Pese a malos vaticinios y peores deseos de los ex beneficiarios del régimen anterior, se inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Es un evento harto significativo. Exhibe en toda su extensión la mezquindad de aquellos que se beneficiaron, rapaces, de la corrupción de seis administraciones al hilo.
Un logro rotundo concretado en tiempos sorprendentemente cortos. La reacción del pensamiento conservador y muchos de los observadores críticos revela sin misericordia los sentimientos profundos de aquellos que no pueden superar su enojo y malquerencia e inundan los medios tradicionales y las redes sociales con malos sentimientos. Buscan generar un entorno de animadversión en torno al Presidente y su concepción del deber ser del Estado. Un Estado que está presente y actuante para impulsar la actividad económica que se traduzca en bienestar y en la resolución de problemas muy viejos que se profundizaron dramáticamente durante el neoliberalismo y sus múltiples crisis. Quienes pagaron la factura fueron, invariablemente, los gobernados más vulnerables.
Entre pandemia y guerra los gobernados tienen motivos suficientes de desazón, cosa que se comparte con el resto de los gobernados del planeta.
Pero lo que ven los críticos es una señora con sentido de la oportunidad haciendo el día con su vendimia de tlayudas para el desayuno. A una emprendedora. Pero los supera el racismo; el clasismo en el mejor de los casos. Si acaso.
El asunto no es menor, porque son los ataques de quienes no quieren un modelo de Estado y modelo económico que cierre las brechas entre quienes tienen por lo menos lo suficientes y quienes no tienen nada, o punto menos. Porque, además, lo que está en curso con la Cuarta Transformación es un cambio revolucionario en la que el Ejército no solo no ha disparado un solo tiro sino que es un agente activo de transformación con el AIFA y con el Tren Maya. Se trata de volver a un capitalismo no neoliberal, libre empresa sí pero con el Estado como agente regulador, no el mercado.
Pero la raíz del diferendo es mucho más profunda, no solo tiene que ver con el poder económico sino con el racismo. Un mal de raíz en la formación social mexicana. Son las ventajas de la discusión pública, que exhiben los sentimientos y motivaciones profundas de lo que somos como población de un país específico. Es uno de los buenos resultados de la discusión actual, que se exhiben sin filtros gazmoños los sentimientos de todos.