Por José Hernández Herrera
Dinero Tropical
Partamos de un hecho irrefutable. La prosperidad de una nación es consecuencia de la prosperidad de cada uno de los individuos que en ella viven. Para el caso de Veracruz, nuestra patria chica, aplica el mismo principio solo que la regla aplica para nuestros paisanos veracruzanos.
En cuanto a los programas sociales existe un absurdo entre ciertos sectores clasistas al considerarlos limosnas para gente floja. Los programas sociales, como llegan a escucharse entre opiniones clasistas, no son “migajas” sino una política pública para redistribuir la riqueza entre los mismos ciudadanos. Pero aún mejor, esta redistribución puede ser progresiva cuando se le da prioridad a grupos vulnerables dentro de nuestra sociedad.
Sin embargo, también es cierto que, para redistribuir la riqueza de una nación, se tiene que inexorablemente primero generar riqueza por medio de la productividad un país, luego se debe pagar al gobierno los impuestos de la rentabilidad y finalmente el gobierno de forma transparente y eficiente regresar ese dinero por medio programas sociales e inversión en otro tipo de proyectos de salud, educación, infraestructura.
Hoy nuestra tasa de desempleo es muy baja, pero lamentablemente en temas fiscales no andamos nada bien los mexicanos. Un dato puede explicar nuestra situación: México ocupa el último lugar en cuanto a ingresos tributarios entre los países de la OCDE. En promedio, en el año 2022 representó el 16.9% del PIB y en general la OCDE tiene en promedio 34%.
El tema de los impuestos es complejo. En primer lugar, por su propia naturaleza, el pago de impuestos es molesto porque a nadie le gusta que le quiten parte de lo que considera su dinero. En segundo lugar y quizás es lo que agrava más la situación en México, el problema radica en que el dinero recaudado pierde legitimidad cuando se ocupa con prácticas de corrupción o de forma poco transparente.
Afortunadamente las cosas han ido mejorando. En el sexenio que está por terminar mucho de los llamados grandes contribuyentes fueron objetivos estratégicos para la recaudación por el tema de condonaciones y otras formas legales para no pagar impuestos. Entre ellas BBVA, Genoma Lab, Femsa, Alsea, por decir algunos ejemplos.
Solo bajo esta política ante los grandes contribuyentes se entienden que mediáticamente un personaje como Ricardo Salinas Pliego, dueño de Banco Azteca y otras empresas, haya tenido durante este sexenio tanta participación dentro de las redes sociales en oposición a las políticas fiscales.
Su campaña mediática ha sido el no aceptar que debe de pagar sus adeudos fiscales porque los “gobiernicolas” no saben hacer bien las cosas y le están queriendo hacer “COBROS ERRONEOS” de miles de millones de pesos.
En continuidad del sexenio anterior, para este sexenio, la virtual presidenta Claudia Sheinbaun ha dicho que seguirá un proceso de eficientización. Es decir, primero, aquellos que deberían pagar y no pagan, que paguen. Esto es importante aclarar porque dentro de los analistas financieros ronda la idea de que una reforma fiscal donde se cobre más a ciertos sectores es prioritario porque tantos programas sociales y otros proyectos del gobierno, según sus conclusiones, no son sostenibles sin generar nuevos ingresos.
Pero no podemos negar, en los temas fiscales de nuestro país existe un elefante en la habitación igual de grande que el elefante de los grandes contribuyentes.
¿Cuál es ese elefante?
La economía informal.
Casi el 25% del PIB de este país se genera en la informalidad.
Por una parte esto se debe en un inicio a los complejos y desventajosos temas de trámites y porque el marco regulatorio es excesivo. Por otro lado, la formalidad también genera un costo para los emprendedores porque están obligados a pagar impuestos y otros derechos laborales a sus empleados.
¿Qué se puede hacer para avanzar para tener una menor informalidad?
Debe existir un acuerdo para la simplificación de procesos y ayudas fiscales para los nuevos emprendedores. Eso es necesario y requiere un debate público amplio para que sea de una vez por todas bien implementado.
Pero hay un incentivo que puede ayudar mucho y que trata el tema de la inclusión financiera. La India puede ser un referente en su papel similar a México como economía emergente.
Hoy en día, en la India, el pago digital es cada vez más usado. Cualquier ciudadano puede ir a una comunidad en la India y constatar como en los puestos de verduras, en las barberías, en los negocios de comida callejera existe una bocina cobradora que funciona por medio de código QR y a través de ella la gente compra sus productos.
Los pasos para usar estas bocinas de pagos son sencillos. Primero, decides que comprar. Luego, te dicen cuanto debes pagar. Escaneas el código QR del changarro con la aplicación de pagos. Posteriormente, pagas lo indicado a través de tu app de pagos. Finalmente, la bocina da un mensaje de que ha recibido tu pago y la cantidad que recibió.
¿Acaso no les gustaría algunas de estas modernas bocinas de pago en un mercado de La Rotonda para comprar unas gordas gigantes o en un mercado de la Huasteca mientras compras un Zacahuilt?
Pero tiene aún una gran ventaja que se esconde bajo esa compra de tomates o de pepinos. Con una buena estrategia fiscal para estos pequeños contribuyentes se podría incluirlos en la economía formal. Recordemos que, según datos actuales, el PIB de la informalidad en México es casi el 25%. Si solo se recaudara el 10% de estos ingresos serían 2.5% que ya estarían siendo adquiridos para obras y programas sociales.
La clave no se encuentra en forzarlos en pagar impuestos. Se trata de encontrar formas de hacerles más fácil su negocio y como consecuencia que se puedan integrar a la economía formal con los beneficios que eso traería a la economía mexicana.
Por cierto, Veracruz tiene todo el potencial de hacer una buena prueba piloto de este tipo de estrategias de inclusión financiera desde el gobierno con alianza de la iniciativa privada.
