Jorge Salazar García
Cualquier persona, en algún momento de su vida, ha tomado decisiones para resolver un problema sacrificando conscientemente algo. Ordinariamente, la pérdida incluye aspectos materiales y emocionales. Si estos son leves, la estabilidad psicológica, por esta causa, no sufrirá afectaciones significativas. La tribulación surge cuando la elección implica la pérdida de algo irreparable y destroza emocionalmente de por vida a quien la toma. En tal caso, la persona debió enfrentar un problema llamado DILEMA, definido en el diccionario como una “situación comprometida donde hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger por ser igualmente dañinas”.
Generalmente, tales decisiones son tomadas bajo presión externa (poder) o interna (deber). Sin embargo, aunque no lo parezca, aún así, el individuo dispone del libre albedrio para no acatar la orden o el deber; sobre todo, si sabe se ocasionará daño a otros. Dicha conducta cae en el terreno de la ÉTICA; se obedece a la conciencia con base a la responsabilidad social (Moral) y personal (Ética) implicadas. Esta manera de proceder prevalece en la humanidad. La conciencia y el sentido común sobreviven a pesar del embate dirigido desde la parafernalia mediática para crear falsos dilemas.
Un ejemplo de lo anterior es el conflicto inducido desde algunos medios informativos sobre la vacunación. Lo han convertido en un Dilema ético para quienes no desean vacunarse, aduciendo que de ese modo no hacen daño a los demás. Es un falso argumento, por lo menos cuestionable. Pues usando el sentido común surgen dudas razonables como ¿por qué vacunarse si la inyección no inmuniza y tiene efectos colaterales? o, ¿por qué volver a vacunarse si la primera vacuna sirvió. Este simple razonamiento hace injustificable el hostigamiento moral contra quienes NO quieren vacunarse.
Uno de los dilemas más famosos fue motivo de la película “La decisión de Sophia” (1982), protagonizada por Meryl Streep. En el film (https://www.youtube.com/watch?v=tGr509SbP0c&t=320s), la actriz representa una mujer judía, madre de dos hijos. Siendo conducida prisionera con estos, por los nazis; el oficial encargado de seleccionar a quienes irían a la cámara de gases, le propone, como privilegio a su belleza, salvar a uno de los niños. De no hacerlo, le dice, ambos hijos morirán. Puede usted imaginarse, sobre todo si es mujer, la desgarradora angustia que invade a esa madre. Cualquier decisión le destrozará el alma de por vida.
Algunos padres en proceso de divorcio multiplican el dilema inverso cuando piden a sus hijos decidan con cuál progenitor quedarse. Inconscientemente les generan el peor dilema de su vida, destruyéndoles emocionalmente la existencia. Tal vez esto explique porqué los jóvenes ya no quieren procrear o porqué aumentan los suicidios.
En el caso de los adultos, dependiendo de la formación y condiciones particulares individuales, siempre hay otras salidas. Por ejemplo, una budista, para no incrementar su Karma, dejaría la decisión al oficial en el caso de Sophía. Además su desobediencia estaría éticamente justificada, pues de acuerdo a Mahatma Gandhi: cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer. Naturalmente, el sacrificio y sufrimiento no desaparecerían.
Antes de la caída del muro de Berlín (1985), prevalecía y se extendía la tendencia humanista de SER mejores para servir mejor. Cuando se preguntaba a los niños qué querían ser de grandes, elegían profesiones consideradas socialmente de servicio, tales como bombero, policía, enfermera, médico o maestro. En las escuelas de educación básica se inculcaba el amor a los demás y el respeto por lo ajeno. Después de las reformas educativas neoliberales, a la respuesta anterior se sumaron los “oficios” de narco, empresario, banquero, sicario, mercenario, actividades centradas en ACUMULAR DINERO, sin importar el medio. Sus reformas eliminaron o pasaron a segundo término los contenidos educativos propiciadores de la reflexión y construcción del sentido de lo humano, incrementando el vacío existencial y pérdida de voluntad para vivir.
A continuación, le transcribo tres Dilema más:
Dilema de Epicuro.
Este filósofo griego (341-270 a. C.), planteó el siguiente Dilema sobre el MAL. Siendo Dios Omnipotente y Omnibenevolente el MAL no debiera existir. Porque, si desea evitarlo y no puede, NO es OMNIPOTENTE; o si puede evitarlo y no lo hace, NO es OMNIBEVOLENTE. Claro el dilema es para Dios.
Dilema del operador.
Un trabajador encargado de operar un puente levadizo, por donde pasan trenes de pasajeros, escucha el silbato de uno avisándole debe bajarlo, como siempre lo hacía. Cuando pone en acción el mecanismo y el puente comienza descender, desde la caseta de controles ve a su hijo atorado en la base donde la estructura se asentará. Al ya no quedarle tiempo para rescatarlo, su angustia se convierte en pavor. Sabe que detener el descenso del puente salvaría la vida de su pequeño pero ocasionaría la muerte de decenas de pasajeros. Es un terrible dilema de apremiante solución donde no hay tiempo de cálculo (mal menor) alguno.
Dilema médico.
Un galeno atiende a 6 pacientes graves. Uno de ellos agoniza, los otros 5 requieren de un trasplante para sobrevivir. Una vez muerto el agónico, con sus órganos, el doctor podría salvar al resto. Repentinamente, le llega un medicamento que puede curar al agonizante. El discípulo de Hipócrates debe decidir entonces: salvar a cinco dejando morir a uno, o salvar a este, permitiendo la muerte de los otros. El dilema surge con cualquier decisión, en ambas sacrifica el juramento de Hipócrates.
Lamentablemente, los dilemas crecen en proporción equivalente a la masificación del nihilismo existencial. Desde la ciencia y la tecnología practicadas SIN ÉTICA se vacía lo humano; la primera, por carecer de un objetivo de vida y la segunda por sólo ser un medio para conseguir un propósito. El SER, no es únicamente fruto de mutaciones biológicas, ni su destino está determinado irremediablemente. Cada persona es el resultado evolutivo de aspectos físico-materiales, sociales y espirituales que le dotan del libre albedrío. Centrar la existencia sólo en alcanzar un propósito, meta u objetivo egóticos es un pase seguro a la FRUSTRACIÓN. Son los procesos vitales, en búsqueda de un ideal o una causa, los que dotan de sentido la VIDA. Al respecto Víktor Frankl “En el principio era el sentido” dice: “Este es el trasfondo sociológico del vacío existencial: la sociedad actual aspira a satisfacer sus necesidades e incluso a crearlas. Pero hay una necesidad humana esencial frustrada y obviada por la sociedad: la necesidad de sentido”.
Parecería irracional negar la influencia que el medio ejerce sobre el destino humano, pero el único encargado de darle significado a la vida y trascender (sirviendo) es el hombre mismo actuando con responsabilidad ética. Sin duda se falla en ocasiones, pues cada quién tiene su propia dotación de sufrimiento y frustración con las cuales lidiar, pero eso es precisamente, lo que permite valorar lo bueno de la vida y otorga la DIGNIDAD de humano.