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FALANGES: Tercera modernidad y la toxicidad

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Luis Adalberto Maury Cruz
lmaury_cruz@hotmail.com

¿Qué es la toxicidad en la Tercera Modernidad?, ¿qué la potencializa?, ¿qué se requiere para recuperar la salud en la actualidad?

La toxicidad es un entorno, circunstancias o personas cuando desequilibran y disparan los niveles de cortisol del individuo. Si estas son imaginarias generan el mismo efecto como si fueran reales, pues el cerebro lo asume como un hecho, se produce una situación de alerta, aconteciendo el estrés y presentándose una actitud defensiva. Esta actitud fue efectiva en entornos salvajes donde se tenia que salvaguardar la vida mediante la defensa o la huida, de no ser así, sería el alimento de un depredador.

Hoy no tenemos un tigre dientes de sables de tras de nosotros, nuestro entorno político, social y económico puede ser adverso, las circunstancias laborales y familiares pueden ser desfavorables, también podemos estar rodeados de personas adictas (no sólo a las drogas ilegales), quejumbrosas y autovíctimas, (digamos negativas) que generan estrés, (angustia y ansiedad); sin embargo, estas toxicidades, no son condiciones reales para la muerte. El estrés deteriora la calidad de vida y puede terminar por aniquilarla, no sin antes hacer efectos nocivos en el entorno de quien lo padece.

El estrés es el factor detonante para la sobreproducción de cortisol; pero nada de esto, salvo contadas y muy pocas excepciones, son comparables al peligro de un depredador como lo fue en la prehistoria o en una situación de muerte en una guerra real. Por ello, es necesario buscar la paz interior, que la da el silencio y el alto para frenar el actuar frenético del propio día a día.

La toxicidad asociada a las adicciones, remite a todo aquello que genera dependencia de “cosas” ya sea legales o ilegales, materiales, emocionales o digitales. Tal dependencia es apego patológico producto de sinsabores y dolores que dio la vida y del no querer soltar aquello que daña.

En este sentido ¿cuál es la característica de la toxicidad en esta Tercera Modernidad? Como comento en columnas previas, un rasgo de esta época histórica es su tendencia patológica a la hiperindividualización y el desarrollo del entorno telemático, su unión es epidemia. El malestar de la cultura contemporánea está asociado a la crisis de lo sólido y duradero, hoy hay preeminencia de lo efímero y de la búsqueda de un placer momentáneo y con caducidad preestablecida, se huye de la adultez, prolongando adolescencias tardías.
Se vive de manera rápida y a la prisa, con pocos o nulos espacios para hacer altos y silencios vitales que permitan tomar distancia y ver en perspectiva los acontecimientos para tomar decisiones y elecciones tanto sensatas como sanas; esto ocurre sobretodo en lo urbano y con las personas más “moderna”; esto es un autoengaño fundado en la tendencia de buscar la mejor versión de sí mismo, se convierte en una autotraición cuando es huida de sí mismo, siendo con frecuencia un anclaje en el consumismo.

Lo telemático y en particular las redes sociales están diseñadas para generar adicción, son el medio idóneo para socializar y masificar la toxicidad actual, (empero también son medios para esparcir y generar parabienes pero esto no es motivo de esta reflexión). Este mundo virtual incita a lo rápido y a lo hedónico.

El deseo de “likes” es la búsqueda de aceptación y el reconocimiento banal, es el deseo de fama que muestra soledad y gritos de ser atendido, amado; cada “me gusta” recibido genera liberación de endorfinas, he allí lo hedónico; por ello la adicción de ser visto y el no tenerlo es el sufrimiento de ser ignorado. Así, no es extraño que el no compartir el mismo punto de vista con lo publicado genere discordia y estrese, es peor cuando se es ignorado.

La adicción a los “likes”, en lo publicado, es una carencia y vacuidad existencial. No se pueden soslayar los retos absurdos que se socializan en redes que ponen en riesgo la integridad de las personas (quien sufren más son niños y adolescentes), esto va desde los desnudos hasta atentar contra la vida propia o de un tercero. Esto muestra el grave deterioro del tejido social y la crisis de las familias contemporáneas. Es decir, la toxicidad hoy se acentúa y se propaga por las redes virtuales. Este deseo de aceptación muestra la angustia existencial, que se desprende de la hiperindividualización, que es fuente de estrés; pues desdeña a los otros y busca imponer su autopercepción teniendo como criterio la autorreferencia patológica, condenándose a la orfandad existencial.

No es extraño que se generen grupos de huérfanos existenciales, que no se percatan que se tiene así mismos, que huyen de sí mismo; hacen comunidades tóxicas donde se articulan sus autopercepciones en un marasmo de resentimientos y falta de autoaceptación, estos colectivos generan catarsis y con ello bajan su estrés pero padecen episodios de euforia momentánea, manifiestos en ritos y contubernios disfrazados de derecho de expresión y/o del libre desarrollo de la persona. Con frecuencias hacen marchas con reclamos justos que terminan en vandalismo. También son actos religiosos que terminan en violaciones.

Estas comunidades son grupos que funcionan como red para catarsis, no solucionan nada, pero dan la sensación de poder y sentido de pertenencia a sus miembros, estos huérfanos existenciales son victimas de entornos patológicos y de la falta de trabajo personal.

Desde lo político es obvio que carece de eficiencia, ya lo señalo Tomas Mojarro el Estado es inmune a la marcha. La marcha es catarsis no solución, no hay visibilización sino exhibicionismo estéril. Así, no desaparecerán estas comunidades toxicas, pues la catarsis es adictiva libera endorfinas y permite la sensación de poder, ¿qué adicto rehúye a esto?, ¿qué adicto no es manipulable?, ¿cuál es tu adicción?

Hoy se requiere ser más acuciosos con nosotros mismos a efecto de ser nosotros mismos, no sucumbir en las garras de entornos, circunstancias y personas toxicas. Ser un no mismos es buscar la vida sana, reconocer la propia toxicidad y esforzarse en suprimirla, esta es la verdadera y ancestral mejor versión de sí mismo de la cual culturas y sabios siempre han hablado.
La gran diferencia entre la toxicidad antigua y la actual es que hoy su origen es la atroz hiperindividualización y el mundo telemático es su medio potencializador.
En algún momento Freud señaló que la cordura (digamos salud, lo normal) es la locura generalizada, y no pocas comunidades son manicomio al aire libres, derivadas de autopercepciones distorsionadas y carentes de realidad, negando la objetividad.

Si se niega un umbral de objetividad no se puede exigir un derecho, un trato, un servicios u objeto, pues seria un capricho, una alucinación. Con frecuencia ocurre esto pero decimos que es toxico. Señalar con rigor que es toxico o sano, al menos funcional supone algo de objetividad y no es asunto de hiperindividualidad.

En este orden de ideas, nuestras actuales toxicidades son productos de la hiperindividualización y reclaman nuevas formas objetivas para recuperar, mantener la salud y la calidad de vida; que no son posibles sin paz interior, esta quietud dimana del silencio y del alto vital. De no ser así peor para nosotros y para nuestro medio, pues sólo no habrá paz interior, ni silencio y ni alto, sino estridencia y frenesí estresante. En fin, ¿usted qué piensa?…

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