jueves, mayo 2, 2024
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El revolucionario del pueblo

Felipe Ávila

Francisco Villa fue uno de los personajes más importantes de la Revolución Mexicana. Sin la conducción que hizo de la División del Norte, el ejército popular más poderoso en la historia de México, no hubiera sido posible el triunfo de la Revolución ni la destrucción del Estado oligárquico y de su ejército, ni las reformas sociales que la Revolución produjo en favor de los sectores populares.

Doroteo Arango nació el 5 de junio de 1878 en la Coyotada, San Juan del Río, Durango. Quedó huérfano muy niño, trabajando como peón en la hacienda de Agustín López Negrete. A los 16 años se vio obligado a dejar la hacienda por un problema con el hacendado. Desde entonces el joven que se haría llamar Francisco Villa se convirtió en bandido. En esos difíciles años aprendió a sobrevivir en el monte, a salto de mata, perseguido por la justicia porfirista, que se ensañaba con los más pobres y estaba al servicio de los poderosos.

En 1910 su vida dio un vuelco cuando conoció a Francisco I. Madero. Se incorporó a la lucha maderista, encontrando en ella una vía positiva para canalizar su odio contra los hacendados y contra un sistema social que condenaba a la miseria a la mayoría de la población.

Después del triunfo de Madero, Villa regresó a la vida civil. Sin embargo, al levantarse Pascual Orozco contra el gobierno de Madero en 1912, tomó las armas nuevamente para defender el gobierno que encabezaba el Apóstol de la Democracia.

Cuando ocurrió la Decena Trágica, Villa tomó las armas para vengar a Madero y combatir al gobierno usurpador de Victoriano Huerta. Entre marzo y septiembre de 1913 aglutinó un fuerte agrupamiento guerrillero en los parajes de Chihuahua y Durango que tan bien conocía.

Por ello, cuando diversos grupos guerrilleros estaban a punto de tomar Torreón, efectuaron una reunión en la hacienda de La Loma el 29 de septiembre de ese año, donde decidieron unir sus fuerzas, dando lugar a la División del Norte y eligieron a Francisco Villa como su jefe.

La División del Norte se convirtió en una poderosa maquinaria de guerra. Tomó el control de las principales poblaciones de Durango y Chihuahua y, el 8 de diciembre de 1913, al ocupar la capital de este último estado, los jefes de la división eligieron a Villa como gobernador de la entidad.

Aunque Villa solo estuvo unas pocas semanas al frente del gobierno, llevó a cabo una importante transformación. El 12 de diciembre confiscó los bienes de los enemigos de la Revolución, que servirían para financiar los gastos del ejército villista y para ayudar a las viudas y huérfanos de la Revolución. Confiscó el ganado y el algodón de los hacendados: redujo a 15 centavos el kilo de carne, estableció raciones alimentarias para los pobres, combatió la especulación y el bandolerismo, creó escuelas y aumentó el sueldo de los maestros. Gobernó con sentido común y, por primera vez, la gente de Chihuahua conoció lo que era un gobierno al servicio del pueblo.

La División del Norte se consolidó como el principal ejército revolucionario y gracias a ella fue destrozada la columna vertebral del ejército huertista.

La Convención de Aguascalientes fue el intento de unificar a la revolución. En ella se delinearon dos proyectos: el de la revolución popular, encabezado por Villa y Zapata, y el de una revolución política más moderada, representado por Carranza y Obregón. En la Convención no pudieron unirse ambos proyectos y se fracturó. Se inició entonces la guerra civil entre los revolucionarios. En 1915 el territorio nacional fue un enorme teatro de guerra donde se enfrentaron los ejércitos de Villa y Zapata contra el constitucionalismo. En épicas batallas, las más grandes y sangrientas de toda la Revolución, la División del Norte fue derrotada por los ejércitos comandados por Álvaro Obregón.

La División del Norte se desintegró. El proyecto político del villismo, que era un maderismo democrático con un fuerte contenido social, se hizo inviable. No obstante, Villa mantuvo una persistente resistencia guerrillera contra el gobierno de Venustiano Carranza que no pudo ser derrotada. Cuando Carranza fue derrocado por la rebelión de Agua Prieta, Villa se amnistió ante el nuevo gobierno, encabezado por Adolfo de la Huerta, con quien tenía una vieja amistad. A cambio le fue otorgada la hacienda de Canutillo, Durango, donde puso en práctica su sueño de crear una colonia militar que viviera de la agricultura. Sin embargo, al aproximarse la sucesión presidencial de Álvaro Obregón en 1923, y ante la inminente rebelión de muchos generales del ejército, desde los más altos niveles del gobierno se decidió asesinarlo, lo que ocurrió el 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua. Fue un crimen de Estado La leyenda de Villa creció después de su muerte. Lo más importante de su legado fue su compromiso con los pobres. Eso lo ha hecho perdurar en la memoria popular.

*Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México