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Nostalgia ante el paso del ferrocarril

Cientos de personas se agolparon junto a la vía para observar el nuevo convoy

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Emir Olivares Alonso

Matías Romero, Oax.- El estridente pitido anunciaba la llegada del tren. Cientos de personas se agolparon junto a la vía para observar el paso del nuevo convoy por este poblado, que en los años 30 del siglo XX vivió un auge ferroviario.

Junto a la antigua estación 

–que está prácticamente derruida y en cuya reconstrucción ya se trabaja– se erige la mítica Locomotora 535, reliquia de la bonanza de hace más de 90 años. Matías Romero fue, en su tiempo, el más ferrocarrilero de los pueblos por los que atravesaba el histórico Tren Interoceánico del Istmo.

El tren de pasajeros volvió a abrirse paso ayer por los 308 kilómetros que separan los puertos de Salina Cruz, Oaxaca, y Coatzacoalcos, Veracruz. El territorio más estrecho de América del Norte, política, económica y geográficamente estratégico para conectar el Pacífico con el Atlántico, central en los tiempos del poderío asiático.

Al característico pitido de la locomotora, se sumó el chirrido de las ruedas sobre la vía, provocando entre los más veteranos un torrente de recuerdos y emociones con las que navegaron al pasado, a aquellos gloriosos años en los que era habitual el tránsito del Tren Interoceánico de pasajeros por sus tierras. Déjà vu.

Tres décadas después de la decisión neoliberal de acabar por decreto el servicio de este transporte para pasajeros en el país –a inicios de los 90–, la gente de la zona sueña con subir de nuevo al tren.

Como lo hizo hace ocho días en el Tren Maya, el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó –junto a decenas de invitados especiales, como el magnate Carlos Slim– el viaje inaugural de la nueva etapa del Ferrocarril Interoceánico del Istmo, que comunicará con tres líneas: Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas. Es el otro tren del sur.

Cuatro minutos después del mediodía, el viaje inaugural comenzó su andar, al salir de la estación terminal Salina Cruz. Cientos de personas se congregaron para testificar el histórico evento.

Simón hizo esfuerzos sobrehumanos para llegar a tiempo (venía desde Huatulco) y acompañar a su padre, un septuagenario que usó los trenes de pasajeros y a quien la nostalgia lo venció cuando el mandatario federal cortó el simbólico listón con el que arrancó la nueva etapa del Ferrocarril Interoceánico.

El viaje per se fue una ventana al pasado. El istmo será recorrido, en principio, por cinco máquinas modelo SPV-2000 construidas en Estados Unidos entre 1978 y 1981 –hace más de 40 años– que fueron rehabilitadas por empresas internacionales.

Físicamente lleva de estación en estación, pero en el imaginario rememora innumerables novelas que se escenifican a bordo de un viejo ferrocarril. Su antigüedad les da un estilo al que algunos llamarían vintage o de la vieja escuela (old school).

Hasta 400 pasajeros pueden abordar cómodamente sentados en tres diferentes clases: Turista, Ejecutiva y VIP o Gerencial, con precios desde 40 pesos por distancias cortas hasta entre 500 y mil 500 para cubrir todo el recorrido, lleno de los contrastes naturales de la región, que se va transformando conforme avanza el convoy: altas montañas rocosas, verdes árboles, espinosos matorrales, por citar algunos.

En La Ventosa, donde se cruzan los aires del norte con los del sur, se erigen cientos de generadores eólicos, cuyas gigantescas aspas danzan al ritmo de los poderosos vientos.

López Obrador viajó en el vagón panorámico, espacio clásico de un tren vintage, ubicado prácticamente sobre el techo del primer carro y convertido para este diseño istmeño en la zona VIP. El tren transitó a velocidad media, y alcanzó hasta picos máximos de 77 kilómetros por hora.

Antes de arribar a la otra estación terminal, Coatzacoalcos, el recorrido inaugural hizo tres paradas: en Ixtepec, en Donají y Medias Blancas, donde miles esperaban jubilosos el paso del tren y, prácticamente enloquecieron al ver descender al mandatario. En otros puntos era evidente que las estaciones aún tienen muchos trabajos por avanzar para estar listas.

En su tránsito por decenas de pueblos, varios millares de personas interrumpieron sus habituales rutinas para testificar ese sueño. Eran mujeres, hombres, niños, ancianos, jóvenes que con sus celulares apuntaban al convoy para registrar el histórico día, otros saludaban a mano alzada esforzando la vista en un intento por encontrar al Presidente entre las ventanas, ondeaban banderas tricolores al grito de sí se pudo.

López Obrador se asomó en algunas ocasiones por uno de los ventanales. Al verlo, la gente estallaba en júbilo: lanzaban hurras y porras, y los más aventurados corrieron en paralelo al vagón.

Desde la Colonia se intentó encontrar un paso que uniera los dos océanos. Hernán Cortés recorrió la región con ese objetivo, muchos decenios después, para inicios del siglo XIX el científico alemán Alexander von Humboldt delineó los tres puntos más convenientes para atravesar el continente y conectar los mares: Panamá, Nicaragua y el Istmo de Tehuantepec, describiendo a este último como el mejor en tal empresa.

Casi un siglo después, en 1899 durante el porfiriato, se proyectó el Ferrocarril Interoceánico, que se concretó en 1907, siete años antes de que en 1914 navegara el primer barco por el entonces recién inaugurado Canal de Panamá, que por 100 años ha sido la entrada de Asia a Occidente y hoy enfrenta problemas de operatividad.

Como se dijo en la ceremonia inaugural, el relanzamiento del tren de carga y pasajeros por el istmo es una nueva ventana al mundo, con el inicio de una nueva era para el comercio global. Aunque López Obrador lo dejó claro: no se trata de competir con el pueblo hermano de Panamá, sino ampliar las opciones para el desarrollo y la conexión interoceánica.

A las 20:13, ocho horas y nueve minutos después de su salida al otro extremo del país, el otro tren del sur entró en medio de la algarabía, casi con impecable puntualidad, en la terminal a Coatzacoalcos.

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