jueves, abril 18, 2024
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Repensar las conmemoraciones

Dr. Luis A. Canela Morales

El Colegio de Veracruz

Estimados lectores. Esta columna quincenal (15 y 30 de cada mes), que habrá de aparecer en este medio informativo bajo el nombre de “Visión de paralaje”, pretende ser un diálogo sobre temas relacionados con la Filosofía, la Ciencia, la Historia y la Política. He elegido el nombre de “Visión de paralaje” porque busco presentar una visión renovada que, como la paralaje, asuma el desplazamiento real, y no aparente, de los objetos y situaciones causado por los cambios en la posición del observador. El primer tema que quiero poner sobre la mesa es el concepto de conmemoración.

El año que recién terminó, 2021, fue nombrado como el año de las conmemoraciones. Este año, 2022, fue denominado, también, como el “año de Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución Mexicana”. Pero, ¿qué son las conmemoraciones? ¿Qué significa conmemorar algo? De entrada, podemos sugerir que conmemorar significa “traer nuevamente la memoria al presente”. Las conmemoraciones tendrían, por tanto, una función ligada al saber histórico y otra ligada a la legitimidad de ese saber (Pereyra, Historia ¿para qué? México, Siglo XXI, p. 11). Es decir —y partiendo de esta distinción— el discernimiento de por qué las conmemoraciones adquieren un valor en la construcción de la realidad social, cobra sentido: pues una conmemoración es, ciertamente, traer al presente el ejercicio viviente de una razón histórica.

Ahora bien, las reflexiones sobre el valor y el papel histórico que juegan las conmemoraciones incluyen, por lo menos, dos formas fundamentales de la memoria: la memoria individual y la memoria colectiva. Ambas están, a su vez, inmersas dentro de un emplazamiento más general: el de la construcción de la realidad social. La justificación de esto último es evidente: toda manifestación social forma parte del entramado histórico. Pero para entender esto hay que intuir la interrelación entre el vínculo con el pasado (entendida como memoria y tradición), la identidad y la continuidad del presente operante, de manera tal que se dé una unificación social y temporal que allane el sentido que juegan las conmemoraciones. Desde luego, el ejercicio de esta comprensión del sentido histórico de rememorar también debe animar la revisión o lectura crítica. En efecto, se trata de desafiar, a través de ellas, el elemento del presente operante o lo que es lo mismo, se trata, si se me permite esta prescripción, de una revisión “humana, demasiado humana” de quienes, por ejemplo, forjaron nuestra historia; de la recuperación de personajes no mencionados u olvidados; de la revisión de episodios cuya importancia no ha sido reconocida y, en suma, de recuperar un sentido histórico que abra condiciones de posibilidad (de las acciones humanas). Es una oportunidad para sopesar una nueva concepción histórico-crítica que estimule la presentación de una narrativa histórica accesible, pero rigurosa. Si bien es cierto lo que Pierre Nora señala en Les lieux de mémoire, que el historiador debe ser un árbitro y un intérprete entre las diferentes memorias, también es verdad que es necesario diferenciar nuestro pasado para cimentar un discurso unificador. En suma, de lo que se trata es de pensar las conmemoraciones desde la reconciliación del carácter social, acercándonos con ello al ideal de Villoro: donde “un pequeño trozo de historia puede decirnos mucho sobre el misterio de nuestra propia condición” (El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, UNAM, p. 13).