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Ejido La Selva, último reducto de los bosques mesófilos de Veracruz

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Para llegar a La Selva hay que atravesar más de 200 kilómetros de un paisaje árido, pero apenas se entra en el territorio de esta comunidad, ubicada en parte alta de la montaña, el panorama cambia: cientos de árboles flanquean el camino. Desde los acantilados del ejido La Selva se puede observar un extenso arbolado. La imagen reúne diferentes tonalidades de verde. Y aunque predomina el bosque de coníferas, también se pueden distinguir algunos manchones de bosque mesófilo de montaña, uno de los ecosistemas más amenazados en México y que ocupa menos del 1 por ciento del territorio nacional, de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Como si fuera un biólogo o un ingeniero forestal, Miguel Ángel López sabe distinguir cada especie de árbol. Él nació en La Selva. Desde una de las partes más altas de la comunidad, señala un punto en el horizonte y comenta que ahí se encuentran los últimos reductos del bosque mesófilo de Veracruz. La Selva se ubica en la región conocida como la huasteca baja veracruzana, a unos cuatro kilómetros de la cabecera municipal de Huayacocotla. Este ejido (una figura de tenencia de la tierra comunitaria que existe en México) cumplirá en octubre 103 años de haberse creado. Hace 44 años, sus habitantes decidieron hacer del manejo forestal parte primordial de su economía. Con el tiempo, ellos han comprobado que el aprovechamiento sustentable del bosque es también una estrategia efectiva para conservar las 3455 hectáreas forestales que forman parte de su territorio.

En la actualidad, en La Selva viven alrededor de 400 personas, la mayoría dedicadas a las actividades relacionadas con el manejo forestal, pero también a la siembra del maíz y sorgo.

Comunidad que recuperó bosques

La historia del ejido de La Selva comenzó a escribirse tres años después de que terminó la revolución mexicana. En noviembre de 1920, el Estado restituyó poco más de 3 mil hectáreas de tierra a la comunidad que estaba asentada en el lugar. Aun así, los bosques que se encontraban en esa zona fueron concesionados a extranjeros. Los abuelos de La Selva cuentan que había españoles, chinos y rusos que aprovechaban la madera. Los habitantes del lugar solo eran trabajadores de los empresarios madereros que llegaron a la zona en la década de los 30.

La región de Huayacocotla es una de las principales zonas forestales de Veracruz y junto con el municipio de Zacualpan (a 39 kilómetros de distancia) tiene más de 36 mil hectáreas de bosque. En 1952, ante el deterioro que tuvo la tala sin control, el gobierno federal declaró una veda a la producción de madera. Esa prohibición solo intensificó la tala ilegal. Los habitantes con más edad en la comunidad recuerdan que también provocó pobreza y migración.

La situación cambió 26 años después. En 1978, el gobierno levantó la veda en Veracruz. El acto oficial para anunciar que ya era posible hacer aprovechamiento forestal se celebró en un predio conocido como Lagunitas.

Hoy, en ese lugar hay un pequeño bosque con árboles de no más de 20 metros y otros que apenas alcanzan unos cinco metros de altura, estos últimos son el fruto de una reciente reforestación. Ese espacio es el predio Lagunitas, el mismo donde en 1978 se inició el aprovechamiento forestal del ejido y ahora es orgullo de su comunidad porque ejemplifica la renovación del bosque: “Es la segunda generación de árboles”, explica Miguel Ángel López, quien tiene más de 50 años, creció ayudando a su familia con las labores de conservación e, incluso, dos veces fue el comisariado ejidal de La Selva, figura que representa al ejido y se encarga de ejecutar los acuerdos de la asamblea.

Desde 1978, los ejidatarios de La Selva se organizaron para aprovechar su bosque en forma legal y planificada. Para ello cuentan con un plan de manejo forestal, el cual renuevan cada 10 años y es aprobado por las autoridades ambientales. Los pinos que están en el predio Lagunitas son la segunda generación de árboles, porque el método de aprovechamiento tiene turnos de 40 años. Cada turno es el tiempo que transcurre entre la siembra y el corte final de árboles en un predio. A lo largo de esas cuatro décadas se van haciendo diferentes acciones para conservar un bosque sano.

