Lorenzo León Diez
En la guerra de Gaza podríamos estar nuevamente ante una modalidad que era inédita antes de la batalla de Stalingrado en 1942 y que los alemanes nombraron RattenKrieg (la Guerra de las Ratas) y que inició cuando la ciudad estaba completamente destruida por los bombardeos áereos y de la artillería nazi. Sin embargo no era posible tomarla, pues el brillante mariscal Georgy K. Zhukov sistematizó lo que los soldados del Ejército Rojo llevaban a cabo: fragmentados en pelotones y apostados entre los escombros con francotiradores y francotiradoras (especialmente ellas) acosaron interminablemente a las tropas de ocupación a un costo de cuatro mil soldados diarios que llegaban a la ciudad en ruinas y cuya vida era máximo de 24 horas.
Este territorio conoció, en la que se considera la batalla más sangrienta de la humanidad -dos millones de muertos-, primero una guerra de movimientos, luego una guerra de aniquilación y finalmente la guerra de las ratas donde el enemigo quedaba inmovilizado y atrapado en la destrucción que sus aviones y cañones habían causado.
Los estudiosos de esta batalla encuentran cómo los soldados rusos instauran una manera de resistencia creando “rompe olas”, o sea, pertrechados en las estructuras de los edificios devastados, una red de franco tiradores caza a sus presas.
Consigna un historiador (Sebag Montefiore): “Gran parte de la lucha consistía no en ataques importantes, sino en pequeños conflictos letales e implacables. En la batalla intervinieron escuadrones de asalto, con seis u ocho hombres (de la Academia de Lucha Callejera de Stalingrado). Se armaban con cuchillos y espadas afiladas para matar de manera silenciosa, así como con metralletas y granadas”.
Debemos tener en cuenta, según declaraciones de los comandantes del ejército israelí, que los guerrilleros de Hamas prepararon este ataque durante 18 meses y que han construido unos 500 kilómetros de túneles. “No hay necesidad de apresurarse; se trata de ir centímetro a centímetro, metro a metro, tratando de evitar bajas y matar a cuantos terroristas de Hamas sea posible. Es un movimiento muy lento para asegurarnos de despejar todos los túneles y proteger a nuestras fuerzas. Moverse rápido no es buena idea aquí” (Amos Yadlin, ex jefe de inteligencia de la armada israelí).
Ante la intimidante tarea de combatir en los túneles, el comandante israelí Ben Milch -quien estuvo en el cuerpo de ingenieros de combate en la guerra de Gaza de 2014-, señaló: “Allí donde sólo teníamos que tomar decenas de túneles, el reto hoy será de cientos de túneles, kilómetros y más kilómetros: una verdadera fortaleza subterránea que Hamas ha construido”.
Tomando relación de este episodio bélico de hace casi una década en lo que llamo la “guerra infinita”, estamos ante una situación similar a la de 1942 en Rusia, cuando la guerra de ratas siguió a la guerra de aniquilación como la que actualmente comete Israel en Palestina.
El concepto de “victoria” en la guerra asimétrica que estamos contemplando en los retazos que CNN difunde, es inviable. Los propios observadores contratados por esta agencia, desechan la posibilidad de aniquilar a Hamas. La apuesta que está haciendo Estados Unidos e Israel no es realista militarmente, la historia ya lo ha demostrado con creces, no solamente en Stalingrado sino también en Vietnam.
La guerra subterránea está creada precisamente como la opción territorial de un pueblo que defenderá hasta el final (en lo infinito de esta guerra) su derecho a existir. De seguir en su estrategia de aniquilación el ejército israelí se estancará en un periodo que detonará -antes que en la invasión subterránea- es las plazas públicas de todas las ciudades del mundo, como progresivamente lo estamos viendo, así como en una crisis diplomática generalizada como preludio a una escalada letal en Medio Oriente.
