En el complejo escenario político de Veracruz, donde las elecciones representan una pieza fundamental en el tablero de poder, las decisiones partidistas se vuelven aún más relevantes.
Sin embargo, en medio del proceso electoral para diputaciones locales, un patrón inquietante emerge: la aparente disposición de sacrificar a las candidatas mujeres.
El 13 de abril marca el límite para el registro de candidaturas a diputaciones locales, según el calendario electoral del Organismo Público Local Electoral de Veracruz (OPLE).
Este proceso se rige por criterios de paridad de género, una medida crucial para garantizar la representación equitativa en la vida política. Sin embargo, los recientes acontecimientos han arrojado luz sobre una preocupante tendencia. La decisión de Acción Nacional de ubicar a mujeres en distritos con pocas posibilidades de triunfo, mientras los hombres son canalizados hacia áreas consideradas como bastiones seguros, plantea interrogantes sobre el verdadero compromiso con la paridad de género.
El manual electoral, diseñado para asegurar la igualdad en las candidaturas, prohíbe registrar solo un género en ciertos distritos, basándose en los resultados de elecciones anteriores. Esta medida busca fomentar una participación política más equitativa y representativa de la diversidad de la sociedad. Sin embargo, la realidad parece distar de estos ideales.
A excepción de algunos casos destacados, como el de la senadora con licencia Indira de Jesús Rosales San Román, asignada a un distrito con altas posibilidades de éxito, las candidatas mujeres han sido prácticamente destinadas al fracaso. Distritos con escasas posibilidades de victoria se convierten en su terreno de batalla, mientras que los hombres son estratégicamente posicionados en áreas más prometedoras. Esta estrategia plantea serias dudas sobre el verdadero compromiso con la paridad de género.
¿Es acaso un sacrificio consciente de las candidatas mujeres en aras de preservar ciertos bastiones políticos? ¿O es simplemente una estratagema para cumplir con las formalidades del manual electoral, sin abrazar verdaderamente sus principios?
El análisis de estas decisiones no solo refleja la calidad de la democracia en Veracruz, sino también la profundidad de los prejuicios arraigados en la política. La paridad de género no debería ser sólo una consigna vacía, sino un compromiso real con la igualdad y la representación justa.
En este contexto, el papel del OPLE es crucial. La vigilancia y la garantía de que las asignaciones de candidaturas cumplan con los principios de paridad de género son fundamentales para proteger la integridad del proceso electoral y la legitimidad de sus resultados.
En última instancia, estas decisiones no solo afectan a las candidatas mujeres, sino también a la salud misma de la democracia en Veracruz.
Es hora de cuestionar no solo las acciones de los partidos políticos, sino también los valores que subyacen en ellas. La verdadera igualdad de género en la política no puede ser sacrificada en el altar de la conveniencia partidista.