El aprovechamiento maderable ha permitido a los ejidatarios de La Selva emprender otros negocios comunales para crear empleo permanente y temporal en la región. El ejido ya tiene un aserradero, produce carbón vegetal y tiene un vivero. Patricia Jerez Fernández, investigadora del Centro de Investigaciones Tropicales (Citro) de la Universidad Veracruzana (UV), explica que el aprovechamiento forestal comunitario es una de las mejores formas para conservar el bosque, porque las decisiones se toman en colectivo e impiden la tala, pero también la llegada de otros proyectos que perturben al bosque como la minería.

Organización para aprovechar y conservar el bosque

A lo largo de los años, la comunidad aprendió que para poder aprovechar la madera es necesario trabajar todo el tiempo por la salud de sus bosques. Por ello es que han implementado varias iniciativas que les han permitido mantener un bosque con un alto valor ambiental.

Miguel Ángel López explica que tienen una reserva forestal de conservación de 534 hectáreas. Además, la asamblea ejidal acordó destinar un cerco de 22 hectáreas de bosque para proteger los manantiales que abastecen de agua a su comunidad y al municipio de Huayacocotla, donde viven más de 20 mil personas. También se ha prohibido el pastoreo de ganado en zonas cercanas al bosque.

En 2015, La Selva obtuvo una certificación internacional por buen manejo forestal del Forest Stewardship Council (FSC), organización no gubernamental de acreditación y certificación con sede en Alemania que avala las buenas prácticas forestales. Esa certificación les permitió desarrollar, junto con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), un estudio para definir áreas de alto valor de conservación en su bosque, dentro de las cuales se ubican manantiales, refugios de fauna, como el halcón (Falco mexicanus) y águila real (Aquila chrysaetos), además de monitoreo biológico y así incorporar prácticas de conservación en estas zonas. También sostienen un vivero comunitario con producción de más de 100 mil árboles de Pinus patula y de encino para reforestar hasta 70 hectáreas anuales, que además sirve para venta de plantas a comunidades cercanas.

La asamblea ejidal de La Selva sesiona cada tres meses, pero hay un consejo forestal, conformado por 30 personas de la comunidad, quienes son asesores, proponen acciones para el manejo y conservación del bosque y difunden los acuerdos a la asamblea general, que tiene voto final sobre las decisiones. “No es fácil”, reconoce Gregorio Campuzano Mayoral, administrador del ejido, porque 60 por ciento de las personas en la asamblea sobrepasa los 60 años, entonces tienen ideas diferentes sobre el manejo del bosque. Ellos tienden a tener una conservación más tradicional.

Los integrantes del consejo forestal comunitario son quienes han impulsado nuevas formas para aprovechar y preservar el bosque. Por ejemplo, han buscado la cooperación de instituciones para fomentar estudios de los servicios ambientales que provee el bosque comunitario. Así es como, por ejemplo, junto a la Universidad Tecnológica de Sierra Hidalguense, se monitorea la cantidad y calidad de agua.

Con la Universidad Autónoma de Chapingo se emprendió un estudio de la población de helechos arborescentes que hay en el bosque de niebla del ejido para determinar el contenido de carbono. Además, en el caso de aves existe monitoreo permanente para proteger las zonas de anidación y percheo. Como parte de las acciones para mantener y maximizar el aprovechamiento del bosque se instalaron hace ocho años los primeros huertos semilleros experimentales de Pinus patula.

Los huertos cuentan con la guía de la Conafor y tienen la finalidad de proveer árboles nativos con mayor adaptabilidad a los cambios de clima, resistentes a las enfermedades, de crecimiento más rápido y madera con mayor calidad.

Según la Conafor, los huertos semilleros permiten contar con semillas con alto contenido genético. El huerto funciona con injertos de los mejores árboles padre del ejido. El resultado, al paso de los años, es la cosecha de coníferas y semilla nativa de la zona de mucha calidad y con un prendimiento de hasta 80 por ciento y más velocidad de crecimiento.

Jesús Dorante López, investigador y cofundador del Centro de Genética Forestal de la UV, considera que La Selva es ejemplo de que, si se aplica un buen manejo forestal, el bosque mejora. Como ejemplo señala que las técnicas de manejo del bosque han cambiado hasta disminuir los ciclos de corta de árboles, eso lleva a tener ejemplares más jóvenes que son capaces de capturar carbono rápidamente. También destacó la preocupación de ejidatarios por mejorar genéticamente la producción de árboles: “Ellos entendieron que les reditúa, empezarán a tener árboles más bonitos, resistentes y eso los hace gente consciente de ese patrimonio natural que tienen y de su protección a largo plazo”.

Para Dorantes López, “sin un manejo y aprovechamiento los bosques se deterioran, hay más posibilidades de plagas, incendios, sobrepoblación y su recuperación será lenta”.

