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Escenarios sobre el fin del PRI

Hipólito Rodríguez

En mayo de 1985, Gabriel Zaid publicó con este título un breve ensayo que comenzaba con estas líneas: “Sería extraño que el PRI fuera eterno. Avanzamos hacia la fecha en la cual terminará.”

Han pasado 4 décadas y hay que reconocer que los escenarios que imaginó el gran poeta Zaid nos ayudan a entender la realidad que hoy celebramos: ese partido, símbolo de un sistema político premoderno, agoniza. 

El primer escenario decía: el PRI  es eterno. Dios nos libre: su historia desde el año 2000 denota el inicio de su extinción. El segundo escenario: habrá un golpe de estado. También Dios nos ha librado de semejante estropicio. De hecho, Zaid añade: el PRI no por ello desaparecería, pues su habilidad para adaptarse a los hechos es extraordinaria. El tercer escenario, habrá una revolución, Zaid lo descarta porque los miserables no hacen revoluciones, migran a las ciudades, donde su voz puede ser escuchada: “la esencia del sistema está en la buena voluntad negociada al margen del derecho y la violencia”. Optar por la violencia, agrega, es suicidarse. El supremo maquiavelismo del sistema consiste en ceder una y mil veces. Cuarto escenario: surgirá un ayatola contra la corrupción. El deseo de pureza, afirma Zaid, existe, pero no es realista. “Esta pureza no vivida, deseada, resulta contraproducente. Carece de realismo, y hace exigencias inhumanas, irrealizables, que conducen al derrotismo o acaban reconciliadas con la corrupción como algo humano, más humano que el derecho y la violencia”.

Zaid formula otro escenario que, como el anterior, tiene rasgos verosímiles: “Un terremoto que acabara con la ciudad de México podría acabar con el PRI. También hay desmesuras presidenciales que pudieran tener el mismo efecto.”

Zaid examina cada una de los escenarios y llega a una conclusión que nos muestra su inteligencia y su compromiso con la democracia: “La renovación política, como la moral, sólo puede hacerse desencadenando fuerzas externas al sistema. Esta oportunidad avanza inexorablemente por el crecimiento de la población moderna, con un empuje que puede ser bloqueado, desviado, reprimido, pero no detenido.”

La historia reciente probó que este escenario imaginado por Zaid era el más realista: la novedad histórica decisiva fueron los millones de votantes que votaron contra el PRI. La paulatina modernización del país ayudó a superar esa lacra: ese autoritarismo que se acompañó durante décadas de violencia, corrupción y control de la opinión pública. 

Los ciudadanos que, desde 1968, desnudaron a ese PRI arcaico y premoderno, no han cesado de exhibir la esencia de ese partido. Incapaz durante años de modernizarse, tuvo la oportunidad de hacerlo cuando se hizo oposición. Pero no aprendió la lección y apenas volvió al poder, con Peña Nieto, dio muestras de que, como el alacrán del cuento, está en su naturaleza herir a quien lo soporta, aplicando sin variación los mismos modelos arcaicos de ejercicio del poder. 

Todavía recordamos cómo recibió Javier Duarte a Peña Nieto en Veracruz y cómo le entregó recursos públicos a granel con el fin de cobijar su retorno a la presidencia. Y cómo, en los años que siguieron, este lamentable gobernador se sintió protegido, y se dedicó rodeado de personajes troquelados con el mismo patrón a saquear al erario de forma abusiva y violenta, asesinando a periodistas y haciendo pactos con las peores empresas. Por eso cabe preguntar: ¿Ya se nos olvidó que clase de políticos se forman en ese instituto? El cinismo, dice Zaid, es un rasgo de ese modelo de poder. Pero, por fortuna, la madurez de los ciudadanos logró expulsarlos del gobierno.

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