viernes, mayo 3, 2024
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Fin de la novela. Fin de (nuestra) historia.

Lorenzo León Diez

El Conejo (Mauricio Poveda Ortega), enlace entre los grandes narcos de Colombia con los grandes narcos de México, tenía entre sus propiedades una casa llamada la Masión de la Fantasía, en el Desierto de los Leones, de la ciudad de México.


Cuando llegó la Policía Federal a detenerlo corrió donde estaban los tigres blancos y otros animales y evitó evadir la captura.


En una sesión del interrogatorio por parte de los fiscales que llevan en Nueva York el juicio de García Luna, en la que también participaría el Lobo (Oscar Nava) y El Rey (Jesús Zambada), el Conejo relató haber tenido entre 20 y 30 propiedades, mujeres, joyas y muchísimos animales: más de cien caballos, jirafas, tigres blancos, panteras, pumas, canguros, un chimpancé, un hipopótamo, un bulldog y un gato persa, blanco como la cocaína, llamado Perico.


Esto en Nueva York ocurría en los mismos días en que el escritor italiano Alessandro Baricco, impartía una conferencia en Guadalajara y explicaba cómo la novela ha entrado en una zona de decadencia y declive:


“Aguijoneada por las nuevas tecnologías de la información y la revolución digital la narrativa va mudando hacia las series en plataformas de Internet. Leer novelas con seguridad es un acto que está poco a poco saliendo de los hábitos humanos. Esto es necesario vivirlo con mucha calma, sin un exagerado sentido de luto, son flujos, son épocas. Pero aún así, la novela tiene años y años de vida en el futuro, no está a punto de morir, aunque hemos entrado a una zona de decadencia. Las series de televisión eliminan a muchos libros, muchos lectores, es un fenómeno ni feo ni bonito, sólo pasa. Ahora como las novelas del siglo XIX, es el nuevo género de narración más seguido por la gente. La revolución digital es para una masa totalmente abierta, sin muros, sin límites justo para hacer todo lo contrario, encontrar seguridades en imponer límites. Sin embargo, es afortunado vivir el cambio tan profundo que ha significado el paso de lo analógico a lo digital, porque se ha tenido que adaptar al nuevo paradigma. La gente que estamos viviendo este paso tiene que entender ahora a quienes no piensan como antes porque les ha tocado vivir en un mundo nuevo. Espectáculos como la música y el teatro han perdido mucho público. Este cambio si bien ha puesto a disposición de las nuevas generaciones mucha información, con resultados a veces de pérdida o confusión, las generaciones más viejas no han podido asimilar porque el mundo, tal como lo conocieron, está en extinción.”

Este luto exagerado lo acaba de expresar el laureado Mario Vargas Llosa en su relato Los vientos. Leamos. 2022. Bajalibros (gratis)

“¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función que cumplir en esta vida? ¿Qué sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos con ventaja?”.

“El único espectador serio que se admite hoy es el que produce el propio bípedo en su artefacto portátil, ese incinerador de todo lo que es genuino y auténtico, algo que ha desaparecido prácticamente en este mundo donde sólo reina y fulgura lo postizo y artificial”.

“Desde que se generalizó la costumbre de leer novelas encargadas al ordenador renuncié a leer las que se producen –sería ridículo decir “escriben”- en nuestros días.

Cuando se inventó el sistema, parecía una diversión más, de las tantas que aparecen cada día, y que duraría lo que las modas pasajeras. Quién iba a tomar en serio una novela fabricada por un ordenador de acuerdo a las instrucciones del cliente:

“Quiero una historia que ocurra en el siglo XIX, con duelos, amores trágicos, bastante sexo, un enano, una perrita King Charles Cavalier y un cura pederasta”. Como quien encarga ua hamburguesa o un perrito caliente, con mostaza y mucha salsa de tomate. Pero la moda prendió, se quedó y ahora la gente –la poca que lee- sólo lee las novelas que encarga a sus esqueletos de metal o de plástico”.

“Ya no se puede decir que haya novelistas; mejor dicho, todos nos hemos vuelto novelistas. Aunque también esto es falso. El único novelista que queda vivo y pataleando en este planeta es el ordenador. Por eso, los lectores aferrados a la tradición, a la novela de verdad, la de Cervantes, Tolstoi, Virginia Woolf o Faulkner, no tenemos más remedio que leer a los novelistas muertos y olvidarnos de los vivos”.

Si volteamos para atrás en las revoluciones tecnológicas en el campo de la comunicación, lo que sucede actualmente es tan drástico como el paso de la memoria y la oralidad a la escritura (cuniforme y en pergaminos, después en manuscritos en papel y, más tarde, en impresión con tipos móviles).

Y, en el caso de las imágenes, de la pintura en sus diversas modalidades (tinta, pigmentos, en soportes que incluyen todo tipo de materiales: de papel, telas, cerámicas y muros) al descubrimiento de la fotografía, que supuso un trastorno para los artistas plásticos, quienes lo asumieron en su mayoría como un beneficio para su expresión manual, pues la fotografía, dicen algunos -los retratistas por ejemplo- los liberaba del dictado de la forma real.

Un acontecimiento similar está ante nosotros. Para los narradores es, por supuesto, un escándalo el ChatGPT, inteligencia artificial en pleno que impone algo que difícilmente se podía haber imaginado hace pocos años: escribir novelas, tesis, tratados, etc. mediante un menú cibernético. ¿Dónde queda el arte comprendido como la expresión superior de la individualidad, de la singularidad, de la trasmisión de la experiencia? Esas preguntas se responderán seguramente en este tránsito, así como se respondieron en el paso de la cultura oral a la libresca y de la visualidad manual a la mecánica reproductiva de la fotografía y el cine.

Es por eso que inicio esta nota con la cita del juicio de García Luna, reporteada por el corresponsal David Brooks, de la Jornada. Allí, en esta anécdota, están todos los elementos de una fábula. De este juicio se están desprendiendo “contenidos” que seguramente están ya siendo disputados en el mercado del streaming, mediante contratos millonarios con los protagonistas, unos tras las rejas, otros libres “rajando”.

El Conejo, el Lobo, el Rey, un tigre blanco, un perico que habla y declara en el marco de una legalidad montada para el espectáculo homo zoologicus…neohumano.
¿En dónde queda la imaginación en todo esto? ¿Qué hay de la lectura? ¿De la escritura?
Mas que nosotros, los homo legens, tengamos que seducir y convencer a los jóvenes y jovencísmos de las bondades intelectuales y espirituales de la lectura física o libresca -que está en franca retirada- debemos aprender de ellos, donde nace un nuevo tipo de percepción determinada por la red y la pantalla móvil, la conexión de los cerebros singulares en una comunión oceánica que se decanta en seres cuyo destino es enigmático…¿Cómo tender un puente entre ellos y nosotros? Es una pregunta que, de ser posible, debemos responder juntos.