sábado, noviembre 9, 2024
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FALANGES: Lo politicamente incorrecto y el idiota

Luis Adalberto Maury Cruz

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Lo políticamente correcto es aquello que es deseable o que no cuestiona el status quo, lo políticamente incorrecto es aquello que puede ser no deseable pero es real o que contraviene los supuestos de las narrativas dominantes. Sin embargo, ¿qué es la política?, ¿qué es un idiota en el ámbito político?, ¿cuál es su función? Estas cuestiones las abordo desde lo políticamente incorrecto.

            Hablar de idiotas es políticamente incorrecto, pero no hay malas palabras per se, sino formas incorrectas de usarlas. El idiota es una realidad y no en pocas ocaciones una calamidad para propios y extraños. La vida política es compleja, difusa y contradictoria, pues, es una lucha de valores e intereses contrapuestos que remite tanto a las élites, a los grupos de poder fáctico, a la población (o pueblo), así como a espacios y relaciones donde se realizan ejercicios de poder que requieren marcos de legitimidad, y hasta de impunidad selectiva (que es corrupción); es decir, de aceptabilidad social que en cierto sentido conlleva a un bien común, pero que también en la realidad garantiza intereses de grupos y élites; y no pocas veces blindadas por prácticas políticas y legales, tan sólo recuerdese a los corsarios ingleses o franceses (ladrones protegidos por estas coronas en el periodo barroco) o bien hoy con las sanciones unilaterales de EEUU contra Iran, Venezuela y Rusia, la ley de chips para proteger la industria informática del Tío Sam en contra del Dragón asiático, (que va en contra del libre mercado). 

            De esta forma la política es aquello que es de incumbencia de todos, en el sentido que su efecto no es privado y con frecuencia democratiza perdidas y privatiza ganancias. Sin embargo, política también remite a lo común y colectivo, es decir, a la legitimidad del obrar en la función pública.

            El término evoca a la polis, a la ciudad-Estado, en el sentido antiguo y griego, también a la res publica que es la cosa pública de la antigua Roma, así como al pueblo. Política no es un sinónimo de partido político, ni materia exclusiva del político, ni del politólogo, pero esas instituciones son de índole  público.

            “Pueblo” tiene dos sentidos de: 1. Actores, los cuales remiten a las élites y a los grupos de poder fáctico (no necesariamente legales) que inciden en el gobierno, en los negocios públicos, así como en los negocios privados que requiere del “blindaje institucional” del Estado, para su éxito; y 2. Pueblo en su conjunto. Electoralmente remite al padrón electoral, al destinatario social de los servicios y bienes públicos administrados por el gobierno.

            Por ello, la política remite a lo gubernamental, a la esfera de lo público, de los partidos y al quehacer de aquello que conlleva al interés general del pueblo, en suma, remite en cierto sentido al bien común, pero también a ciertos intereses privados; pero si sólo es de la esfera privada seria válido en lo íntimo o personal pero intrascendente para el pueblo en su conjunto, o quizá hasta delictivo como pudiera ser un acto de abuso de poder, el uso indebido de la función pública o un acto de corrupción.

            En la actualidad hay un descrédito de la política al identificarse erróneamente con la corrupción y con el abuso de autoridad. Pero tal fenómeno sólo perpetua a las mafias en el poder e idiotiza, generando más impunidad selectiva; esto tiene un nefasto “mantra” que reza: “la política es escoria”, bueno en mi tierra lo dicen de otra manera, esto deriva en animadversión por lo público y genera actitudes contrarias o de cerrazón al acceso a lo público. Es decir, idíiotiza, pero ¿qué es un idiota?

            El Diccionario de la Lengua Española señala que el idiota es “necio, falto de inteligencia”, Sin embargo, en griego, idiotés, significaba en el contexto antiguo y político aquel que se desentiende de los asuntos de la comunidad bien porque no participa de la política o bien porque, desinteresado, vela por sus propios intereses. Actualmente hay otro tipo de idiota político, es aquel que está en la función pública o que realiza algo público sin comprender el alcance de sus actos. En este sentido hay dos tipos de idiotas.

            1. Quien no se interesa por lo público y sólo le interesan su interés personal, este individuo abdica a su condición de animal político, genera abstencionismo y mantiene el status quo; y

            2. Quien sigue a ciegas una cultura o doctrina política, es un fanático y falto de inteligencia. El problema de este tipo de personas es que está en el gobierno, en instituciones públicas, son ese tipo de sujetos que demeritan la política por su falta de convicción sobre lo público y su corto entendimiento.

            Idiota no es asumido como ofensa, sino como el proceder y el actuar de un individuo que denigra su condición gregaria y la de los otros. Pero, tiene una función que es mantener el status quo, puesto que su falta de entendimiento mantiene la lógica institucional dominante convirtiéndose en una conducta reiterada y mecánica; a la postre ese idiota termina por minar la vida institucional del Estado y la legitimidad del gobierno.

