jueves, junio 27, 2024
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El gabinete de Claudia 

Marco Vinicio Saldaña Valero

El gabinete que acompañe a Claudia debe ser la expresión de mensajes inéditos porque es la visibilidad  para la construcción de un aparato del gobierno encaminado a establecer un Estado mexicano distinto.

Se puede partir del conjunto de inconvenientes y convenientes para argumentar sobre lo que se debe o no se debe materializar en el gabinete  que se anuncia en los próximos días.

El grupo gobernante que acompañó a Andrés Manuel cayó en la tentación que les tendió  y ésta fue la base para su sobrevivencia y participación, donde después de que cada quien estuviera en estado de alerta para ingresar al escenario, se mantenían cuidando lo que hacían y dejaban de hacer y por lo tanto generando narrativas de las que algunas cobraban existencia, en tanto la imagen que se expresaba era la de un gobierno desarticulado, sin que la institucionalización y la semiparalización fueran remontándose al pasar el tiempo, a pesar de que desde algunas dependencias pudieran plantear que la acotación de sus funciones obedecía al papel Estado gerencial y neoliberal inoperante política, administrativa y socialmente. 

Me imagino que la respuesta al Presidente de la República cuando éste requería información, avances, diagnósticos era: así  dejaron el sector. Conocimos de muchas instituciones el diagnóstico, a veces tempranamente, y a veces tardíamente, pero en pocas ocasiones conocimos las líneas de acción, la planeación y las políticas  implementar, así como también la estructura y los recursos humanos y tecnológicos a usar. 

Tengo una imagen que en 2018 circuló en el sentido de que las masas populares habían asaltado las instituciones y allí estaban para aprender a gobernar provenientes de los liderazgos de los grupos clientelares y corporativos,  pero que rápidamente corrió a la complicidad, idea de acomodar, conformar grupos de interés y estructuras paralelas que se contraponían unas a otras.

Así, la administración se fue achicando y el verticalismo, la concentración del poder y la oportunidad para emprender las acciones de gobierno, fueron cediendo espacio al sometimiento, al chambismo, al tráfico de influencia, al nepotismo y a la falta de experiencia que hoy se procesa en prácticas de parálisis y liderazgos de bajo cuño. 

 Lo anterior tuvo la ventaja para quienes estaban al frente de las dependencias que pudieron escurrirse por un sendero sin evaluaciones y donde el ensayo y error tuvo una transfiguración, donde el monologo se convirtió en la palabra que se escuchaba campechanamente a pesar de que nacieron, por alguna razón biológica, los que no callaban o se cansaron de que se les repitiera el mensaje con el cuál inicia Andrés Manuel la mañanera: “ánimo”, en tanto los más aprendieron a obedecer.

Quienes asuman las dependencias es necesario que interactúen con la estructura central y las que los representan en el orden estatal y con base en el plan de acción se dé seguimiento a las metas trazadas; lo anterior con prácticas democráticas,  técnicas administrativas y de calidad en el servicio.

Por eso no deben ser burócratas y ni deben llegar con el manual de superación personal bajo el brazo; no deben asumir sus funciones el día en que sea la transmisión de poderes, deben hacerlo  inmediatamente, trabajar el diagnóstico, conocer lo que se hace y cómo se hace, revisar la estructura, operación y administración del gasto corriente y la necesidad e impacto de los puestos y programas, desmantelando lo que quede de la concepción gerencial de administrar y gobernar y poner al frente el papel que pueden desempeñar las nuevas tecnologías para hacer transparente la administración y con una visión del Estado mexicano distinto.

Se deben plantear los escenarios posibles y construir la hoja de ruta con base en el proyecto, compromisos, metas,  diagnósticos, análisis de riesgos, estrategias de comunicación e interacción y análisis FODA trasversales.

La curva de aprendizaje no es paso forzoso, lo cual no quiere decir que queden los mismos. Por eso deben ser liderazgos fuertes en la materia como en la administración pública.

Centralmente, la reorganización del aparato de la administración pública debe tener el propósito de recuperar la función protagónica del gobierno, hoy minimizada por las estructuras concebidas y las cadenas de control y de interacción que se diluyen y quedan en manos “extrañas” que exhiben que la administración adolece de técnicas, recursos y métodos de operación, o sea, eficiencia, eficacia y calidad en el servicio, con una visión renovada, moderna y con una concepción ética de izquierda o progresista, así como una interacción con las organizaciones y ciudadanos donde prive, homogéneamente,  que la gestión corresponde a otra interpretación del Estado mexicano.

Los secretarios de Estado deben por lo tanto tener una visión compartida y al lado de la nueva organización del aparato gubernamental deben instrumentar acciones que en tiempo real, impliquen rendición de cuentas y transparencia más allá de las normas y procesos actuales.

Por supuesto que, los mejores hombres y mujeres, no todos están en el partido gobernante pero si es importante que trabajen en la reorganización con creatividad y cerrando la brecha del “Austericidio” del Banco Mundial que se le ha vendido a la sociedad como el recurso principal contra la corrupción y los privilegios en la administración pública.

La reforma de la administración pública y sus funciones implica abordar para su revisión el actual marco normativo y asegurar un código en el que la transparencia y rendición de cuentas sean obligatorias en la administración pública y tengan fecha trimestral de publicación e instrumentos e instancias que verifiquen los resultados. 

Claudia tiene hoy que poner en la primera línea a cuadros que no porque le obedezcan son eficientes y eficaces o son honrados y decentes, sino cuadros con capacidad técnica, administrativa, en la técnica política y ejercicio del poder, que no se quiten los zapatos de ciudadanos y dirigentes sociales.