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El peso mexicano frente a los agoreros de la desgracia

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En plena carnicería de monedas de los mercados emergentes como consecuencia de la pandemia, la guerra económica contra Rusia, y las perspectivas recesivas de la economía estadounidense, el caso del peso mexicano es sorprendentemente atípico. Se ha mantenido e incluso revaluado cuando casi todas las monedas pares sucumbieron al impulso alcista del dólar, un rendimiento superior tan marcado que algunos analistas han decidido llamarlo el “superpeso”.

La calificadora Bloomberg lo atribuye a impulsores que califica de típicos: una política fiscal estricta y aumentos en las tasas de interés que han impulsado el “carry trade”, esto es financiarse a un bajo tipo de interés y usar esa financiación para invertir en activos que den un mayor tipo de interés. Pero otro factor clave son las expectativas de un cambio radical en el comercio mundial en los próximos años que podría generar un aumento en la inversión extranjera directa.

Hoy México atrae fábricas que estaban en China en la medida que los salarios más altos y un aumento en los costos de transporte socavan lo que habían sido las ventajas competitivas asiáticas. La pandemia de covid desalienta las cadenas de suministro remotas e incentiva a las empresas a trasladar sus operaciones de Asia a más cerca de los Estados Unidos, el mercado más grande del mundo, un cambio conocido como “nearshoring”, donde las empresas transfieren procesos productivos a terceros ubicados en destinos lejanos con la finalidad de reducir los costos que estos tendrían al ser maquilados en su lugar de origen.

A la logística se suman, además, los cierres estrictos como parte de la política Covid Zero de China y los temores de que China podría hacer un movimiento contra Taiwán que provocaría sanciones de los países occidentales. Escenario probable si nos atenemos a la debilidad estratégica de los Estados Unidos luego de las sanciones a Rusia que han puesto a Europa occidental en la orilla de una crisis mayúscula.

Es la reversión de un cambio que inició hace dos décadas, cuando China se unió a la Organización Mundial del Comercio y desplazó a México como principal centro manufacturero de las empresas estadounidenses. Hoy las exportaciones de México a EU reducen la brecha con China. Los inversionistas que a fines del año pasado pronosticaban que el peso sería uno de los mayores perdedores del mundo en 2022, no se la acaban.

México empieza a recuperar las ventajas competitivas que perdió hace décadas, cuando se instauró el dogma neoliberal. Los fondos de inversión prevén que esta será una década de ascenso de México. A expensas de China. El peso mexicano se desprende de un vínculo de 20 años con el Departamento.

La fuerza y prudencia de la actual política económica se refleja también en el desempeño del peso mexicano frente al yuan. Se ha revalidado en 15 por ciento desde marzo del 2020. Los analistas económicos y financieros pronostican que es una tendencia que se fortalecerá en la próxima década.

Esto es claramente perceptible en todo el norte industrial de México. Desde Tijuana en el Pacífico hasta Matamoros en el Golfo, donde se construyen fábricas en toda la franja fronteriza. El descubrimiento del litio, clave en la fabricación de acumuladores eléctricos. Hay bulldozers y excavadoras por todas partes. Al menos seis proveedores de Tesla Inc. –las empresas taiwanesas EnFlex Corp. y Quanta Computer, la firma francesa Faurecia SE, la alemana ZF Friedrichshafen AG y APG México– se han establecido desde el año pasado en el estado de Nuevo León.

Ya solo falta el maxi proceso que juzgue a los depredadores del país de los últimos treinta y seis años.

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