viernes, junio 28, 2024
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¡En México ganó la esperanza!

Ana Luz Quintanilla Montoya

Ante un escenario mundial muy poco alentador en todos sentidos, en el que la situación medioambiental nos acerca a una dimensión de extinciones enormes (no solamente de flora y flora, terrestre y marina, sino también humana); en un planeta en el que muchísimos seres promueven el odio y la ira, el clasismo, el genocidio, las guerras y la discriminación en todas sus denominaciones y en el que la derecha y el fascismo buscan posicionarse con seres verdaderamente deplorables, defendiendo un sistema capitalista depredador, miserable, antiético o y pervertido, México emerge como un país donde la esperanza pudo convertirse en realidad. 

Sí, todos tenemos miedos y esperanzas, y encontramos muchas razones o argumentos para una y otra cosa. Puede que algunas veces nos protejan de peligros y otras nos acerquen al bienestar.

Pero ¿qué hay de los miedos infundados y de las esperanzas desmedidas? ¿Qué hay de la mentira propagada por los grupos con grandes intereses económicos no solamente en México, sino a nivel mundial? ¿Cómo entender el lenguaje de odio y desprecio a las clases menos privilegiadas económicamente hablando? ¿Cómo aceptar las calumnias sin argumentos? Todo lo anterior se ha dado en el presente gobierno por grupos opositores.

Ha existido por una parte de la población nacional, una ceguera total y un enorme desatino en no querer aceptar que si bien no en todo se pudo avanzar (y era obvio después de encontrar el país en los niveles de desgracia que los partidos, hoy de oposición, lo dejaron), existieron avances enormes en diversos sectores importantes, como son el bienestar de las clases menos privilegiadas, el sector energético, el sector transporte, el sector salud, el sector educativo, la economía, entre otros más.

Sin embargo y ante todo el escenario anterior, en el que siempre existe el miedo y la esperanza, la segunda prevaleció. Bien lo dijo Baruch de Spinoza, uno de los principales filósofos del racionalismo, dijo: «No hay esperanza que no esté mezclada con el miedo, ni miedo que no esté mezclado con la esperanza. La esperanza no es sino una alegría inconstante, surgida de la imagen de una cosa pretérita o futura, de cuya realización dudamos.

El miedo es, también, una imagen inconstante, surgida también de una cosa dudosa». La peor tragedia de la vida es vivir sin esperanza para el futuro. Cuando hay esperanza, hay futuro y podemos visualizarlo después de esta copiosa votación, la más grande la de la historia de México, en la que, sin duda alguna, ganaron los pobres, quienes, junto al apoyo de parte de la clase media, salieron a votar por un presente y un futuro mejor. No tuvimos miedo, porque sabemos que el amanecer llega después de la hora más oscura y que habrá esperanza. Como bien decía mi abuela, “después de la lluvia, siempre sale el sol”.

Particularmente yo, como mujer, como madre, como científica y profesora que he ejercido por más de treinta años, y como ciudadana que he estado comprometida durante toda mi vida con las causas socioambientales, puedo decirles que estoy feliz y satisfecha.

Claudia Sheinbaum me representa. Veo y leo su vida y en ella me veo yo, quien desde pequeña acudí a manifestaciones, que aprendí en las sobremesas a escuchar sobre el panorama político nacional y mundial, que crecí leyendo y admirando al pueblo cubano, cantando trova latinoamericana y a Serrat, que he participado toda mi vida en la construcción no sólo de un mejor país, sino de un mejor planeta, me declaro plena de gozo y alegría con el triunfo de Claudia Sheinbaum, con quien coincido en mis investigaciones sobre energía, medio ambiente y cambio climático. Poco antes de morir mi padre, me tomó un día de la mano y me dijo: “yo ya no alcanzaré a ver el cambio en nuestro país, pero espero que tú sí llegues a verlo; durante décadas lo dudé y no por ello me rendí, siempre participé para que se llevara a cabo.

Hoy vislumbro un panorama promisorio para México, que emerge en el panorama político, como un ejemplo al mundo. Insisto, la vida sólo tiene sentido cuando tenemos esperanza. México es un país en el que una gran mayoría pagamos impuestos con la esperanza de que la nación se establezca mejor; el gobierno construye carreteras y puentes con la esperanza de que mejore el transporte. 

Muchos apoyamos obras de caridad con la esperanza de promover el bienestar social; elegimos líderes capaces con la esperanza de promover la democracia; y sancionamos a los funcionarios infractores con la esperanza de crear un gobierno más honesto. Esperamos un clima templado, prosperidad y paz mundial. Todo esto constituye nuestras esperanzas para el futuro. Por ello, yo les deseo que la esperanza siga acompañándonos. 

Si podemos tener esperanza y trabajar para avanzar en hechos todo el tiempo, entonces disfrutaremos de infinitas oportunidades y realmente viviremos con esperanza todos los días. Sean felices, tenemos el gusto y el honor de tener a la primera mujer presidenta de México y sin duda alguna tengo la certeza de que trabajará por nuestra nación y brindará beneficios para todos y todas las mexicanas. 

Contribuyamos todos y todas para que nuestros deseos e intenciones, se encaminen en acciones por un mejor país y una mejor relación ser humano-naturaleza. 

1Profesora e Investigadora de la Universidad de Colima

analuzqm@ucol.mx