martes, julio 2, 2024
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El aprendiz de brujo o el neoliberalismo sin pies ni cabeza

Hipólito Rodríguez

José Revueltas alguna vez dijo que en México teníamos un proletariado sin cabeza, haciendo alusión al hecho de que el partido comunista en el que había militado no cumplía su función, de dirigir y pensar las prácticas políticas necesarias para combatir el capitalismo. Podríamos decir lo mismo del neoliberalismo mexicano: carece de un partido que se haga cargo de pensar y dirigir su pretensión peculiar de “modernizar” el capitalismo. 

El aglomerado de partidos que hoy compiten unidos por la presidencia, renunciando a sus principios históricos, es una señal de esa carencia de cabeza. Tanto el PRI como el PAN como el PRD han decapitado a sus proyectos partidarios: unos porque olvidaron sus raíces nacionalistas, otros porque se dejaron invadir por la propia cultura priísta, y otros más porque en su orfandad no han tenido más remedio que buscar su sobrevivencia anulando todo discurso de izquierda, abrazando a sus enemigos históricos.

Esta reflexión viene a cuento por la manera en que Fernando Escalante Gonzalbo (en El pasado del presente) analiza la triste historia de las últimas décadas de nuestro lamentable capitalismo. El aprendiz de brujo es ese Principe que adquirió poder gracias a una maquinaria política (el PRI) y una vez encumbrado por ella se propuso desmanterla para modernizar al país. 

Los príncipes que le sucedieron no hicieron otra cosa que erosionar aun más a esa maquinaria, con las consecuencias que hoy vivimos. No es una nostalgia por el PRI, sino una lectura de la historia en la cual se observa que no puedes destruir los sistemas de intermediación sin esperar consecuencias nefastas. El desastre que padeció el país desde que el neoliberalismo encumbró a Salinas de Gortari no es otra cosa que el resultado de una perseverante política de erosión de la clase que cumplía una función intermediaria, despojando a la sociedad civil de las estructuras que permitían resolver las relación entre el Estado de Derecho y las exigencias de la reproducción cotidiana de productores y consumidores, hogares y unidades económicas.

Ante la ausencia de intermediarios formales, surgen intermediarios informales, miles de redes de negociantes, muchos de ellos criminales, que procuran protección al modo de una plaga de mafias que regulan el acceso a los mercados, las licencias de construcción, los contratos de obra pública, la salud o la seguridad. En pocas palabras, la inseguridad y la proliferación del crimen es resultado de la erosión de los arreglos locales que permitían el orden político en cada ámbito regional. La respuesta al desorden, impulsada por Calderón, consistió en inaugurar una guerra y llevar al ejército a la escena pública, un ingrediente más de la ceguera del principe neoliberal que piensa que con un machete se matan mejor las moscas.

El problema que padece hoy el país es consecuencia de esa erosión de las seguridad en lo local, en las regiones y en las ciudades. Claudio Lomnitz en otro libro importante (El tejido rasgado) revela cómo el abandono de las policías municipales forma parte de este desastre. Al lado del ensayo de Escalante, Lomnitz nos muestra que la seguridad se construye desde las comunidades, desde los barrios, desde abajo, con sus policías municipales, con sus arreglos territoriales y económicos cercanos, y no con fuerzas de ocupación que transitan en la superficie de las causas de tanto asesinato y tanta extorsión. 

Sin embargo, ambos textos omiten el papel que juegan los factores exógenos, en particular, las políticas de nuestro poderoso vecino. Si algo da fuerza a las bandas, es el acceso a las armas. Pero de ello no se habla. Si algo alimenta la economía de las bandas, es el consumo de drogas y el encarecimiento de las mismas por una supuesta guerra contra ellas que no les hace mella. Pero de ello tampoco se habla. Si en algun lugar se prepara a los militares es en el otro lado, con el aprendizaje de las técnicas de contrainsurgencia y crueldad que las caracteriza [Léase la novela Hijo de la guerra de Ricardo Raphael]. Pero de ello aún menos se habla. Si algo contribuye a hacer vulnerable el mundo de vida en que nos vemos, es no hablar de todo esto.