jueves, mayo 16, 2024
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Con Reforma Judicial, muere el dedo para nombrar ministros de la Corte

José Lima Cobos

Los ministros designados por el dedo presidencial que componen la Suprema Corte de Justicia de la Nación se encuentran en franca agonía. El presidente López Obrador envió al Congreso de la Unión (Cámara de Diputados y Senadores) una reforma constitucional que pone fin para siempre al hecho de que el poder ejecutivo federal, es decir, el presidente de la república, pueda designar, en la más execrable impunidad, a quienes formarán parte del poder judicial de la federación, encargado de impartir justicia rápida y expedita en el país. Este cambio representa un giro significativo, ya que el flamígero dedo de un solo hombre ya no marcará el rumbo.

El actual líder de la nación ha afirmado que solo el ciudadano, en democracia y libertad, puede poner orden para que quienes impartan justicia estén alineados con la voluntad general y no al arbitrio de un individuo. Sin embargo, los simuladores de la democracia y decencia en este país no desean que esto suceda. Prefieren que la oligarquía rapaz, liderada por el presidente de la república, continúe decidiendo quiénes ocuparán estos cargos. Para ellos, tener personas en estos puestos les proporciona la capacidad de desviarse sin consecuencias, alimentando la confabulación y la confusión.

La determinación de permitir que el pueblo elija a los ministros de la Suprema Corte de Justicia resulta impactante, ya que el actual poder judicial es inaccesible y lo será aún más en el futuro si no se lleva a cabo un cambio profundo. El poder actual carece de formación y principios de solidaridad con la nación. Se preocupa más por el dinero que por el bienestar del país, como se evidencia en los fideicomisos que manejan de manera indebida. A pesar de que la ley establece que el recurso no utilizado debe regresar a la tesorería de la federación, mediante amparos, este poder hace y deshace según su antojo.

Esta determinación, sin duda, es un balde de agua fría, ya que el poder judicial actual es inaccesible y lo seguirá siendo en el futuro si no se lleva a cabo un cambio profundo. Sin formación ni principios de solidaridad con la nación, el dinero es lo que importa. Los integrantes de este poder desean que las cosas sigan igual, donde puedan desviarse sin consecuencias, y prefieren que prevalezca el contubernio y la confabulación.

Es evidente que la resistencia está en aquellos cambios que han redituado a la oposición un gran poder económico a los grupos hegemónicos con los que está aliado. La verdadera prueba está en si se quiere vivir en una auténtica democracia o en la simulación de siempre, una democracia solo de palabra, mientras la realidad es otra.

limacobos@hotmail.com
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