Por Jorge Salazar García.
Tienen razón los zapatistas respecto a la guerra en Ucrania: intereses económicos están en juego y es alentada por oligarcas. El juicio es incuestionable y dado que podría convertirse en una conflagración nuclear parece pertinente indagar porqué y quiénes la alientan desde ambos bandos.
No es un dislate afirmar que la guerra representa para las compañías de armamento y financieras, principalmente, jugosas oportunidades de negocios, al grado de formar parte de sus agendas de inversiones. ¿No acaso sus acciones se cotizan en los mercados de valores?
Simplemente, aunque suene cruel, la guerra es una estrategia más de negocios que los señores del dinero despliegan cuando ven disminuir el ritmo de expoliación de la riqueza. Siendo Estados Unidos su centro de operaciones y habiendo conducido a esta nación al estado de crisis profunda actual, resulta lógica la permanente oposición de su gobierno a participar formalmente en los diálogos de paz; al contrario, Biden atiza el fuego con armas, sanciones y mas guerra mediática.
Se dice que la verdad es la primera víctima en la guerra, aunque trillada la afirmación, no deja de ser cierta. Así ha sido a través de la Historia; la diferencia del presente con el pasado, radica en el uso de técnicas psicológicas sofisticadas para manipular la conciencia de manera masiva y global, y naturalmente en las nuevas tecnologías de la guerra. La verdad se volvió vendible y la mentira, un medio para subir su precio. No es casual que las batallas se estén dando también en el área informativa con los objetivos de “shockear” la razón y manipular a la opinión pública a favor de quienes diciendo buscar la paz, promueven la guerra. Tanto el poder económico como el político involucrados, ocultarán lo que sea necesario para conseguir sus objetivos. Los políticos mienten con desparpajo a los gobernados, para no hundirse en la ilegitimidad total. No hacerlo podría significar perder el poder ($) y, por supuesto, no disponer de carne de cañón barata.
Casi se había disipado el terror global inducido por las corporaciones farmacéuticas y la OMS con el covid-19 cuando los poderes económicos y políticos vuelven a intoxicar al mundo con sus falaces mentiras. La invasión rusa a Ucrania (condenable) fue en realidad un gran éxito de la estrategia estadounidense en su lucha por la hegemonía mundial disputada por China y Rusia. Biden, teniendo el 53% de desaprobación, bloquea las negociaciones actuando como mercenario de los oligarcas. Pretende paliar los graves problemas inflacionarios, migratorios, violencia interna y de ilegitimidad tal como Maquiavelo en su obra “El Príncipe” lo aconseja para recuperar autoridad y reputación: promoviendo la guerra externa. Claro, continúan usando el manual del gurú del neoliberalismo (Milton Friedman); aplican una terapia de shock, imponen medidas drásticas, moviendo ejércitos y policías para aprovechar el trauma colectivo con la amenaza de la guerra nuclear (Naomi Klein, “La doctrina del shock”). Nada extraño en E.U.A., pues cada vez que un presidente yanqui pierde legitimidad y atraviesa por una crisis económica invoca al espíritu bélico.
Otro importante motivo para tributar al Dios Ares es el gigantesco endeudamiento del gobierno norteamericano (30 billones de dólares), acelerado a partir de que Nixon sustituyó el oro por el dólar como base monetaria. Desde entonces, E.U.A. se puso a hacer dinero (fiduciario) para cubrir sus crecientes compromisos con las insaciables compañías militares, pagar los intereses de la deuda y reducirla artificialmente. Estas políticas de rescate a los más ricos, además de haber generado una espiral inflacionaria y pobreza incontenibles, al ser exportadas, clavan la puntilla en las economías locales forzándolas a reorientar el gasto público y a endeudarse, al grado de quebrar naciones enteras, trasladando los costos a los trabajadores.
La crisis económica ya viene de rato, incluso antes del Covid-19, pero no fue suficiente para los saqueadores imperiales. Pero como los señores amantes del capitalismo salvaje, NO están dispuestos ni a pagar contribuciones, recurren al recetario del shock: saqueo-inflación-pobreza-terror-saqueo. De ahí derivan las sanciones a Rusia, armar a Zelensky e imprimir más dinero.
Estas medidas contraproducentes del gobierno de Biden harán disminuir el flujo de dólares sanos, aumentarán las primas de riesgo y traerán la recesión, volviendo al ciclo vicioso de hacer dinero sin valor. Esto no es especulación, recién el miércoles pasado la Reserva Federal (FED), incrementó las tasas de interés en 0.25 % lo cual, sin duda, repercutirán negativamente en los ciudadanos. Y por supuesto, afectará duramente a México debido que las remesas de dólares disminuirán y la deuda (13 billones de pesos) externa aumentará al igual que el pago de intereses (900 mil millones de pesos en este año).
Todo lo anterior, como estrategia de apropiación de la riqueza, se ve confirmado por el aumento del precios de las acciones de los muy ricos en las bolsas de valores. El conflicto armado en Ucrania será aprovechado globalmente para escalar los precios de alimentos y energéticos imponiendo sacrificios a los pueblos. De ahí, como efecto dominó, la inflación y el control de precios harán añicos el poder adquisitivo de los salarios. En Wall Street con lascivia se frotan las manos ya.
De hecho las utilidades reportadas por la industria de armamento alcanzaron los 100 mil millones de dólares en dos semanas de guerra.
La acumulación exige más acumulación, es como un hoyo negro demandando más y más dinero para mantener lucrativa la economía de mercado. Por ello es natural que los magnates obliguen ($$) a sus marionetas políticas imponer a los gobernados medidas calificadas como dolorosas pero necesarias. La alternativa de sacrificar parte de sus ganancias, tal como lo propuso el foro económico mundial en 2019 para humanizar el capitalismo, es inaceptable en quienes, posesos del espíritu de la codicia, jamás darán ni agua al gallo de la pasión. Los señores de la guerra no pueden prescindir de ella, la necesitan como el aire que respiran.