El presidente Joe Biden extendió permisos para construir hasta 32 kilómetros de obstáculos al tránsito fronterizo en el condado texano de Starr, colindante con Tamaulipas. Para concretar esta autorización, el mandatario demócrata derogó 26 leyes federales, una práctica corriente de su antecesor Donald Trump, quien hizo de la construcción del muro su principal bandera de campaña en 2016, la reivindica como uno de los grandes logros de su administración y la mantiene como promesa central en su carrera para volver a la Casa Blanca en enero de 2025.
El anuncio de esta nueva medida para contener el flujo migratorio resultó desafortunado, por decir lo menos, toda vez que se produjo mientras el secretario de Estado, Antony Blinken; el secretario de Interior, Alejandro Mayorkas; el fiscal general, Merrick Garland, y la asesora de Seguridad Interior de la Presidencia, Liz Sherwood-Randall, se encuentran en México para sostener reuniones de alto nivel con el presidente Andrés Manuel López Obrador, la canciller Alicia Bárcena y otros funcionarios. Como indicó el titular del Ejecutivo federal, se trata de un retroceso en materia de política migratoria que responde a las presiones de la clase política y el electorado conservador para frenar en seco la llegada de personas a través de su frontera sur.
Por más que ante los medios mexicanos Mayorkas haya asegurado que los fondos aplicados servirán para tecnologías e instalaciones con el fin de detectar cruces y no para construir un muro, que el hecho no representa un viraje en la política de la administración de Biden y que se trata de una inevitable aplicación de fondos aprobados durante el gobierno de su antecesor; y a pesar de que la explicación haya sido aceptada por la parte mexicana, resulta difícilmente entendible que el actual gobierno de Washington no haya encontrado un destino para esos fondos más congruente con sus propias declaraciones y con el clima de entendimiento y cooperación que México ha buscado impulsar en todo momento.
Sean de concreto, de metal, de alambradas o de dispositivos electrónicos, los obstáculos al tránsito humano en la frontera común no sólo multiplican el sufrimiento y los riesgos de los viajeros, sino que resultan tan inútiles como hipócritas, toda vez que la economía estadunidense necesita la mano de obra migrante para sostener su productividad y su rentabilidad. Apenas el lunes, la nueva titular de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, Amy Pope, afirmó que empresarios de Europa y Norteamérica le expresan constantemente su desesperación por acceder a la fuerza de trabajo migrante y remarcó los beneficios de recibir a estos grupos en comunidades que enfrentan el envejecimiento demográfico. Y son inútiles, a fin de cuentas, porque en tanto las causas delos flujos humanos permanezcan desatendidas, las personas encontrarán la manera de burlar cualquier muro, cualquier dispositivo de vigilancia o cualquier cadena de boyas para acceder a oportunidades laborales o ponerse a salvo de la violencia.