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Medio Oriente: cesar la violencia

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El grupo armado Hamas lanzó ayer un ataque a gran escala contra Israel, en el que se dispararon miles de cohetes (95 por ciento de éstos interceptados por el sistema antimisiles Escudo de Hierro) y se efectuaron incursiones en el territorio israelí. El ataque, que se produjo en el 50 aniversario de la Guerra de Yom Kipur, ha conmocionado al mundo por el inédito número de víctimas entre la población israelí, que al cierre de esta edición ascendía a más de 300 muertos y al menos mil 500 heridos.

El primer ministro Benjamin Netanyahu reaccionó de inmediato declarando que su país se encuentra en guerra. Horas después, anunció que la agresión había sido contenida y que iniciará una invasión completa de la Franja de Gaza, gobernada por Hamas, la cual se prolongará hasta destruir todas las capacidades bélicas de dicha agrupación y de Yihad Islámica. Nuestro enemigo pagará un precio que nunca ha conocido, afirmó el premier.

El alcance del operativo desplegado por Hamas y el hecho de que tomara por sorpresa a las poderosas fuerzas armadas de Israel demuestra el fracaso de la política de mano dura seguida por Netanyahu en sus más de 15 años (discontinuos) al frente del gobierno. Durante su dilatado mandato, el belicista líder ha destruido toda posibilidad de una salida negociada y ha exacerbado el malestar entre los palestinos. No es casual que la deplorable ofensiva islamista se dé a casi un año de que el jefe del partido Likud integró el gabinete más ultraderechista en toda la historia del país y comenzó el hostigamiento contra los fieles que acuden a la mezquita de Al Aqsa, uno de los espacios más sagrados para los musulmanes.

No puede soslayarse que este conflicto sólo llega a los titulares cuando hay víctimas israelíes, pero permanece activo de forma prácticamente ininterrumpida desde que el Estado de Israel llevó a cabo la expulsión forzosa de centenares de miles de palestinos en 1948, un episodio recordado en el mundo árabe como Nakba (catástrofe o desastre). A lo largo de tres cuartos de siglo, millones de palestinos han vivido en campos de refugiados sin poder volver a sus hogares; Tel Aviv ha destruido casas de palestinos en Cisjordania para levantar nuevos asentamientos ilegales; miles de personas han sido encarceladas por el delito de exigir el respeto a sus derechos humanos y al derecho internacional. En la actualidad, 2 millones de palestinos se encuentran apiñados en la Franja de Gaza, de donde no pueden entrar ni salir sin autorización de Israel, que impide la llegada de cualquier suministro, incluidos alimentos y medicinas, y priva arbitrariamente a la población de agua, electricidad y todo servicio básico. Cada minuto de cada día, el pueblo palestino sobrevive bajo un régimen de apartheid respaldado por las potencias occidentales.

Tel Aviv y sus aliados deben cobrar conciencia de que la violencia continuará estallando mientras se niegue al pueblo palestino el derecho inalienable a la autodeterminación y a habitar las tierras que les pertenecen. Al mismo tiempo, los grupos armados palestinos deben comprender que sus inaceptables métodos no reportan ningún beneficio a sus conciudadanos sino que, por el contrario, proveen una justificación y una coartada moral a los sectores más duros de la derecha israelí. Como se ha reiterado en este espacio, la barbarie que otra vez azota a estas comunidades sólo puede conjurarse en términos legales y humanitarios con el reconocimiento pleno del Estado palestino y el respeto a las fronteras trazadas por Naciones Unidas en 1967.

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