Melchor Peredo
Un tesoro perdido, cuando puede ser una atracción turística y un acervo histórico extraordinario, legado de un acervo logrado por el amor a la memoria de nuestro país y de la humanidad, no puede olvidarse de esta Xalapa que todos queremos. La casa museo de la familia Zaydén no debe continuar en el anonimato, desde la madre de la familia Zaydén, hasta el joven amante de la historia. La casona se ubica en el centro de Xalapa, en la zona que va desde el callejón de Constitución hasta la ahora mágica zona de los ancestrales lavaderos públicos del borbollón de Xallitic, allí se extiende el sitio donde se puede encontrar desde yelmos de antiguos guerreros, espadas, monedas antiguas del vasto mundo, un teléfono ancestral, balas que lucharon por defender al México de los invasores en la batalla de Cerro Gordo, acomodadas con los arcabuces que lucharon contra los rifles de repetición y el revólver Colt; un cuchillo de obsidiana de terrible presencia, sables preciosamente labrados, carteles del siglo pasado, cantidad de objetos que deben ser catalogados, restaurados, preservados y exhibidos, y hasta un enorme King Kong que el humorismo del abogado José Zaydén construyó para que desde las azoteas del barrio indicara el sitio donde debe quedar su museo.
Hombre extraordinario, masón destacado, fue campeón de esgrima, de natación, de ajedrez, historiador de intensa conversación, y, finalmente, fue Cronista Emérito de la Ciudad. Su apellido vino a enriquecer esta Atenas Veracruzana. Yo le tenía en gran afecto y él me apoyaba en mis investigaciones generosamente. Sin embargo, era un hombre polémico. Para mí, mucho de su encanto era su capacidad de controversia. Discutíamos a sabiendas de que cada uno tenía su razón y así pasaron amables polémicas entre libros y tazas de café. No mucha gente lo quería, lo acusaban de mentiroso. Yo disfrutaba mucho de la compañía del discutido y generoso José Zaydén.