sábado, mayo 18, 2024
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Oleadas de calor


Adalberto Tejema

El fin de semana del día del padre en las plazas comerciales de la Ciudad de México, padres e hijos entraban a las zapaterías en busca de sandalias. Se llevaban los zapatos usados en la bolsa de la tienda y salían con los pies frescos.

Mientras las máquinas autorizaban los pagos con tarjeta o teléfono celular, la conversación recurrente era el calor –las altas temperaturas, dicen los puristas–, también en los restoranes y las sobremesas que se oían en los pasillos de los edificios de departamentos; surgían discusiones sobre si es el efecto de la canícula, o todavía la tercera o ya es la cuarta ola.

Algunos huéspedes de Airbnb sin aire acondicionado suspendieron sus estancias y regresaron a sus pueblos a sufrir el calor igual o peor, pero a menor costo.
La causa de estas olas es la forma en que se han organizado –o desorganizado– los sistemas de circulación atmosférica debido a dos fenómenos de los que habría que hablar en otra ocasión: El Niño y la oscilación de Madden-Julian.

El término ola va ganando popularidad sobre el de onda de calor. Los manuales las definen como periodos prolongados de estrés térmico inusualmente alto. Para climatólogos de la CDMX consisten en que se rebasen 30 °C tres días consecutivos o más; para Mexicali, 42. Otros adoptan el percentil 95 como criterio: 31.5 °C para Xalapa, o 35 para la ciudad de Veracruz, 36.5 para Madrid y 41 para Sevilla, por ejemplo.

En España, por cada grado que se rebasen esas cotas la mortalidad aumenta 30 por ciento, principalmente en hombres mayores de 70 y mujeres de más de 75 años. En Estados Unidos son la principal causa meteorológica de muertes, por arriba de inundaciones, huracanes y tornados juntos.

Mucho se aprendió de la memorable ola de calor europea de hace veinte años, que produjo de 35 mil a 50 mil muertos.

El problema no son solo las temperaturas diurnas, que afectan a los obreros de la construcción, vendedores en la calle, etcétera. Quizás más letales sean las temperaturas altas de la noche que dificultan el descanso, peor cuando los dormitorios han atrapado energía solar en el día para emitirlo como calor por la noche: las personas con problemas cardiovasculares y respiratorios son las principales víctimas.

También se sabe que los efectos no son inmediatos, sino que los picos de mortalidad pueden retrasarse una o dos semanas. Así, los fallecidos en nuestro país por la ola de estos días habrán de incrementarse a lo largo de este mes y quizás del siguiente. Gente que goza de aire acondicionado podría perder durante unos días ese privilegio con la crisis del sistema eléctrico provocada, precisamente, por esta ya no ola, sino oleada de calor.

No es arriesgado vaticinar que en el futuro tales oleadas serán más intensas y frecuentes debido al cambio climático global y a las islas urbanas de calor.
Cuenta Albert Camus en “El extranjero” que una ola de calor mató a la madre del señor Meursault en Marengo, y días después Meursault, irritado por el calor, mató a un árabe en las playas de Argel.

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