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Energía: por una transición soberana

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En su discurso conmemorativo por los 86 años de la expropiación petrolera, el presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió sobre quienes propugnan el remate y desmantelamiento de la industria energética nacional para favorecer intereses privados y volver a sumir al país en la situación de dependencia energética en que lo colocaron los gobiernos neoliberales. El mandatario mostró su satisfacción con los datos sobre la plena recuperación de Petróleos Mexicanos (Pemex) ofrecidos por su director general, Octavio Romero Oropeza. Asimismo, el Presidente apuntó que la fortaleza de Pemex puede aportar los recursos necesarios para financiar el cambio a energías alternativas o renovables, siempre pensando en no afectar la naturaleza y garantizar el bienestar de las nuevas generaciones.

Debe reconocerse el esfuerzo de poner en pie a Pemex, con el que se revirtieron tres décadas de saqueo, endeudamiento, inviabilidad inducida y entrega al sector privado, así como el enfoque realista, soberanista y con sentido social con que se visualiza la transición energética. Los tiempos del abandono de las energías fósiles se encuentran sujetos a restricciones técnicas, científicas, económicas y de otra índole; la historia reciente ha mostrado que apresurar la adopción de nuevas tecnologías que no han alcanzado su madurez o en ausencia de la infraestructura y las adaptaciones necesarias lleva a regresiones que pueden resultar contraproducentes.

En el caso mexicano, Pemex calcula que la demanda de hidrocarburos llegará a su máximo en 2035, lo cual confirma el acierto de recuperar el sector y rechazar presiones corporativas que recurren a pretextos ambientalistas para forzar desembolsos multimillonarios de los estados en los productos y tecnologías que comercializan. No se trata de una estimación aislada o sesgada por parte de la empresa estatal; según la Agencia Internacional de la Energía, la demanda global de combustibles fósiles seguirá en aumento por lo menos hasta 2028, y eso si se mantienen las predicciones más optimistas de ventas de vehículos eléctricos, las cuales dan señales de estancamiento en varios mercados.

Está claro que el rescate de la industria energética dio estabilidad y solidez al sector, permitió enfrentar los choques externos derivados de la pandemia de covid sin incrementos en los precios de la electricidad y los combustibles, y se ensanchó de manera apreciable la soberanía en la materia. En especial, resalta la reducción de la dependencia respecto a Estados Unidos, un lazo asimétrico que nos ataba a los vaivenes financieros, políticos e incluso climáticos a los que se encuentra sometido nuestro vecino.

Con la rectoría del Estado sobre sus recursos naturales e industria energética están puestas las bases para echar a andar una política cuidadosamente planificada que articule una transición hacia energías limpias de manera ordenada, sensata, viable, soberana y, ante todo, orientada al bienestar de las mayorías. El abandono de los hidrocarburos causantes del cambio climático no es ni puede ser sólo una tarea de supervivencia, sino también una oportunidad para corregir inequidades: en la medida en que el nuevo paradigma incorpore como protagonistas a los sectores marginados, adquirirá un papel redistributivo que conduzca a la superación de los rezagos sociales y económicos.

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