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Larga fila del 2 de junio

De los primeros y los últimos

Josefina Ramírez Velázquez

Ser funcionaria de casilla ¿es importante?, ¿da prestigio?, ¿reditúa económicamente hablando? Nunca pensé en ello. Cuando me llegó la invitación, según esto por una elección al azar, me emocioné, jaja. Me dije: Nunca gano nada, así que será interesante haber sido elegida para ser testigo cercana de un proceso de elección popular tan trascendental como el de este 2 de junio del 2024 en donde por primera vez en la historia de nuestro país se elegirá a una mujer no solo por serlo sino por sus ideales políticos y proyecto de nación.

Acepté, tuve varios días de capacitación, exámenes de los temas centrales, juntas, simulacros que ponían a prueba lo que haríamos ese día de la elección. A medida que avanzaban los días me percataba con cierta ansiedad de lo complejo que es el proceso que implica instalar una casilla para que cientos de personas con derechos ciudadanos se alleguen a esta y ejerzan libremente su decisión soberana para votar, pensando en… Aquí me detuve, me quedé petrificada sin saber en ese momento descifrar en qué tiene que pensar la gente para ir a marcar su decisión soberana. Luego desde mi particular postura pensé en tomar en cuenta el bien colectivo, el progreso social, la instauración de una vida moral y afable para la convivencia con los otros, sobre todo, para lograr la paz.
Eso pensé yo, pero, los ¿demás pensarán eso?
Durante la instalación de la casilla me preguntaba ¿qué hacía que varias señoras, con pinta de maestras de secundarias privadas y de académicas de la UNAM y de la UAM, fueran a dejar su tiempo y sus esfuerzos en esta actividad ciudadana?
¿Por qué un señor bien vestido ha tenido interés, por cuarta ocasión, de participar como funcionario de casilla?
Sin duda todos tienen su historia y sus intereses. Y me parece que esta mi comunidad, de una parte de Coyoacán, está conformada mayoritariamente por conservadores que buscan mantener a sus candidatos del PAN en el poder, ganado hace algunos años sin ver seriamente su trabajo en beneficio para la mayoría.
En fin, que pensaba y pensaba varias cosas, cuando desde las 7:30 que, por protocolo, se inició la instalación de las casillas, empezamos con el nerviosismo de ver quien hacía qué. Algunos ya tenían experiencia por haber participado en anteriores elecciones, yo no.
A las 8 en punto, casi casi imaginando al desesperado sujeto criticón del trabajo de los otros a quienes considera que le deben de servir, sonaron manotazos en la puerta, iniciando de a poquito hasta subir y subir de tono. La exigencia era para que se abriera la puerta de la escuela en donde se había instalado la casilla y los asistentes pudieran iniciar la votación.
Recordamos la enérgica postura de la capacitadora del INE quien nos dijo que no hiciéramos caso de eso, ya que nuestro compromiso era tener la casilla montada con el cuidado de todo el protocolo, que no nos dejáramos intimidar. Incluso llegó a decir, tal vez ya mandaron a algunos golpeadores para reventar el evento.
Ahí empecé a pensar en la responsabilidad de todo el proceso, el tema de mostrar las boletas en perfecto estado ante los ojos de todos, presentar todo el material necesario para que los representantes de partido pudieran firmar las boletas y que todos volviéramos a recordar las responsabilidades y estar en el sitio preciso para poder abrir.
Los manotazos en la puerta se hacían cada vez más fuertes y lograban revelar la irritación de las personas en la fila que, sin nosotros saberlo, ya se prolongaba dando vuelta a la cuadra mostrando la imagen de vigor, de una ciudadanía deseosa de participar.
En el reacomodo por la ausencia de algunos participantes me tocó ser escrutadora, o sea, quien junto con otro escrutador estaríamos en la puerta revisando las credenciales de los asistentes e indicándoles cómo deben de entrar y a donde dirigirse y, en general, organizando a todos los asistentes. Previamente uno de los escrutadores pegó unos carteles indicando que la atención, en dos filas, se haría a todos los asistentes de acuerdo con su apellido. Es decir, de la A-K y de la L-Z.
Cuando al fin abrimos la puerta, íbamos a indicar que se hiciera una fila de adultos mayores, pero vimos que casi todos los asistentes eran eso, adultos mayores y entre ellos unos que otros jóvenes y no tan jóvenes. Decidimos indicar que solo la gente con discapacidad y adulto mayor se formara en una fila aparte, entonces los rumores corrieron entre los asistentes. Y las reclamaciones más.