            El idiota se puede vincular con aquello que Ortega y Gasset llamó hombre masa, que lejos de ser una persona es un comportamiento, en el que se actúa a partir de supuestos compartidos y asumidos de forma irreflexiva pudiendo ser hasta facciosa y homicida. Todos en algún momento o circunstancia somos hombres masa, pero ser un idiota es un crimen contra sí mismo y contra lo público.

El idiota y el status quo, su función en el sistema

El idiota es un activo funcional para el control social, económico y político, de allí que hay sistemas y dispositivos para idiotizar; tradicionalmente esto lo hace el servicio de inteligencias a través de la propaganda, también denominada marketing; esto está presente, con frecuencia, en lo político, lo religioso y lo empresarial, hay una real lucha de intereses.

            Hoy esto toma un rostro distinto sobre todo si se analiza desde la guerra mental, en términos de la doctrina rusa o de la guerra cognitiva como señala la OTAN, así el idiota es un producto de acciones deliberadas de un sistema que introyecta valores, supuestos imponiendo una narrativa determinada y afín a intereses específicos de ciertas élites y actores concretos; comprender esto es comprender el deep state.

            En esta Tercera Modernidad, en que vivimos, con sus revoluciones telemáticas y redes sociales, que son una realidad anárquica por más controles que el Estado, las compañías como: Facebook, X, Google, Tik Tok, YouTub impongan, este mundo se les escapa, su control es limitado. Hoy esta realidad es simultánea y telemática la redes sociales han puesto al sistema tradicional de comunicación social con sus sistema de noticias y entretenimiento en crisis de descrédito y deslegitimidad; estas empresas de comunicación y dispositivos de propaganda impulsan una narrativa acorde a los intereses que representan, pero se enfrenta a una población cada ves más subversiva, como lo muestra las manifestaciones presenciales y virtuales en contra del establishment del Occidente Colectivo en casos como el conflicto actual palestino-israelí, o de la guerra en Ucrania entre la OTAN y Rusia, o del conflicto en Taiwan entre China y EEUU donde se lanzan y se socializan noticias, fake news y opiniones en contra de Israel, de EEUU, de la Unión Europea y la OTAN. Cabe aclarar que estas redes social no son homogéneas, sino plurales, contradictorias, donde no hay unanimidad.

            Hoy el mundo es más intercomunicado, plural y con mayor consciencia que antaño (cabe precisar que información no es sinónimo de verdad o conocimiento). Todo esto es dado por el desarrollo y la masificación de las tecnologías de la comunicación e información. Hoy el reto es la discriminación y el análisis de la noticia y la propaganda, de la verdad y de lo falso, de la opinión y del hecho, sin omitir que también se paga por desinformar, hacer fake news e incentivar el odio (o se hace por venganza o placer).

            No hay que omitir que de forma institucional los servicios de inteligencia a través de sus redes de información gestan narrativas y cooptan mentes para garantizar intereses de eses deep state o para derrocarlo. ¿Ve la función del idiota?

            La adopción acrítica de una opinión, aunque sea loable, configura actitudes y acciones a favor de una narrativa, siendo un procesos de idiotización. Por ello, el actual idiota no es porque no tenga información o no pueda acceder a ella, sino porque carece de discernimiento y por ser fanático. En efecto, su problema no sólo puede ser lo que cree como son absurdos religiosos, políticos o woke, su mal es su acriticidad.

La independencia mental

Al ser el idiota una forma de ser, no remite a la persona per se, ni a una condición social, económica, política o académica sino a su conducta, ese sujeto ejecuta una acción de forma a fin a intereses que no comprende, pero el cree que sí, los defiende y es frecuente que de ser contrarios así mismo él lo niega cayendo en un sesgo de confirmación y de negación de la realidad; esto ocurre porque la narrativa está tan introyectada que nubla la razón y es asumida como verdad, constituyéndose en una creencia que dictamina su proceder.

            La construcción de una narrativa dominante, con frecuencia,  encubre supuestos e intereses y genera adeptos funcionales. No muestra lo que oculta porque evidenciaría compromisos y propósitos específicos lo cual llevaría a tener pocos adeptos.

            En la actualidad hay una lucha por las narrativas, pero hoy estamos frente al ocaso de las narrativas occidentales y unipolares, hoy emergen narrativas cuyo principal eje es la multipolaridad y la multilateralidad, esto también puede ser materia para idiotizar; pues el punto es lo irreflexivo, no sólo lo que se cree o se asume como verdad.

