En la guerra actual Ucrania solo pone el territorio y la carne de cañón; el resto corre de cuenta de Estados Unidos y la OTAN. El New York Times ha revelado lo que es un axioma: la inteligencia estadunidense, ayudada ocasionalmente por la de los países de la OTAN, dirige las operaciones militares sobre el terreno. Dice el NYT que tal información ha provocado la muerte de muchos militares rusos, incluidos varios generales. Es posible, pero improbable toda vez que la iniciativa estratégica sigue del lado ruso.
La asistencia estadunidense , dicen, es parte de un “esfuerzo” clasificado del gobierno de Biden para además de proporcionar armas y los préstamos para comprarlas, proporcionar inteligencia en tiempo real que incluye los movimientos proyectados de las tropas rusas a partir de las evaluaciones estadunidenses sobre los movimientos de Moscú para luchar en la región de Donbass, (región que gatilló en 2014 el conflicto), cuenca minera emplazada donde dos provincias gobernadas por grupos separatistas pro rusos, Donetsk y Lugansk y que actualmente están bajo total control ruso.
El referéndum de ambos territorios no fue reconocido por la comunidad internacional, pero sí por el gobierno de Vladimir Putin. De hecho, la operación militar en curso busca justamente poner fin al denunciado asedio de tropas ucranianas sobre dicho territorio. Tanto Donetsk como Lugansk conforman una ruta natural a Crimea, la península ucraniana que fue anexada por el Kremlin en 2016.
Sin embargo, la mera revisión de un mapa actualizado muestra las ciudades o zonas que se encuentran bajo el control del ejército Ruso. Según el NYT los funcionarios se negaron a decir cuántos generales habían muerto como resultado de la ayuda estadunidense. Estados Unidos se ha centrado en proporcionar la ubicación y otros detalles del cuartel general móvil del ejército ruso que se desplaza con frecuencia.
Estados Unidos y la OTAN son parte de la guerra y ya no lo ocultan aunque Biden ha tratado de mantener oculta gran parte de la información. Aunque el propio Biden ha dicho querer que los rusos sepan “lo mucho que Estados Unidos están ayudando a los ucranianos y que seguirán haciéndolo”. Cosas del presidente.
Por lo pronto, Rusia se niega a e involucrar a los países de la OTAN como partícipes de la guerra, lo que le permite a los gobiernos negociar en lo individual los suministros rusos. Cosa que ha pasado desde que se inició el conflicto.
Ahora, Rusia ha anunciado 20 corredores humanitarios para que los civiles puedan abandonar los subterráneos. Ahora ha anunciado otro que durará tres días, completado con un alto el fuego después de dos días de combate.
La ONU quiere aprovechar la tregua para enviar un nuevo convoy que permita la evacuación de Azovstal pero los ucranianos niegan que exista ninguna tregua. La información sigue siendo, pues, contradictoria.
El portavoz del Kremlin asegura que el ejército ruso respeta el alto el fuego en torno a la planta y que los corredores humanitarios están “en funcionamiento”.
Por el contrario, el subcomandante del Batallón Azov, abiertamente neonazi, sostiene que se están produciendo “combates sangrientos” en el recinto.
Lo cierto es que al margen de las versiones propagandísticas de los medios informativos occidentales, más o menos uniformadas, todo indica que el balance para Rusia es favorable. De ahí que se fortalezca el rublo pese a la guerra económica.
La debilidad/fragilidad del esquema neoliberal de globalización ha sido exhibida por la pandemia y la guerra. El fortalecimiento del rublo sugiere que asistimos a una inflexión mayúscula en el orden planetario. Suena incierto y en ciertos aspectos ominoso, pero puede ser harto esperanzador toda vez que demuestra que hay otras formas de capitalismo menos destructivas, aquellas que se basan en relaciones colaborativas y prioridades nacionales, no “globalistas”, como argumentan los diputados de la ignominia.
