bretton Woods en 1971. 

La derecha mexicana se niega a verlo o de plano es incapaz de hacerlo. Un abanico amplio que va de la derecha católica hasta hasta el puñado de empresarios dilectos de los seis gobiernos neoliberales que vapulearon al país por más de tres décadas, lanzan una campaña de desprestigio contra el AIFA que revela que no la pasan emocionalmente bien. Impresentables como el senador Gabriel Quadri y Lilly Téllez sugieren que se cancelará para volver a NAIM una vez que se vaya el gobierno actual. El tamaño del tapón de boca es monumental. Simplemente el conservadurismo mexicano es incapaz de alcanzar el nivel de la conversación planteado por la 4T. Durante dos años se empecinaron en colocar en la conversación pública el mensaje de la inviabilidad del AIFA. Y ahí está. Rotundo.

Ahora pagan a conocidos personajes del mundo artístico para, con un mensaje chantajista y lacrimógeno, pedir al presidente que detenga las obras del Tren Maya. Conocidos artistas que gozan de de simpatías en el público son utilizados para colocar la idea de que es proyecto tanto invasivo como destructivo de la delicada ecología del lugar. Subrayan el imperativo de hacer una pausa, de reflexionar. Espacios informativos reconocidos y respetados por el público se suman implícitamente a la campaña. Hablan de la destrucción que habrá por los derechos de vía; jamás dicen que se sembrarán 200 mil hectáreas de bosque maderables que, además de ser trabajo para la población local, serán fuente de aprovechamiento agro sustentable.

Asistimos, pues, a la exhibición de dos narrativas excluyentes sobre los mismos hechos. Mientras, los habitantes del planeta ven asustados cómo escala la tensión político-militar por la reacción rusa a las pretensiones occidentales lidereadas por un presidente estadounidense debilitado en su autoridad y poder de convocatoria por las consecuencias de sus irreflexivas decisiones respecto a Ucrania. 

Si en 1962 la humanidad estuvo a punto del enfrentamiento nuclear URSS-Estados Unidos, por haber colocado misiles a 531 kilómetros de Miami, bien puede entenderse la reacción Rusa por la peregrina ocurrencia de incorporar a Ucrania a la OTAN y llevar la amenaza militar a directamente a los 6 mil kilómetros de frontera que comparten Rusia y Ucrania. Es estúpido. Si acaso se le ocurriera a México la peregrina idea de colocar un lanzamisiles portátil en la frontera con Guatemala apuntando a Estados Unidos, ese mismo día México sería invadido por los gringos. Es elemental. Pero “Occidente” hizo caso de eso. Quiso castigar a Rusia por su reacción y el tiro les estalló en la cara. Las medidas se revirtieron inmediatamente contra la misma Europa, debilitándola.

Al ciudadano planetario común se le sumerge en un desgarriate cacofónico definido por el susto continuado; primero con dos años de miedo a un enemigo ubicuo e invisible, luego con el miedo por la posibilidad de dar al traste con el proyecto humano.

Mientras esta comedia de estupideces letales se desenvuelve, surge la voz prudente del México que reclama a los tomadores de decisiones norteamericanos, al Congreso, haber aprobado de inmediato una financiación de 14 mil millones de dólares para comprar armas, y posponer un eventual préstamo de 861 millones de dólares para generar empleo en Centroamérica y evitar así la migración por miseria hacia el norte.

A los actuales gobernantes neoliberales del planeta no les interesa el bienestar de nadie, porque no es la lógica neoliberal. Basta con recordar el ambiente en Europa durante la pandemia. Sólo les interesa el bienestar de las empresas corporativas globales.

Hoy, el gobierno de México, a contrapelo de la mucha maledicencia aborigen, representa un paradigma distinto. Un modelo de gobierno al que mandan los gobernados, no las corporaciones y que, además de navegar con éxito en las turbulentas aguas preapocalíptcas de pandemia, ahora recesivas, tiene la templada madurez del verdadero hombre de Estado para ofrecer alternativas viables para la paz del mundo y la generación de bienestar para todos.

El periodismo debe consignar las versiones de los hechos de forma imparcial, lo que no puede es ser imparcial frente a las repercusiones y balances de esos hechos y de las políticas públicas instrumentadas para atenderlos. Ser críticos por el sólo prurito profesional de mantener la tensión entre el periodismo y la autoridad es frívolo. 

El periodismo debe ser crítico, sí, pero no contra lo que a todas luces está a favor del interés público y los gobernados.

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