            Estamos en una guerra mental, con narrativas que constituyen formas de ver el mundo. La lucha por las narrativas también es una lucha cultural e ideológica que hoy es entre el Occidente neoliberal y unipolar frente a un Sur global multipolar. Aún que no todos contamos con conocimientos e información relevante para entender los fenómenos políticos, ni a todos nos interesan, pero lo público nos afecta a todos; de allí la necesidad de tener un lenguaje ciudadano para comprender y comunicar mejor estos fenómenos, y la necesidad de hacer propuestas no sólo viables sino entendibles para todos, por ello es pertinente interesarnos más por lo público.

            (En México la Suprema Corte de Justicia de la Nación estableció que la información pública debe ser en lenguaje ciudadano, no obstante las galimatías políticas, jurídicas y técnicas es un medio para la opacidad y la falta de rendición de cuentas).

            En la actualidad tenemos narrativas como la Agenda 2030, el feminismo, los derechos humanos, el neoliberalismo pero el punto es ¿cómo procesamos esta información? Se es idiota cuando la narrativa se convierte en una impostura y con frecuencia se incurre en un pensamiento supersticioso, por ejemplo el creer que con el cambio de pronombres, el usar un lenguaje inclusivo, vandalizar propiedades, hacer visualizaciones (por no decir exhibicionismos), asumir las autopercepciones como criterio de verdad en el sentido progre permiten tener un mundo mejor; lo cual es evidentemente ingenuo, inberbe y falso. Es decir, se es idiota cuando la narrativa se constituye en un sesgo dogmático y fanático para interactuar con la realidad y con los otros, no en pocas ocaciones esto se a tornado en moda y símbolo de pertenencia.

            ¿Cuándo se deja de ser idiota? Si la narrativa ya no pueden contener la experiencia comunitaria y contradice la realidad “objetiva”, entonces es el momento para emanciparse. En efecto, esto supone que la idiotizacion tiene un límite fáctico y que no es suficiente repetir un dicho o una falsedad para que sea asumida como verdad, en oposición a como lo pensó Göbbels.

            En la actualidad en las redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales se da una lucha para establecer narrativas, siendo aquí donde la duda y la crítica juegan como un antídoto contra la idiotización. El pensar por cuenta propia es un acto de defensa propia y reflexionar lo público es un medio para reconocer límites y alcances de nuestras acciones en el marco de la convivencia en diversidad, reconociendo que se es un animal político en un entorno que hoy es multilateral y multipolar.

            Si la narrativa está en un momento de quiebre, la idiotización cesa, pero puede dar la pauta para otra. Es decir, esto es una guerra continua por la mente y evidencia que las narrativas pueden idiotizar; en este sentido es una lucha cultural e ideológica, las presas y el botín de esta guerra son las mentes, que es son el medio para introyectar patrones de vida, generando controles masivos.

            En la actualidad las redes sociales y los medios permiten establecer, fomentar y criticar las narrativas, también son un espacia de esa guerra mental. El problema no está en las redes sociales sino en nuestra forma para procesar su información, para no ser presa de esa lucha por las narrativas, la duda y la crítica son necesarias. El pensar por uno mismo es un acto de defensa propia y el reflexionar lo público es un medio para reconocer límites y alcances de nuestras acciones en el marco de la convivencia en diversidad.

A manera de conclusión

La política es lo concerniente a todos, es lo público; el idiota en el ámbito político es el acto de seguir a ciegas una cultura o doctrina, es un fanático y falto de inteligencia en lo público; su función es mantener irreflexivamente a una narrativa.

            El idiota es funcional para las narrativas, es ese hombre masa que es afín a una cultura e ideología que se siente identificado con ella, aún que no necesariamente lo represente pero él cree que sí; es decir, se acoge a un sentimiento de pertenencia.

            Al caer una narrativa cae también su idiota. El descrédito de la narrativa es un agotamiento de sus postulados y creencias al ya no responder a la realidad y a las aspiraciones de sus otroras cooptados. En este sentido la autonomía de pensamiento, el dudar y el reflexionar es el antídoto contra la idiotez, la cual también es una enfermedad de lo público tan nefasta como la corrupción.

            Hoy es imperante abrevar de información diversa empleando enfoques dialécticos, multidimensionales y de complejidad, dudando metódicamente para establecer conjeturas y tesis en un entorno multilateral.

            Ya el viejo Sócrates decía “sólo sé que nada sé” esto nos ilustra e invita a reflexionar, a no ser dogmáticos, tratando de ser más amigo de la verdad que de cierta  narrativa en lo particular.

            Hoy ser idiota, en Occidente, está de moda, ceñirse a una narrativa sin entenderla, ser extravagante, violar valores tradicionales (como: objetividad, niñez, patria, familia e identidad) pero es estar enfermo, su cura es reflexionar para un actuar en diversidad.

            En fin, ¿usted qué piensa?…

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