viernes, octubre 4, 2024
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Falanges: Sobre el mandato de urnas

Luis Adalberto Maury Cruz
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Hoy el Estado y la política se asocian, con frecuencia, con la democracia; sin embargo, esto es inexacto, aunque hablar de democracia unida al Estado y a la política es un lugar común y es hasta políticamente incorrecto decir lo opuesto.
La historia política y del Estado muestra que son tres conceptos y tres fenómenos no necesariamente unidos, como lo muestra la historia “medieval” y “antigua”, donde hubo Estados (reinos, polis, imperios) notoriamente antidemocráticos, como China, Esparta, Persia, Roma, los señoríos mesoamericanos, hasta la vieja y sobrevalorada Atenas, con su democracia que excluía a las mujeres y a los esclavos de la vida pública gubernamental. Esto evidencia que el Estado y la política no tienen que estar unidos a la democracia.

Desde la actualidad, cabe preguntar: ¿Qué es la democracia?, ¿el Occidente Colectivo y en particular la de EE. UU. y de la Unión Europea (UE) son democracias?, ¿qué es el mandato de urnas?

La farsa de las democracias del Occidente Colectivo

La democracia es un medio fáctico y falible, que permite la participación ciudadana en algún sentido. La jornada electoral es un momento y un medio de participación que no necesariamente es directa, como ocurre en EE. UU. o en la Unión Europea (UE); en EE. UU. se elige a su presidente mediante un colegio electoral y de representantes; en la UE, el presidente de la Comisión Europea tampoco lo elige el voto popular, pero no al judicial; no así en México, que sí elige a los responsables del poder ejecutivo y legislativo de forma popular y directa. Luego, México es un Estado más democrático que EE. UU. y que la UE, aunque todo pareciera que fuera al revés. Es decir, los Estados y gobiernos que se asumen como democracias no lo son, son regímenes de gobierno que están fuera del siglo XX y del XXI, son formas de elección propias del siglo XIX.
En la teoría, la democracia es pueblo y la elección, si no es popular, entonces es clasista y discriminatoria. (Esto no quiere decir que no deba haber criterios o condiciones para ejercerla, como es el caso de ser mayor de edad y estar en goce del ejercicio de los derechos políticos). En este sentido, el Occidente Colectivo y en particular EE. UU. y la UE distan mucho de ser democracias; peor aún, sus gobiernos están sumergidos en crisis políticas y desaprobación popular.

Empero, partiendo de la evolución de los derechos sociales y políticos, la democracia habría de ser participativa y directa, al menos para los Estados liberales y occidentales; de lo contrario, serían una forma trasnochada de democracia del siglo XIX. Sin embargo, de haber un Estado democrático de derecho, es decir, un régimen jurídico con procesos electorales periódicos y de conformidad al derecho interno, cabe preguntar: ¿qué es un mandato de urnas?, es decir, ¿cómo entender un resultado electoral?
En EE. UU., más que un mandato de urnas, lo que hay es un mandato del Colegio Electoral, y en la UE hay un mandato del parlamento; en ninguno de los dos hay un mandato del pueblo en estricto sentido. Luego, lisa y llanamente, las potencias del Occidente Colectivo han traicionado su tendencia de progresividad de derechos sociales y políticos. A la luz del siglo XX y del XXI, no son democracias, son formas de gobierno no populares; de hecho, es una cuestión de su autodeterminación. El problema radica en que Occidente le pide al mundo lo que no practica al interior de sus fronteras, siendo una intromisión en la vida interna de terceros Estados. Claro, esto lo alega como medio de presión y justificación de sus intervenciones para garantizar sus intereses.
En efecto, EE. UU. y la UE tienen el derecho de autogobernarse y de continuar con su democracia trasnochada del siglo XIX e impopular, pero sus quejas de falta de democracia y de falta de estado de derecho (derechos humanos) hacia terceros países es una farsa que en los hechos sólo se sostenía por el poder del otrora hegemón militar occidental y de la unipolaridad del sistema financiero fundado en el patrón dólar y en SWIFT, así como en su poder nuclear. Es en ese sentido que las críticas de Washington y Bruselas a Estados como Cuba, Venezuela, Rusia y China son dichos de doble rasero e incongruentes. No hay que omitir que estos señalamientos de falta de democracia y de respeto a los derechos humanos han sido un pretexto para intervenir a Estados que no se pliegan a los intereses de EE. UU. y de la UE.

