viernes, mayo 3, 2024
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Xalapa y la música

¿Cómo encontrar espacios de porvenir y de optimismo entre la realidad nacional y global que están al acecho? La interrogante es mucho más que eso y se convierte en un acertijo en un mundo donde la amenaza a la democracia, el desgaste del planeta y la polarización ocupan pesadumbre y pocas soluciones.

Ver nuestro entorno inmediato es clave para repasar momentos de gloria y edificación de los bienes colectivos, no como tarea melancólica del ayer, de lo que fue, sino como pausa para reencauzar, valorar y profundizar una nueva ruta en el siglo XXI, de lo bien que se hizo.

Xalapa, en su tradición y edificación de instituciones artísticas y musicales tiene que hacer una escala para un nuevo camino que la distinga con hechos de la agotada leyenda de “Atenas Veracruzana”, que para muchos es arqueología más que presente. Los drásticos recortes a la cultura y la salida de talentos creadores que se educaron en la capital son un aviso contundente de una dura realidad más allá de posiciones ideológicas o de añoranzas que tienen lejana la ciudad que fue cuna del estridentismo con un veracruzano universal como fue Manuel Maples Arce.

Los emblemáticos casos de hombres como Sergio Galindo, Emilio Carballido, nuestro Premio Cervantes, Sergio Pitol, entre otros eminentes creadores, fueron presencia ilustre, pero también formación de cuadros y visor para saber descubrir nuevas plumas y ediciones, tal como la que la UV publicó la primera obra a Gabriel García Márquez, “Los Funerales de la Mamá Grande”, ni más ni menos al que más tarde sería Premio Nobel de Literatura. Gabriela Mistral, la chilena insigne también Nobel, valoró en latitud xalapeña la oportunidad para las letras y el arte. Las visitas continuas a Xalapa por su sangre veracruzana de origen paterno, fue para Carlos Fuentes una escala intermitente. Veracruz es el lugar del entrecruce de la residencia de la cultura madre olmeca en el devenir del México antiguo con la resistencia y conflicto de la modernidad en un Estado nacional. Ni más, ni menos.

Si las letras, el teatro y la danza hablan junto a la plástica y al espléndido Museo de Antropología, la música ha producido en Xalapa una sensibilidad pocas veces vista en otras ciudades. Incontables grandes maestros han hecho de la música un sinfín de expresiones de calidad, desde la popular con la vena del son veracruzano de otras áreas del Estado al jazz, a la música clásica, la trova, a la herencia afroantillana y en general en todo estilo.

En el lejano 1959 los problemas de salud del mítico chelista español, Pablo Casals, quizá el mejor de los tiempos, le imposibilitaron viajar a la Ciudad de México por la altura y se decidió que Xalapa hiciera su festival llegando músicos del calibre de Arthur Rubinstein o Mstislav Rostropovich. No fue un mero accidente del destino. Se hizo en Xalapa que vio nacer en 1929 la primera orquesta sinfónica de un México que apenas estaba apagando la nube de pólvora que fue la Revolución Mexicana. Esa tradición musical de larga data hizo que el ancla de un grande como Casals viera para un festival que catapultó a Xalapa y a su reconocido Conservatorio de Música.

Los grandes directores de orquesta antes de llegar a Bellas Artes en el Anáhuac transitaron por Xalapa. Como titulares o invitados, directores como Juan Herrera de la Fuente, Enrique Diemecke (hoy director de la Filarmónica de Buenos Aires con sede en el Teatro Colón), Francisco Sabin, Fernando Lozano, entre muchos otros magníficos maestros dieron con su trabajo continuidad, profundidad y sello de orgullo a la Orquesta Sinfónica de Xalapa.

Xalapa no puede tener una armadora automotriz con una inversión de miles de millones de dólares, tampoco podrá tener un beneficio directo por una cervecera en el Puerto de Veracruz, como algunos piensan con ingenuidad. Rearmar una administración pública profesional, comprometida y neutral en el campo político transita por las universidades y centros de estudios que sean dignos de esa misión, pero también por rescatar su origen en el arte, la música e inclusive en su profunda impronta culinaria que hace que la gastronomía veracruzana sea tierra y mar y no se agote en el robalo a la veracruzana o en las gordas.

Sin chimeneas de industria, Xalapa se hizo cosmopolita por recibir refugiados españoles y latinoamericanos, pero también hombres y mujeres de toda Europa y significativamente de la Oriental, del “otro lado de la Cortina de Hierro”, que supieron dejar con sus hondas enseñanzas un legado de excepción. Si Alfonso Reyes escribió que “sólo se puede ser provechosamente nacional si se es generosamente universal”, en Xalapa cobra sentido en edificantes diálogos que en suma contribuyen al quehacer ciudadano, a la civilidad.

Muchos se han aprovechado del éxito del tenor xalapeño, Javier Camarena, para señalar que Xalapa tiene un hijo pródigo, otro “Xalapeño ilustre”, que lo es, pero el éxito de Camarena fue personal y de lucha para estar en la cumbre en el mundo de la ópera, más que a un logro institucional. El éxito de Camarena, que alguna vez cantó en los camiones urbanos xalapeños para tener algunas monedas, contrasta con músicos profesionales a los que hoy se les cierra el paso, se les ningunea en restaurantes, se les extiende un camino de turbulencias burocráticas o son presa de grupos de presión que acomodados en su feudo se niegan a abrir espacios para otros. La metástasis empieza por esos últimos heraldos. Xalapa no merece eso. La lamentable y prematura muerte del laureado violinista xalapeño Erasmo Capilla hace pocos años evoca un memorial para él, pero también deja entrever que Xalapa debe seguir siendo siempre el lugar al que se puede regresar para emprender nuevos horizontes después de conocer la gloria en las principales salas de concierto del orbe.

Carlos Prieto, gran chelista mexicano y de cuna regiomontana a la que renunció a sus puestos en la boyante industria de Monterrey para dedicarse a ser músico, era espléndido para obsequiar instrumentos y ayudar la noble tarea de la laudería profesional cuando visitaba Xalapa. Un garbanzo de libra, pero se debe tener claridad de que la inversión cultural es eso, inversión, no gasto burocrático ni beca por la que no se demanda nada.

Si quiere Xalapa tener más que viabilidad básica en un pobre presupuesto municipal, debe regresar a su origen preciado en la música, las artes y en la gastronomía. Frente al centenario de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, es oportuno revisar la oportunidad para construir un futuro promisorio que sea alegoría para el espíritu nacional y universal de las artes. Esa tarea pasa por un conjunto de “cómos”, pero ya plantearlo para ganar el futuro, es un paso decisivo.

Juan-Pablo Calderón Patiño

@balajucapitan