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¿Qué clase de animal es el Perro?

Lorenzo León Diez

“El Perro” en este caso no es un apodo despectivo, ofensivo, duro, agresivo. Porque se trata de un hombre con una gran “crepa pelada” y la voz (¿el ladrido?) más famoso de México: el locutor Enrique Bermúdez, de Televisa y cuya voz es el coro imprescindible para la imagen futbolística de los aficionados mexicanos.

“No hay movimiento sin sentido, y no hay palabras ni nombres sin movimiento. En consecuencia, de acuerdo con los fundamentos fisiológicos, la organización del movimiento y la organización del pensamiento y su expresión en forma de habla están indisolublemente ligadas”, escribió el pensador ruso Valerián Muraviov (Cosmismo ruso. Caja Negra. 2021).

La oralidad nació en simultáneo con la transmisión televisiva del fútbol. Ángel José Fernández la inauguró en México y El Perro es descendiente de este linaje de narradores que han “cubierto”, precisamente, con sus palabras el movimiento en la cancha, que tiene el sentido del juego militar, como describimos en el artículo Fútbol y Guerra.

Se trata de una capacidad muy especializada, según cuenta el mismo Bermúdez, la heredó de su padre, que se llamaba como él y ese también fue su apodo, fundador de la organización gremial de locutores.

El Perro, el mejor amigo del hombre, ha hecho correr su voz entre las piernas de generaciones de atletas y quizá es el mayor erudito en la memoria de los partidos mundiales, pues su pronunciación de los nombres de todas las nacionalidades es notable y los antecedentes que ofrece de cada jugador, de cada técnico, se extiende como una enciclopedia del “juego del hombre”, como lo llamó Fernández.

El lenguaje que surge del fútbol es genérico. Están los cronistas y están los analistas que yerguen en sus polémicas catedrales de palabras cuyo sentido es matemático, ciertamente.

El juego ha evolucionado hasta llegar ahora a ese cajón donde las piezas son predecibles. Dado el nivel técnico que han alcanzado los jugadores como piezas de un ajedrez vertiginoso, donde el pensamiento es muscular.

¿Por qué los espectadores sintonizan la narración cuando están en las gradas?

Precisamente, las palabras son necesarias no solamente para comprender quien es quien en el campo según su número, sino cual es la visión simultánea a la pronunciación de El Perro.

En beisbol se recuerda al “Mago” Septien. “Alertas automovilistas …hay un bólido en su camino”, exclamaba para comentar el batazo de jon ron.

¿Es una poética? Quizá. Una prosa verbal, no hecha para escribirse sino para decirse. Y este rápsoda ingresa a la conciencia del espectador charlando amigablemente con sus colegas al micrófono. Contando que bebió una copa de vino en el bar de su hotel en Quatar, pues “cuando menos en mi hotel lo hay, no en todos” . Y cuenta cómo es su vida, aquí vino de luna de miel para festejar su boda ¡con la misma mujer de la que se había divorciado! Pero atención, cañonazoooooo.

Y cuando el gol se cumple su emoción lo enciende. Todo ensordece. Es una secuencia de exclamaciones, de felicidad, alegría, asombro. Y el lenguaje ya se desvanece, es alarido, ladrido.

Millones de humanos están conectados en estos acontecimientos de la justa mundial. Es un océano de imágenes y palabras. Las mentes se ocupan.
Los jugadores, en tanto, velan armas.

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