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Ni autócratas, ni autoritarios

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En la narrativa occidental, homologada toda, se pone énfasis en describir a Vladimir Putin como represor, autócrata, autoritario, conservador y corrupto. No hay duda que lo es por lo menos en tres aspectos que saltan a la vista: es conservador, es autoritario y es autócrata. Pero el conservadurismo de Putin no está asociado a un pensamiento de derecha convencional, sino a la preservación, en una economía capitalista en plena expansión y apertura económica, de los principios de economía de bienestar, la protección social y garantía del Estado de los derechos sociales. Eso es el fundamento de la popularidad de Putin.

En las corrientes de opinión políticamente correctas, sean liberales o de izquierda, hacen mofa de Trump y lo satanizan como impresentable. Y sí, es indiscutiblemente controversial. Entre sus seguidores hay neonazis y supremacistas blancos, además de una inmensa masa trabajadora blanca, negra y latina que ha sido miserablemente desplazada por la globalización neoliberal, por las revoluciones tecnológicas recientes y la inmisericorde transición de una economía industrial a la economía de servicios. Por el cambio de paradigma implícito en el neoliberalismo.

La propuesta que provoca tantas simpatías es anti neoliberal, no financierista, pues. Una vuelta a lo que fue la economía norteamericana hasta los años 70. Trump es pues, también un anti sistémico.

Lo mismo sucede con el presidente López Obrador.

Además de los conservadores, parte de la opinión pública de centro-derecha y centro a secas opina que el Presidente es autoritario.

Tanto la derecha como las buenas conciencias se extrañan de la extraña convergencia de estos singulares personajes.

En realidad hay una explicación que los hace abominables para las buenas conciencias y la narrativa dominante: los tres son antisistémicos, los tres coinciden en que son posibles formas distintas de organización social sin dejar de ser capitalistas. Un capitalismo contenido y definido por su responsabilidad social. No el capitalismo corporativo financiero que tiene al planeta en la precaria situación actual, sino un capitalismo racional dirigido a la ganancia prudente, no a la depredación.

Lo que no es la naturaleza del capitalismo es una aproximación basada en la competencia, en la exclusión del otro, tiende al monopolio. A la dominación del otro y de ahí a su eliminación.

Por eso es necesario un Estado fuerte, que equilibre las fuerzas del mercado. Es una economía posible. De ahí el ascenso de gobiernos antisistémicos en Latinoamérica y de ahí la hostilidad a Rusia y la provocación de sumar a Ucrania a la OTAN. Lo que subyace es la intención de aislar a Rusia como bastión antineoliberal nacionalista. No globalizador, pues. Por eso es la guerra, por eso México condena la invasión pero se rehúsa a las medidas de aislamiento.

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