Muy pronto las exigencias mostraban rostros crispados de enojo y actitudes prepotentes pues la casilla se abrió a las 8:41de la mañana. Tal vez tenían razón, pues se supone que la hora de apertura general es a las 8 am. Sin embargo, lo que evidentemente estaba fuera de lugar eran sus actitudes prepotentes. Me hicieron recordar el meme que expone a mujeres de alcurnia (jeje me encanta esta palabra) preguntando en la entrada “¿alguien sabe cuál es la fila para los de primera clase?”
No hemos aprendido con humildad lo que es la empatía y respeto por el trabajo de los otros, nos han enseñado más a ser verdaderos francotiradores “críticos” sentados cómodamente en el mejor sitio de nuestro hogar para mirar con dureza cómo hacen las cosas los demás.
Así me lo hicieron sentir los de la fila, cuando en varias ocasiones me llamaban con el dedo índice enérgico e indicador para atraerme hacia quien me llamaba y hacerme una sugerencia o para criticar la organización.
Me pedían enérgicamente explicaciones claras de por qué no se había abierto la casilla puntualmente. Unos exigían que se atendieran a los adultos mayores, otros ya formados desde primera hora pedían que se respetara que ellos habían llegado desde temprano. Algunos quienes iban llegando hasta la puerta en sus carros de lujo pidieron ser atendidos de inmediato pasando por alto las decenas de personas que estaban en la fila formados antes que ellos, muchos también, como lo mencioné, adultos mayores.
La crispación subía, varias veces miré el dedo índice, de algunos hombres, sobre todo, llamándome para indicarme algo. Me decían -solo le hago una sugerencia- y venía la retahíla de cosas cerrando con la sentencia de -yo ya fui jefe de casilla y todo estuvo muy bien organizado, no entiendo porque el INE cae en estas ineficiencias y desorganizaciones, ¡qué barbaridad!
Mi voz también subió de tono cuando empecé a indicar lo que debíamos de hacer para ser más eficaces sin dañar a los que ya estaban formados. Pedí que los adultos mayores salieran de la fila e hicieran una fila paralela tal como habían llegado y solo les daríamos verdadera prioridad a los adultos incapacitados que vinieran en silla de ruedas o con bastón.
Más adelante, dado que esa fila “especial” se incrementaba, una nueva indicación les hice saber: Perdonen, pero tendré que intercalar a las personas con discapacidad para que vayan pasando entre las otras de la otra fila. Hubo molestias, caras largas y enfado. Algunas personas fueron groseras mostrando su más rancio clasismo y prepotencia haciéndome sentir que yo estaba para servirles y que no podía estarles metiendo gente pues ellas estaban formadas desde hace mucho tiempo.
No les quedó de otra pues son normas del INE y derechos que hemos ganado.
De cuando en cuando recorría la fila dando indicaciones en modo afable, les decía -ánimo ya falta menos. Por favor tengan paciencia y hagamos de esto una gran fiesta colectiva-. Empecé a conversar con algunas personas, mujeres, que reconocían mis propuestas y mi autoridad como funcionaria del INE, e intercalamos algunas ideas. Convenimos que algunos son prepotentes y quieren todo en ese momento. -Se creen únicos- decía una mujer que se atrevió a comentarme que eso pasaba ahí en Coyoacán, concretamente en esa casilla porque la gente es muy “alzada”, que ella venía de Santo Domingo y la gente estaba muy tranquila esperando, igual a través de largas filas, su momento de entrar a votar.
La gente es prepotente, me decía, tratando de ser discreta acercándose a mi oído. La plática se hacía mayor porque yo asombrada veía como rasgo identitario del momento la actitud de la gran mayoría queriendo ser atendidos como si fueran los únicos y los primeros. Yo decía -me impresiona saber que todos quieren ser los primeros-. Ya entonces otros se incorporaron a la plática asintiendo lo que decía. Sí caray, – decía una mujer rubia abriendo sus ojos de un azul espectacular – la gente se cree que se le va a atender inmediatamente y ¡no!
Respondí sin mucho pensarlo -claro, esa exigencia es una evidente muestra del neoliberalismo que hace que surja la competencia por ser el primero y el individualismo que no deja espacio para la empatía por los otros, que no se piense en la colectividad. La mujer rubia hizo una mueca exhibiendo rechazo a mi idea y me dio la espalda.
Todos querían ser los primeros, eso me quedó claro. Como me quedó claro que me los imaginaba dando codazos a todos pasando entre la fila para llegar primero. Esos codazos, metafóricamente hablando, eran claros ejemplos de cómo algunas mujeres adultas mayores llegaban hacia mí diciéndome -tengo un cáncer brutal y necesito que me atiendan ya porque no puedo estar en el sol. O -tengo un tumor en la rodilla mire se lo puedo enseñar-, me decía al tiempo que me enseñaba su rodilla con exigencia para dejarla pasar. Reí un poco pensándome en otra circunstancia de alguien que me quisiera mostrar algo más íntimo como evidencia de sus males. Sonreí para mis adentros sintiéndome además “cadenera”, jeje. aquella persona con poder que define ¡quien puede pasar y quien no! Qué horror me dije.