El mandato de urnas

El mandato de urnas supone: un sistema jurídico y político, con elecciones legales, periódicas y populares. Así, Washington y Bruselas, que son democracias liberales (neoliberales) en estricto sentido, son trasnochadas e impopulares, son vestigios del siglo XIX e intereses de sus poderes fácticos actuales, constituidos en sus respectivos deep state.
El mandato de urnas supone un ejercicio popular; de lo contrario, sería discriminatorio y clasista, pues excluiría a unos (la mayoría de la población) y tendría una clase de sujetos privilegiados que detentan el poder político. Por definición y partiendo de la progresividad de derechos humanos, sociales y políticos, el mandato de urnas es popular.
En efecto, un Estado que funcione por delegados y colegio electoral (EE. UU.) o mediante un parlamento que elige a un poder ejecutivo (UE) son democráticos porque así lo dice su legislación y así lo reconoce. Esto sería un galimatías, porque a la altura del XXI, una democracia occidental que no es popular es un sinsentido y un medio para garantizar los intereses de sus grupos de poder fáctico. Luego, si el mandato de urnas no es popular, en el Occidente Colectivo, entonces es un sinsentido darle el adjetivo de democrático.

Por definición, el mandato de urnas ha de ser popular. El gobernante electo, así como los perdedores de un proceso, están obligados por este mandato a acatar las políticas, las acciones y los proyectos que se desprenden de la plataforma electoral ganadora. Eso también aplica para la iniciativa o para la consulta popular que se vote. Todo esto tiene su fundamento en la soberanía popular y en el principio pacta sunt servanda, cuyo significado es “el pacto está para ser cumplido”. El gobierno está para obedecer al mandato de urnas, esto es un pacto.
En efecto, hay una salvedad: rebus sic stantibus, es decir, mientras continúen así las cosas. Esto significa que en una consulta o proceso electoral es el pueblo quien manda, y esto es ley. No sólo se vota por una persona, se vota por un proyecto que ha de acatarse mientras existan condiciones viables o no existan eventualidades reales.
El problema del mandato de urnas es el error, pues la Alemania nazi se erigió por votación democrática; pero la vida humana y la política son falibles, nada es infalible. Luego, el mandato de urnas es imperfecto, pero es lo más incluyente y menos discriminatorio que hay; pues remite a una mayoría que manda. El punto es cómo desarrollar cultura cívica y política, y cómo construir mayorías en un mundo diverso, pero esto son otros problemas.

Falazmente hoy se dice que hay que incluir a minorías, cuando en realidad lo que el Occidente Colectivo ha creado son grupos de presión minoritarios, su lobby; imponiendo sus agendas privadas para que los Estados las hagan políticas públicas (Agenda 2030), que de hecho han ido en detrimento de las mayorías y del bien común. Esto va desde la implantación de modelos políticos, de seguridad, educativos, sociales, económicos, financieros, energéticos.

El primer paso que ha de dar el gobierno es respetar el mandato de urnas o, en su defecto, garantizarlo en gran medida, si hay eventualidades. De lo contrario, sería una traición al pueblo, ¿acaso no sería traición a la patria? Bien decía Ignacio Ramírez, el Nigromante: la patria son la familia, los amigos y los coetáneos; en suma, no hay patria sin pueblo, y el Estado, así como el gobierno, están en función de este. El acatar el mandato de urnas es mandar en lo público obedeciendo la voluntad popular.

Algunas conjeturas

El gobierno se evalúa por sus resultados. El gobierno está en función del pueblo. El mandato de urnas es la voluntad popular, es mandato de mayorías, no de minorías. Es absurdo el mandato de minorías; a las minorías sólo se les respetan sus derechos y se les ha de garantizar su dignidad humana como a cualquier otra persona. Pero las élites son minorías, aunque operen con su lobby y sus respectivos colectivos, pero todo esto es también minoría. Estas minorías son realmente minorías que no en pocas ocasiones son rapaces que forman las actuales plutocracias.

En el mandato de urnas, a las minorías y a los perdedores se les han de salvaguardar sus derechos fundamentales, hoy llamados humanos, no más, y están obligados por los resultados a obedecer, guste o no;