jueves, mayo 2, 2024
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FALANGES: Tercera Modernidad y el eterno adolescente

Luis Adalberto Maury Cruz
lmaury_cruz@hotmail.com

¿Cuáles son los ámbitos para las relaciones sociales que establecen los seres humanos?, ¿cuál es la tendencia de relaciones patológicas en esta Tercera Modernidad?

El ser humano establece relaciones con los otros, en ámbitos específicos que le permiten la supervivencia y el convivio; sin embargo, las relaciones pueden ser sanas o patológicas. Son sanas cuando hay un libre desarrollo de la personalidad, no se daña a terceros y se está en paz con uno mismo. Es patológico cuando no se cumple al menos una de estas tres condiciones.

Hay cuatro ámbitos de relaciones humanas:
1). El ámbito público es lo concerniente a todos y es de incumbencia del pueblo o del Estado, es decir, es de dominio y/o conocimiento de todos los integrantes de una comunidad, estando regulado por normas generales y externas a la conciencia propia. Por esto decimos que es de interés general. Ejemplo de ello son: las relaciones sociales y políticas; la cuenta pública y la transparencia de los órganos gubernamentales; el uso de un parque público.
Si lo público es sustraído o demeritado perdemos o dañamos la condición política.
2). El ámbito privado es lo particular y personal, es aquello que está privado del dominio del pueblo o del Estado, le concierne sólo a unos; por ello, remite a la negación y exclusión de todos, en favor de unos pocos o de uno, por eso decimos que es de interés de particulares. Por ejemplo, en una relación mercantil entre ciudadanos, un bien privado como mi casa, el acceso a un restaurante. Cuando se transgrede, se lesiona a la personal o se daña su propiedad.
3). El ámbito íntimo refiere al interior, a las relaciones estrechas y profundas. Es decir, es lo concerniente al amor y a la amistad, a las preferencias individualísimas. Cuando se transgrede se daña la autoestima y la confianza del individuo.
4). El ámbito mixto remite a la intersección entre estos ámbitos. Por ejemplo, podemos ser amigos de un policía y él puede auxiliarnos en un caso de robo, y nosotros antes haberle vendido un automóvil. Como es notorio son relaciones que se dan entre distintos ámbitos pero con las mismas personas.

En esta Tercera Modernidad, con su desarrollo telemático y con el despliegue de la hiperindividualización que transforman las relaciones y los ámbitos entre las personas; esto se evidencia de forma particular en las redes sociales, violándose la diferencia entre lo público, lo privada y lo íntimo, en ocasiones las diferencias se llegan a desconocer.

La vida pública de cada quien remite aquello que también es competencia de todos; por lo tanto, no es ni privado, ni íntimos. Cuando se publicita o publica algo, esto se convierte en un acto público, no por su contenido per se, sino porque se dirige a todos; también puede ser muestra la falta de prudencia o de exposición a peligros o riesgos innecesarios.

Estas exposiciones, en parte es un factor para ser victima potencial de la delincuencia, así publicar que se adquirió una casa, que se cobró un negocio puede ser un factor para padecer un atraco.

La presunción, el ser presumido puede salir muy caro. Este afán de notoriedad es baja autoestima. Una pasión inútil de comprar lo que no se necesita, con el dinero que no se tiene, para presumirlo con quien no le importamos, esto no sólo es un problema de cartera vencida, sino de insolvencia existencial.

El no reconocer algo como público cuando lo es, confundiéndolo como algo privado o íntimo, puede encubrir delitos, vejaciones y maltratos. Esto ocurre, por ejemplo, en temas de acoso o maltrato familiar.

Empero, hoy es común el hacer público la vida privada o intima, por ejemplo, publicar que se está en tal restaurante y tomar una foto del platillo, que se está en la playa presumiendo bikini, o hacerse pasar por víctima siendo verdugo (omitiendo aquellos casos que son cuestiones de marketing), muestra desesperación y deseo de aceptación. Prueba de ello es que el dar un “me gusta” o “ no me gusta” contraviniendo los deseos de quien publica es asumido como ofensa; siendo en ocasiones causa de ruptura de amistades, enfrentamiento con la familiares y con la pareja.

Inversamente hoy la información pública como la nomina gubernamental de la alta burocracia se oculta como si fuera un dato privado, violando el derecho de acceso a la información pública. Lo público se busca pasar por privado, lo íntimo y lo privado por público. En efecto, esto es una generalización aplicable no al hecho sino como hipótesis de reflexión.

Cuando se publica algo y se desdeña por alguien conocido, hasta por quien ni se conoce, se padece enojo y frustración, es un berrinche; ocurre porque no se comparte la misma opinión, o al menos eso se cree, es muestra del deseo ególatra e infantil que reza: “todos deben pensar como “yo” y las cosas son como digo”; es decir, estamos frente al mismo problema señalado arriba, es una desesperación por ser aceptado.

Estos casos parecerán ser de adolescente berrinchudo, sin embargo, están presente en adultos también, lo cual muestra una regresión, esta tendencia es cada ves más frecuente en esta Tercera Modernidad. Quien es un eterno adolescente, o tiene síndrome de Peter Pan, se niega a crecer y asumir su responsabilidad como adulto.