Otra joven traía a su mamá, -esta toda guapa con peinado de salón, perfectamente maquillada y con micas de lentes obscuros sobrepuestos a sus lentes,- se dirigía a mí enfatizando: Mi mamá es débil visual, no ve bien y tengo que acompañarla. Incluso la llevaba del brazo con mucho cuidado. Las dejé pasar hacia adelante para que votaran. Minutos después, la guapa madre se había levantado las micas obscuras y buscaba con la mirada a alguien a lo lejos, charlaba con alguna vecina y se manejaba de los más bien sola. Me sentí engañada y no supe si los demás también.
Una mujer con bastón que iba saliendo se encuentra con su vecina o amiga, o familiar y le dice casi en mi cara “te hubieras traído tu bastón para que pasaras rápido”.
Hice una mueca de extrañeza ¡cómo puede decir eso sin pudor!!
Cuando empecé a intercalar a las personas mayores con discapacidad ya se había corrido la voz que los que se habían formado hasta atrás y eran adultos mayores fueran hacia adelante para pasar más rápido. Y se volvió a hacer el fandango y el enojo. Una chica atleta mencionó en voz retadora. Si esa señora viene con tacones quiere decir que puede con todo, así que se forme atrás, quien le cree que tiene discapacidad. La actitud de asombro me envolvía de nuevo, pero en cierto sentido tenía razón. Sonreí.
Las horas se fueron rápido para mí ya que el cansancio apenas lo empecé a sentir después de 7 horas de pie organizando a la gente. Ni hambre tenía, solo me mantenía con agua que tomaba de a traguitos de cuando en cuando.
Pese a todo, mi ordenamiento se atendía.
Federico el otro escrutador era más exigente, pedía las credenciales para checar la clave, el apellido y los pulgares para ver si no se colaba alguien que ya hubiese votado. En algún pestañazo se nos colaba gente que en ese afán de ser las primeras quería ver si lo lograba. Tal vez sí pasó. Otras veces, todos nos preguntaba si podían pasar o si podíamos ir por alguien que formado en la fila ya no podía caminar.
Un señor de mediana edad me dijo: Oiga puede venir por una señora que ya se ve bien mal la pobre que nomás se está recargando en la pared, se ve que ya está muy cansada y es muy mayor. Fui y le dije que si quería venir e, incorporándose me respondió: No gracias, sí tengo 85, pero estoy bien, yo hago mi fila. Me sorprendí también.
Hubo otras muestras de afecto y de solidaridad entre algunos vecinos que se conocían y que quizá conocían a algunos de los funcionarios de las dos casillas. Una de dichas muestras fue la de una afable mujer llamada Cuqui quien nos llevó, desde el mediodía, tamales y atole para comer algo. Yo los recibí y los llevé a la casilla contigua porque en la que yo estaba no teníamos una mesa grande.
Todo el tiempo yo pensé que nos llevarían comida, pero no fue así. Cada quien tendría que llevar su propia comida o pedir a sus familiares que les llevaran algo. En algún momento de ataque de cansancio y hambre me comí medio tamal a hurtadillas. Luego me robé unas palomitas en la mano para no descuidar la entrada y comerlas mientras hacía mi labor de cadenera, jeje.
Hubo representantes de Pan-PRI-PRD, Morena, no hubo de Movimiento Ciudadano ni del Verde. A ellos les llevaban comida, o las mujeres amables del PAN llevaron cosas ricas muy organizadas. Francis una de ellas representante del PAN en algún momento me llamó hacia ella y con sigilo me dio un sándwich hecho por ella. Me dijo: Ya te vi que andas comiendo palomitas, ¡cómo crees!, me di cuenta de que traía otro sándwich y salí por él para dártelo. Eso comí en todo el día, junto con unas jícamas que otras vecinas de la casilla contigua me ofrecieron.
Pudimos intercambiar algunas ideas entre ellas y yo. Fueron muy amables y sonrientes. La representante del PRI me confesó que estaban en la coalición pero que ella era en realidad panista de toda la vida. Pero… haciendo una mueca me dio a entender que no le agradaba del todo, pero que así se dieron las cosas y que ni modo. Así como tampoco estaba muy de acuerdo con la candidata presidencial, pero… y todo lo dejaba a mi entender. Conversamos muy bien y nos apoyamos mutuamente.
