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La discusión pública sobre el ejercicio de revocación de mandato

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El inminente ejercicio de revocación de mandato impulsado por el gobierno tiene al conservadurismo neoliberal y a algunos comentócratas críticos funcionales al gobierno notoriamente inquietos y activos en la desvalorización del ejercicio democrático. De hecho se empecinan en presentarlo como ejercicio de egotismo del Presidente; y los que eventualmente pudiera pensarse, con las debidas reservas, que son bien intencionados insisten en presentar al ejercicio como absurdo con frases como “habrase visto, un gobierno que promueve su propia revocación”, dicen, “cuando eso es un instrumento de los ciudadanos cuando un gobierno es intolerable”.

Precisamente, se trata de institucionalizar un instrumento que puede poner fin a un gobierno antes que haga más daño. En tres años un gobierno muestra completamente su intención y prioridades, si a la mayoría de los electores les parece que debe ser removido se va. Un instrumento constitucional que nos hubiera evitado que traidores a la patria como Zedillo, con el Fobaproa; Fox, con la apertura a las mineras; Calderón, con el genocidio con fines de legitimación y Peña Nieto, con la corrupción nivel Odebrecht, gobernaran por otros tres años. Los gobernados se hubieran ahorrado muchas penurias, precariedades y miserias.

El sábado pasado, en Sonora, el secretario de Gobernación convocó directamente a participar el próximo fin de semana en el ejercicio democrático al que buena parte de la comentocracia desvaloriza calificándolo de absurdo. No lo es, aplicarlo a su propio mandato es la única forma de legitimarlo y que quede asentado como derecho ciudadano de los mexicanos, no frente a una circunstancia extraordinaria sino como un hábito necesario en un mandato sexenal.

Justo el pasado fin de semana, el obispo xalapeño del que se tenía cierta expectativa optimista en el sentido de que fuera algo más presentable del habitual conservadurismo clerical veracruzano salió con la innecesaria perogrullada de que nadie debe sentirse obligado a participar y mucho menos si es presionado o chantajeado. 

Pues claro que no, pero ¿qué es eso?¿Acaso sabe el arzobispo que se presiona o chantajea a alguien? ¿Puntualmente? Si es así debe denunciarlo por la razón que prefiera: ya sea por elemental responsabilidad ciudadana, o por cristiana compasión solidaria con las víctimas presionadas por el chantaje. Pero si es una mera consideración hipotética de algo que se le ocurre pudiera estar pasando, entonces el arzobispo debe ser mucho más prudente con la manifestación pública de sus percepciones. El ejercicio de revocación de mandato es muy importante para restituir el poder y control sobre los gobernantes a los gobernados, cosa que a este país le hace falta desde hace mucho tiempo por la sencilla razón de que seis años son mucho tiempo para un mal gobierno. Ahí están como prueba los 30 años de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Ninguno de ellos hubiera permanecido un sexenio completo.

Pero está muy bien que se dé esta discusión y diferendos en público de la gente; así se sabe quién es quién y de qué lado de la democracia se está. Lo que se está definiendo en este país es el modelo de Estado para las próximas generaciones. Un Estado de bienestar dirigido al bienestar de los gobernados todos, o un Estado neoliberal donde las personas dejan de serlo para ser meros consumidores desechables.

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