Esto es una suerte de transedad de clóset, no en el sentido que diga tener una edad que evidentemente no le corresponde, si no que su conducta muestra la falta de madurez emocional y lo patológico de sus relaciones con él mismo, con los otros y con el mundo, haciendo de lo privado y/o íntimo un acto de berrinche grotesco y público.

El berrinche evidencia al eterno adolescente como el sujeto de conductas de enfados violentos, notoriamente visibles y desproporcionados con lo ocurrido y no acorde con la conducta esperable para un adulto. Peor aún es patológico porque daña a terceros y no está en paz con uno mismo; va en contra de lo público, de lo privado, y/o de lo íntimo. El eterno adolescente no está sólo y las redes sociales son un medio para sus encuentros con sus similares y desencuentros con sus dispares. Las redes son un medio donde explota su patología.

Parecería que el problema, de este berrinchudo, también está en el tener que soportar su inmadurez, cuando lo que se espero de él es cordura y sobriedad. Sin embargo, esperar peras del olmo es tan infantil, como el suponer que en un eterno adolescente puede haber cordura. En efecto, todos aún siendo adultos hacemos berrinches y esta mal, pero es peor cuando es un hábito. Quien aguanta berrinches, se los merece.

El adolescente tardío no es un simple individuo aislado, es tal por sus relaciones con otros en lo público, en lo privado y en lo íntimo -como señalaría Ortega y Gasset es en sus circunstancias-, de carencias afectivas y conductas retardatarias, con frecuencia basado en la moda e imposturas. Se ancla en el berrinche porque es más fácil que asumir la responsabilidad y enfrentar la realidad; buscando la aceptación ya no por convencimiento sino por imposición disfrazada de victimización. Es decir, dice: “me aceptas y me ves por las buenas o te hago rabietas”.

Desde la Segunda Modernidad se ha generado la tendencia de hacer del adulto un infante tardío, se ha logrado con la progresión de la hiperindividualización, con las patológicas autopercepciones y con la aplicación de la inclusión forzada (que está presente en la agenda progresista/globalista); he aquí el sentido del término “generación de cristal”, lo cual en estricto sentido es falso pues no todos los jóvenes son débiles emocionales, pero muestra la tendencia a la hipersensibilidad e hiperreacción que disfraza una agresividad pasiva, más violenta y difícil de ver que la física, en este sentido el niño de cristal y el eterno adolescente se identifican como minusválidos emocionales, que hacen del berrinche su arma más efectiva para chantajear.

En este sentido hay varias tendencia de las relaciones patológicas en esta Tercera Modernidad pero sobresale la del eterno adolescente. El origen de este malestar cultural es la hiperindividualización patológica donde lo importante es el individuo y su autopercepción, que lo lleva a no aceptar la facticidad del mundo. Pues, no reconoce que el mundo le precede y estará después de él. Su credo dice “El mundo está hecho para mí, es el mundo quien se tiene que adaptar a mí”; cuando el principio para transformar es que se acepte la realidad. Con frecuencia ni él se acepta.

Cuando la autopercepción no es aceptada se producen berrinches. El decirle al adolescente tardío: “no te creo”, “no me gustas”, “no te quiero en mi vida” se asume como incorrecto, discriminatorio, intolerante. Frente a ello se ha llegado a algo tan absurdo que es la inclusión forzada, que consiste en incluir no por capacidades o méritos, sino por cualidades esto quiere decir, ser miembro de raza, género, partido.

Juzgar a alguien por su cualidad y no por los actos, es hacer lo que se hacia en la Alemania NAZI que condenaba a priori por la raza o etnia a la que se pertenecía, y por ser ario tenias privilegios.

La herencia patológica de la globalización occidental, en su aspecto social, tiene un parecido con el nazismo; pues está agenda fomenta la hiperindividualización y estable como criterio de vida las autopercepciones, no se basa en los hechos o acciones, sino en los propios dichos del individuo. Mientras los nazis hablaban de la superioridad de la raza aria; la herencia de Occidente, genera al eterno adolescente, habla de la supremacía de la autopercepción que no en pocas ocasiones son erróneas y sesgadas, peor aún tergiversa lo público, lo privado y lo intimo, banalizando aspectos cruciales del convivio como: la sexualidad, la amistad, el conocimiento y la política; haciendo de la sexualidad un espectáculo público, de la amistad una lista de contactos de redes sociales; del conocimiento un copy page y una opinión vaga, y de la política memes y fake news.

Es patológico ser un eterno adolecente, también el querer que este se acepte como normal y obligarnos a soportarlo. Pero, ¿cómo tratar a un adolescente tardío en entornos hiperreactivos e hipócritas?, ¿cómo protegerse de sus berrinches?

Enfrentarnos al adolescente tardío nos lleva, como regla general, a caer en el juego de reconocerlo como víctima, el ignorarlo es lo menos desgastante, el evidenciarlo con mofa puede ser visto como un acto de discriminación, dejar que se consuman en su propia banalidad existencial es lo más sano para todos, pero siempre buscará como dañar, por ello hay que estar alerta midiendo sus pasos y reconocido su error para actuar siempre con sobriedad y mesura.

En fin, ¿usted qué piensa?…