Hacia las 3 de la tarde con el sol fuerte, pero menguando, la fila se fue desvaneciendo. Yo jugaba con el tema de que ya íbamos a acabar. Y decía no entiendo porque la gente se descolgó desde temprano y sufrió el sol si era mejor estar hacia la tarde sin que se insolaran.
Pero había cosas, había ansiedades, quizá la idea que había circulado entre la población para incidir temprano en la medición de las encuestas y evitar el fraude. Será, pensé.
Con todo no hubo tiempo ni de comer. Y me mantuve en pie con agua y un sándwich que me supo a gloria.
Cerramos la casilla a las 6 en punto dejado que un chico que venía corriendo en su auto pedía que lo esperáramos. Lo animamos a que se apurara. Fue el último a quien atendimos.
Al cerrar, vino lo más pesado, pero aún no lo sentíamos por la emoción del momento. Todo era tan complejo y entre la organización del papeleo, las actas y el manejo de las boletas, vino el vaciado de las urnas, el acomodo y el conteo. Los observadores de los partidos no perdían detalle, cada funcionario se encargaba de algo. La 2da secretaria y yo nos encargamos de esta última etapa, vaciar, ordenar, contar. Rezamos en el conteo, uno, dos, tres, hasta llegar a 264 cuando se trataba del PAN. Sus militantes nos seguían en el balbucear del conteo. De cuando en cuando hacía bromas diciendo que el PAN estaba empoderado en el barrio. Así le llamo yo a mi espacio de vida. Una de ellas me corregía con desdén, no es barrio, es colonia. O cuando salía un voto para el PRI afirmaba, miren ¡se resiste aún! Yo jugueteaba y dejaba ver que era eso, solo un jugueteo.
También comentábamos de la gente que anuló su voto, alguna decía: Mira nomás venir hasta acá para esto, no lo entiendo.
Hubo pocos votos anulados, algunos tachando toda la boleta, o a todos los partidos o escribiendo “no me representan”. Estos me enfadaban un poco porque me parecía y me parece que es el signo del claro individualismo, ese que hace suponer que como no están a la altura de mis necesidades pues no me representan. Y en consecuencia todo es criticable y no hay un ápice de empatía para los otros con necesidades más inmediatas.
De los votos que de alguna manera se anulan solo uno fue otorgado a David Faitelson en las 6 boletas. Yo comenté: ¡Háganme el favor!! Y me quedé pesando ¿quién podría haber puesto eso? Y llegué a la conclusión que fue un joven con parálisis y en silla de ruedas a quien pasé inmediatamente a la mesa para que pudiera votar. Primero imaginé que tal vez su mamá, quien lo llevaba, iba a inducir su voto hacia su preferencia política. Ella estaba orgullosa y él visiblemente emocionado. Era su primera vez y creo que fue él quien votó por Faitelson. Me dio gusto que ese chico externara su decisión sabiendo que hace poco ese Faitelson había cuestionado el campeonato ganado por el América, tal vez fue su héroe. Pero más gusto me dio saber que su mamá lo dejó ser.
El cansancio me resecaba la boca, me hacía tronar mis huesos en dolorosos movimientos y empezaba a extenuarme en una situación incomprensible que me hacía caminar de un lado para otro sin razón.
Cerca de las doce de la noche Ericka, nuestra capacitadora y coordinadora del INE, nos cantó los resultados del prep. Dijo: Claudia Sheinbaum va a la delantera junto con Brugada. Inmediatamente y sin pensarlo levanté los dos puños agitándolos en un claro sentimiento de triunfo que me hizo olvidar mi cuerpo extenuado.
Me vieron las panistas y la presidenta de la mesa. Me sonrojé y recordé que no debía externar mis preferencias políticas. El cansancio me hizo olvidarlo de inmediato. No la noticia, sino el que se hubieran dado cuenta de mis preferencias. Pero lo recordé porque una de ellas, la representante del PRI, pero panista, me hizo un desdén con cara de enojo y no volvió a dirigirme la palabra.
Los representantes de partido se fueron sin despedirse, los funcionarios de la casilla fuimos cerrando como pudimos unos más visiblemente cansados, otros no tanto. Todos colaboramos por igual, dimos la piel y la inteligencia en ese momento de trascendencia nacional. Yo celebro en un acto extraño, mi cuerpo exhausto pero mi corazón feliz. GANAMOS!!!!! Ganó México y otro mundo es posible.
Caminé unos cuantos pasos con dificultad, mi casa esta muy cerca de la casilla. Al llegar a ella a las 3:15 de la madrugada un letreo cariñoso de mi André André André me decía
“felicidades por defender la democracia”
¡Hay tacos! 02-06-24.
¡Y fueron mis tacos del triunfo!

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