lunes, mayo 20, 2024
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Votar como bien común


Ricardo Azamar

Quizá para alguna parte de la ciudadanía ha quedado claro que gane quien gane el próximo 2 de junio las elecciones federales, quien gobernará el país los próximos años será un presidente. Esto es, quien ocupe el cargo del ejecutivo lo hará sin apenas cambiar las formas tradicionales de ejercer el poder al modo de los hombres, sin considerar valores feministas quiero decir.

El segundo debate transcurrió entre dimes y diretes entre las candidatas en la que una acusaba de mentiras y otra, hierática, apenas si interrumpía su soliloquio. No se trata de machismo, misoginia ni de violencia política por razón de género, quienes vieron el debate presenciaron escenas dignas de meme y quizá hasta de goce carnavalesco si no fuera porque lo que se pretendía era ofrecer al electorado propuestas de gobierno para los próximos seis años.

En México, la conformación de una cultura electoral cuesta mucho dinero, pero vale la pena mantener la apuesta, aunque ello suponga participar de momentos de comedia ramplona como los del pasado 28 de abril.

Las candidaturas desaprovecharon la ocasión para plantear con claridad propuestas de solución a los innúmeros problemas que aquejan al ciudadano común, poca atención prestaron a las preguntas de la ciudadanía y menos aún respondieron con concreción; las frases que articularon como respuestas parecían improvisadas, en algunos casos, y prefabricadas y forzadas en otros. La falta de una cultura del debate, del hablar en público fue evidente una vez más por parte de las tres fórmulas políticas: o se toman por tonto al electorado (que no pueblo, insisto) o en realidad la clase política en su conjunto carece de habilidades intelectuales para comunicarse con la ciudadanía.

Las candidatas se revelaron más machistas que políticas y lo refiero sin ningún tipo de sesgo; no es suficiente ser mujer para conducirse con un accionar político que pueda llamarse feminista, que nada obliga a portar la etiqueta, pero si se insiste en que es tiempo de mujeres algún gesto de honestidad se debe a la población femenina y masculina que ejercerá su voto.

En este sentido, parece que las candidatas no están listas para ser presidenta de la nación y su contrincante varón está intentando llenar esos vacíos (y parece que lo consigue) cuando apela a la necesidad de invertir en la primera infancia, en educación de calidad, en la cultura de cuidados, en responsabilidades medioambientales, en un futuro verde y otros temas que, por singularidades de género, uno esperaría de voz de las políticas y no en este hábil oportunismo. El machismo va ganando la partida.

No existe manual que garantice la victoria en un debate entendido éste como el intercambio de ideas y propuestas desde una formulación ideológica, política con miras a convencer a una audiencia ni tampoco hay fórmula mágica que garantice ganar un puesto de elección popular apelando al buenismo, las emociones fáciles del electorado, a viejas propuestas presentadas en nuevos formatos. Sin embargo, la claridad y honestidad con la que las candidaturas tendrían que dirigirse a los amplios sectores que emitirán su voto es un valor que importa o que tendríamos como ciudadanía hacer valer.

De suerte, que afirmar mentiras supusiera puntos a la baja en las intenciones de voto, prometer a sabiendas de que se incumplirá lo ofrecido tendría que sancionarse en las urnas, mentir necesariamente habría de tener consecuencias electorales y las que resulten trátese de la fracción política que se trate, de la candidatura en turno, de un político en singular o de un nosotros que suele cobijar un él, casi siempre.

En México, nos sale caro la promoción de tantos egos. Pero mientras encontramos otras vías para construir y ejercer la ciudadanía es necesario aprovechar la ingente cantidad de recursos que se emplean para el ejercicio del voto ciudadano. Hay que dudar cartesianamente de las encuestas, despojar de mitología los likes, cuestionar lo que leemos en foros que demandan nuestra credulidad y reconocer que cada persona tiene consigo la inteligencia, la madurez y la afectividad para saber lo que como comunidad necesita y por lo que es necesario apostar. El voto es individual, libre y secreto, pero la suma de los votos tiene consecuencia en la colectividad. Este país necesita quien lo presida y gobierne. Hay que votar.