La Faena
No es inusual que un movimiento político y popular tan exitoso a nivel continental y acaso mundial como lo ha sido el del partido Morena como expresión del lopezobradorismo, anide en su propio éxito y complejidad “el huevo de la serpiente”.
La reflexión hacia el interior del morenismo resulta indispensable y urgente. Más aún ahora que el distinguido y patriota Clan Yunes ha descubierto que López Obrador siempre tuvo razón y les tocó la vena sensible y demócrata de los apestados panistas.
Así pues, para los morenos es peligroso echarse a la hamaca cuando del otro lado no hay nada por lo que preocuparse. Se quiere decir que dentro del mundo de las ideas y confrontaciones entre planes y propuestas no hay nada en este momento que pueda encarar la contundente construcción que realizó López Obrador. A nivel discursivo, propagandístico y de hechos objetivos, su talante es incontestable en el ámbito político-electoral.
Queda el lado de la propaganda y la lucha mediática, cuyo escenario también avasalló con sus conferencias matutinas, poniendo la agenda nacional a los medios corporativos, y cuyos efectos al final del sexenio fueron tan contundentes que forzó la remoción de figuras influyentes de los espacios estelares de la televisión abierta, cuya posición ideológica extremadamente conservadora resultaba ya un activo negativo para una teleaudiencia mayormente simpatizante con el lopezobradorismo.
En Televisa fueron despedidos algunos comentaristas por volverse, por sí mismos y por los valores que representan, una mala apuesta para los negocios de la firma corporativa. Antes habían salido Carlos Loret y Joaquín López-Dóriga.
En el caso de TV Azteca esto no ha sucedido de la misma forma, dado que la televisora de Ricardo Salinas está destinada a convertirse en cabeza de playa de la ultraderecha internacional, que ve al lopezobradorismo como una expresión avanzada y popular de un gobierno contrario a los intereses del capitalismo depredador que puede contaminar —ya lo hizo— al resto del continente.
Frente a este escenario hasta cierto punto optimista, Morena y sus gobiernos se enfrentan al riesgo de que la autocomplacencia se convierta en un silencioso enemigo que fracture su cohesión interna. Y aunque ha pulverizado a la oposición, en la entidad veracruzana la circunstancia puede ser relevante en un sentido negativo.
En el sentido de que la principal fuerza opositora, más allá de los partidos políticos, el Clan Yunes, logró cohesionar a toda la oposición, y aunque históricamente y moralmente era imposible su triunfo electoral en la elección de junio de este año, decantó a quienes disienten y odian todo lo que representa una figura como López Obrador.
Así pues, destruida la cohesión opositora por la traición yunista, el riesgo para el morenismo gobernante es que el costo de meter la mano a la letrina para sacar los votos senatoriales —habrá que ver en los congresos locales si sucede algo parecido— sea tan alto que desde ahí eclosione un potencial proceso de descomposición interna que, como se ha visto, afecta a las organizaciones políticas, señaladamente el caso del extinto PRD.
Por lo pronto, comienzan a verse los efectos del pragmatismo que se incrustó en Morena con personajazos como el perredista Ricardo Monreal, el priista Adán Augusto López, el zedillista Óscar Cantón Zetina, quien de la mano de Humberto Roque Villanueva festinara el aumento priista al IVA, entre otros de la misma calaña del Clan Yunes.
Pasando por encima de la historia reciente veracruzana y sin ningún pudor, estos neocapos del morenismo han acogido amorosamente en las filas del movimiento a un peligroso, traidor, simulador y corrupto grupo político que hizo de la calumnia y las mentiras el eje de una campaña electoral que buscó no solo derrotar a Rocío Nahle sino destruir su entorno familiar y su carrera política.
¿Serán los Yunes la nueva cara del morenismo en Veracruz?