La minería, amenaza latente

En esta región al norte de Veracruz, la organización de al menos 18 comunidades que hacen aprovechamiento forestal comunitario ha sido fundamental para defender esta región boscosa y evitar la entrada de la actividad minera para explotar oro, plomo y zinc, pero también para detener el crecimiento de las minas de arcilla conocida como caolín.

80 por ciento de las reservas nacionales de caolín están en los municipios de Huayacocotla y Zacualpan.

Según el Panorama Minero del Estado de Veracruz de la Secretaría de Economía federal, en esta región se ubican 56 minas artesanales y bancos de material de caolín que han dejado su huella en la región con grandes hoyos blancos en medio de las laderas y zonas boscosas.

Para las comunidades forestales de la zona, las amenazas más fuertes son las 26 concesiones mineras para explorar 48 mil 520 hectáreas de su bosque, que el gobierno federal entregó entre 1995 y 2017. Ninguna de esas concesiones ha entrado en fase de explotación.

En 2019, los ejidatarios de La Selva denunciaron que una empresa llamada La Victoria inició exploraciones en dos lotes sin contar con los permisos necesarios.

Para impedir el avance de esta empresa, 20 comunidades de los municipios de Huayacocotla y Zacualpan, dedicadas al aprovechamiento forestal comunitario, levantaron actas de asamblea y junto con autoridades del municipio acordaron negar cualquier permiso a la exploración minera en su territorio.

La importancia de los bosques para esta región de México se refleja, incluso, en el nombre de este lugar. La palabra Huayacocotla se forma por los vocablos náhuatl “Hueye” (grande); “Ocotl” (palo integrado de resina que enciende rápidamente) que, al unirse, hacen referencia a una especie de pino que abunda en la zona. La región hace honor a su nombre, transitar por sus caminos es observar un bosque frondoso de una gran variedad de árboles, pero su ubicación en la sierra madre oriental identificada por su alto valor en biodiversidad, los han puesto también en jaque ante las decisiones gubernamentales.

Una amenaza reciente fue el Programa de Ordenamiento Ecológico Regional de la Cuenca del río Tuxpan, el cual pretendía restringir a 10 mil hectáreas los aprovechamientos forestales en Huayacocotla y Zacualpan.

Miguel Ángel López recuerda que fueron tres años de batallar en reuniones, participar en consultas y mesas de trabajo con ambientalistas y funcionarios para explicar que la región vive de la silvicultura y las comunidades conservan el bosque de forma sostenible.

El programa fue publicado el 3 de marzo de 2023 y respetó 36 mil hectáreas de aprovechamiento forestal, creó áreas de conservación de flora y fauna, y fijó las áreas mineras de caolín, para ordenar su crecimiento.

 “No tenemos duda que la región y el ejido son ejemplos de conservación por las buenas prácticas, ahí la actividad económica se sostiene de las actividades forestales, no de la ganadería ni la agricultura, y eso ayuda a la conservación bosque”, considera Magdaleno Mendoza Hernández, director de recursos naturales de la Secretaría de Medio Ambiente de Veracruz, quien participó en el proyecto del ordenamiento.

El futuro para La Selva

Para Miguel Ángel López, las amenazas al aprovechamiento forestal y preservación de su bosque se pueden superar con información a la gente sobre los beneficios de conservar de forma sustentable.

“Si seguimos trabajando y mejorando en las técnicas para aprovechar el bosque nos tiene que ir mejor. A lo que aspiramos es a conservar, que nuestros nietos lo puedan mirar y trabajar, que los hijos quieran ser profesionistas pero que aporten al bosque y regresen”.

La reciente aprobación de la asamblea para entrar al mercado de bonos de carbono es también una esperanza para el futuro del ejido.

Agustín López, jefe de monte, comenta que en su juventud fue a trabajar por varios años a las minas de cananea en Sonora, y contrario a lo que él hizo, espera que sus hijos se queden a trabajar en el bosque:

“Que le vean futuro como un trabajo, que estén orgullosos del monte”.

Por lo pronto, su hijo estudió ingeniería en recursos renovables y este año tramitó su visa porque quiere ir a Estados Unidos donde asistirá a una conferencia ambiental.

“Conservamos el mismo bosque o más, se nota que hemos avanzado, ¿sí ve, no?”, pregunta Agustín López, mientras desde uno de los acantilados que hay en la comunidad observa ese bosque que pinta de tonalidades verdes el panorama.

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