viernes, marzo 29, 2024
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Un diplomado en respuesta a una urgente necesidad

Marcelo Ramírez Ramírez

Nota de la Redacción: En ocasión de la reciente inauguración del Diplomado “Aprender y enseñar en entornos virtuales”, a efectuarse con los profesores cubanos Fernando Ortega Cabrera y Diosvany Ortega Gonzales y el Centro Regional de Estudios Superiores Paulo Freire, su Rector, el Dr. Marcelo Ramírez Ramírez dirigió este mensaje de gran actualidad a las maestras y maestros integrantes del Diplomado. Dada su trascendencia ética y educativa que rebasa la “complicidad del aula”, lo publicamos en su totalidad.

“Pueblo grande no es aquel en que una riqueza desigual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos y mujeres venales y egoístas. Pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres buenos y mujeres puras”.

José Martí 

Hace apenas unas semanas, nos enteramos de la muerte de la escritora, poeta e investigadora Fina (Josefina) García Marruz. Noticia muy triste para los cubanos y para todos los que admiramos el genio de José Martí y su herencia a la causa de la democracia en las naciones de Hispanoamérica. Fina García Marruz y su esposo Cintio Vitier, fueron fieles al ideario martiano, participando activamente de diversas maneras para mantener viva la memoria del cubano universal. Lo hicieron en un ejercicio incansable de rescate y difusión de su obra, dando a conocer las múltiples facetas del pensador político, uno de los más grandes del Continente; del poeta de honda sensibilidad humana; del escritor que defendió los ideales del amor y la fraternidad; del luchador de la libertad de su amada Isla por la que sacrificó las dulces intimidades de la vida familiar, con la recia convicción de los héroes romanos de la República. Las virtudes intelectuales de Martí iban a la par de su grandeza moral, fruto de su disposición natural al bien. Debido a esta cualidad estuvo predispuesto al optimismo respecto a la condición humana: tenía alma de educador. Para él es más importante el potencial de las energías creativas que la presencia innegable de los instintos destructivos, alimentados por ideologías de corte hobbesiano. “El hombre es el lobo del hombre”, cuando el condicionamiento social lo predispone a ver en sus semejantes competidores a los que debe eliminar y no socios con los que necesita colaborar en función de intereses comunes.

“Contra el totalitarismo del odio- decía-, el totalitarismo del amor”. Esta convicción, que se encuentra en el núcleo del credo martiano, hace de José Martí un modelo para las maestras y los maestros.

En una entrevista concedida por Fina y su esposo en enero de 2007, recordaron la luminosa frase de Martí: “El odio es una reacción, el amor es un acto”. Así mismo destacaron que Martí fue el único que hizo una guerra sin odio. No sabía odiar y menos al pueblo español del cual procedía, cuya tradición humanista admiraba y que en esta escuela tenemos presente en la figura del Quijote de la Mancha. José Martí luchó contra la injusticia, teniendo en mente un orden social con libertad, paz y oportunidades para todos. Esa era su idea de la democracia que, en cada caso debía adaptarse a la índole de los pueblos. Esa idea mantiene su validez en nuestros días, porque sólo en un mundo donde los bienes materiales y espirituales fluyan para beneficio de la comunidad, podrá alcanzarse una vida digna. Sin democracia con sentido social, es decir, con contenidos concretos para el bienestar de la comunidad, los discursos sobre multiculturalismo, interculturalidad, derechos humanos, feminismo, ecologismo y un largo etcétera, se vacían de significado pasando al arsenal de los recursos legitimadores.

Yo quisiera pedirles, puesto que contamos con la participación de los distinguidos maestros cubanos en este diplomado, que el desarrollo de las sesiones de trabajo se cumpla bajo la luz del pensamiento martiano que puede resumirse en fórmula breve: poner las herramientas de la tecnología al servicio de una educación formadora de ciudadanos aptos para la convivencia planetaria. Las tecnologías de la información y la comunicación, son medios poderosos e inestimables; pero lo son precisamente en calidad de medios y deben estar al servicio de los valores que promueven positivamente la existencia del hombre en la tierra, entendida como patria común. Con el empleo de la tecnología educativa, tiende a desaparecer buena parte del elemento emocional en la construcción del conocimiento y, como sabemos lo emocional es un factor decisivo para interesarse en conocer determinados aspectos de la realidad. Ahora bien, los intereses intelectuales, científicos, artísticos, brotan y evolucionan a la sombra del ejemplo, de compartir con los maestros y compañeros experiencias reveladoras que despiertan las distintas vocaciones. ¿Cómo preservar estos valores que animan el impulso hacia las ciencias y las artes? ¿Qué aptitudes requiere el docente para cumplir esta tarea? ¿Cómo puede sacar el máximo provecho a las tecnologías sin alienarse al poder que ellas encarnan?

Enseñar y aprender en entornos virtuales, será una aventura estimulante, si se mantiene el propósito de enseñar y aprender, como componentes del acto de formar ciudadanos de la polis universal.

El instrumental tecnológico es una prolongación de los sentidos humanos, principalmente de la vista, el tacto y el oído, que hacen posible un primer acercamiento a la realidad; en el proceso cognoscitivo, la objetividad se construye partiendo de estos datos, los cuales por sí mismos son insuficientes y requieren la participación de otros atributos humanos como la capacidad de abstracción, la memoria, la imaginación, para llegar al conocimiento. En la educación presencial, el educador que tiene frente a sí al aprendiente, va descubriendo en él sus diversas capacidades y desarrolla la sensibilidad para orientarlo hacia los objetivos que mejor responden a esas capacidades e intereses vitales. En lo que me gusta llamar la complicidad de aula, se da un encuentro cercano entre docente y aprendiente, que favorece el descubrimiento de vocaciones y el éxito en la formación de la personalidad del educando. Esta complicidad que nos regala la cercanía, ya no es posible en la educación a distancia. Y este es justamente el reto. Que el acto educativo conserve su virtud esencial de formar seres humanos, no máquinas de producir y consumir. ¿Cómo conseguir formar hombres buenos y mujeres puras, dicho en formula martiana? Diré, ante todo, que no debemos incurrir en el simplismo de entender la bondad y la pureza a que alude José Martí con óptica reduccionista, a que nos empuja fatalmente la visión instrumentalizada predominante en la sociedad de consumo. Bondad y pureza, nos invitan a rescatar y hacer prevalecer como valores articuladores de la vida social, impulsos originarios de la naturaleza humana. También existen, desde luego, las tendencias destructivas, el odio irracional y la competencia por prevalecer los unos sobre los otros, basadas en el más crudo egoísmo. Y esto lo sabía muy bien Martí y así debe entenderse la frase ya citada que nos reta a vencer el totalitarismo del odio con el totalitarismo del amor. 

Los valores requeridos por la humanidad en la era de la globalización, tienen su raíz en estos impulsos originarios que la educación virtual debe asumir a fin de promover el encuentro positivo de las culturas, la cooperación y la solidaridad entre los pueblos. De todo esto, puedo concluir que el modelo deseable de educación en entornos virtuales, es aquel que preserve la eficacia en la transmisión de los contenidos cognitivos e incluso potencie está eficacia, aprovechando las bondades de las tecnologías de la información y la comunicación, sin renunciar a la dimensión axiológica inherente al acto educativo.

Expreso mi confianza en el éxito del diplomado “Aprender y enseñar en entornos virtuales”, que responde a expectativas del magisterio de Veracruz y al propósito de darles respuesta, con el sólido sustento teórico aportado por investigadores comprometidos con una educación de calidad.