jueves, julio 4, 2024
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Diplomacia pública y el poder suave del reino animal

INTERTEXTOS

Ma. Cristina Rosas Gpnzález. (UNAM 2023)
Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes

Cuando se lee el “ante-título” de este libro: “Animales fantásticos y donde encontrarlos”, uno se queda pensando: ¿la autora se refiere a los animales fantásticos de la política o de la diplomacia y nos dará una clave para localizarlos? Digo, por aquello del too zoon politikon, o bien, por la frase de la autora cuando afirma que “Carlos Darwin tenía razón” (P. 274) sobre nuestra ascendencia animal, ya que compartimos el ADN con los gorilas en un 90 por ciento, como también nos informa. De todo ello nos habla con riqueza y sutileza de conocimientos la autora.

En estas reflexiones sobre los animales no humanos me asaltaron más preguntas: ¿cuál es la nacionalidad de los animales? ¿las especies endémicas tienen mayor peso nacional? ¿son de esta especie el mono desnudo, el mono gramático, Tarzan de los monos? Hay una referencia tangencial en el libro de la Dra. Rosas a la ciencia de la Etología, que sin duda es de gran interés para conocer a nuestros semejantes.

Este libro es un tratado de relaciones internacionales realizado por la Dra. María Cristina Rosas y podría o debería presentarse en varios volúmenes, dada la importancia de cada uno de los temas y la amplitud de la información socio- económica, geográfica, ambiental, ecológica, histórica y diplomática realizada en los capítulos que integran la obra:
Estado-nación, marca país, marca nación, diplomacia pública en el siglo XXI. El poder suave y el reino animal. Rusia, amores perros e imagen internacional de Vladimir Putin. Australia y la diplomacia del Koala. Ruanda y los gorilas en la niebla. Ao-tea-roa/Nueva Zelanda y el poder Kiwi. La República Popular China y el panda: ¿tesoro nacional? Y, finalmente, México: ¿salvaremos al axolote?

Todo el conjunto es muy interesante y comentarlo todo en una sola sesión es imposible ya que su amplitud exige varias: en lo que sigue me faltará citar temas fundamentales como la agenda ambiental y la patética historia de Ruanda y ao-tea- roa/Nueva Zelanda, por lo que les agradezco su comprensión.

La autora nos habla sobre países seleccionados posiblemente con el criterio del corredor marítimo del Pacífico sur y el sudeste asiático (con la excepción de Ruanda y México), el otro posible criterio de selección se refiere tanto a la relevancia en la historia diplomática internacional, como a la ausencia de ella: el estudio de la Doctora Rosas expresa con mucha claridad el ejercicio no diplomático de las potencias imperialistas en zonas prácticamente desconocidas entonces, cuando se condujeron con la máxima violencia los imperios europeos del XIX: la autora muestra con total claridad el contraste entre la brutalidad de estos últimos ante la extrema debilidad de las culturas autóctonas invadidas para la imposición del capitalismo global.

En la era de la información, la extensa información presentada por la Dra. María Cristina Rosas realizada con una eficiente metodología sobre la economía de los países estudiados en el panorama mundial actual, tales como los índices del poder suave global, de marca-nación, de buen país, de felicidad, de desarrollo humano, de paz global, de percepción de la corrupción, de facilidad para hacer negocios, de libertad económica, de salud global, de poder de fuego, y otros; indicadores y medalleros olímpicos, indicadores de poder suave versus poder punzante, los países con el mayor número de think tanks (precisa la información que México cuenta con 109 comparados con los 2,203 de los Estados Unidos)), etc., además de decenas de gráficas sobre turismo, defensa, zoonosis, antropozoonosis, salud, y las tradicionales sobre PIB; esperanza de vida al nacer, tasas de fertilidad, mortalidad, población urbana, datos sobre población, el número de salas de cine, la participación en los presupuestos de la ONU por EEUU y la RP China, el gasto militar, las emisiones de CO2, el panorama del tráfico animal, el robo de combustible y de axolotes en México, la huella del carbono de los alimentos, por sólo citar algunos del amplio contenido del libro. También exhibe una cantidad de imágenes con escenas divertidas o curiosas que ilustran la obra de forma impaciente e impactante, sobre todo la del reino animal sobre el que bordan los textos, es decir los zoones politikones con zoones utilizados por políticos. Pero… ¿quién representa a quién?

Ante este zoológico diverso y fantástico, uno se pregunta dónde está el zoo humano de Disney y su aguda psicología y mitología que intentaron imitar Hitler y Goebels, pues aquí solo aparece el pato Donald Trump, lo que nos lleva a cuestionar si sería posible otra Rebelión en la granja dirigida por los protagonistas animales que María Cristina nos revela, o bien reeditar la invasión extraterrestre como la narrada en la Guerra de los mundos de H. G. Wells quien escribió perturbado por la masacre de nativos en Australia ocasionada por los ingleses en el siglo XIX que la autora cita.

Las imágenes de los animales/mascotas tienen ahora una denotación deportiva (como el sonriente tiburón del Colver), como antes la tuvieron guerrera. De aquí saltamos a los perros y gatos domesticados que aceptan la superioridad humana a cambio de casa, salud y comida, pero lo más interesante de esta fauna de compañía es la connotación antropológica que simbólica y contextualmente se muestra con mucha claridad, como en la etapa bélica de los países, los escudos con aves de rapiña como las de los Estados Unidos y México (que no podía quedarse atrás); o también el águila y el cóndor del escudo de la UNAM que quieren representar majestuosidad, y que contrastan actualmente con el rebuscado pacifismo manifiesto de los panda y los koala. De cualquier forma, el uso del reino animal por la diplomacia internacional intenta trasmitir una imagen que no se ajusta a la realidad, se intenta también evocar una actividad cultural de convivencia pacífica, pero me temo que el poder suave esconde los dientes.

En el sentido antropológico de este zoológico diplomático, el contexto cultural es determinante, pues además del simbolismo evidente se muestra una historia atrás, misma que la Dra. Rosas señala con especificidad en cada caso estudiado. Me interesa resaltar los marcos culturales de pueblos originarios –y aún el caso de China en los siglos XVIII y XIX, que se enfrenta al colonialismo europeo sin armas: la suya era la ruta de la seda; los ingleses trazaron la ruta del opio-. Estos hechos muestran con evidencia el enfrentamiento de la cultura occidental contra las culturas autóctonas: la historia muestra que la diplomacia fue una falacia para aquellas y una realidad para los europeos que mantuvieron una relación con sus iguales y donde los desiguales no existían, o no merecían existir. Allí donde los desiguales que sobrevivían eran una pesadilla para los hombres dueños del mundo, los blancos apreciaban más a sus mascotas que al resto de la humanidad.

Hay un punto importante en este proceso de las relaciones internacionales que la Dra. Rosas menciona en varios capítulos: el concepto de Estado Nación que representa una etapa de desarrollo en las Relaciones Internacionales característico sobre todo de los siglos XX y XXI; lo dice con estas palabras la Dra, Rosas, cito: “La nación se refiere a uno de los componentes del Estado” (p.67) y lo refuerza mediante el estudio de la colonización de Australia con “el problema aborigen” (p. 215): en efecto, las relaciones diplomáticas como se sabe, representan un protocolo de intercambio de Estado a Estado, es decir, de poder a poder, por lo que es respetuoso, de hecho, ritual, y se significa en un intercambio de mensajes de buena voluntad para las partes involucradas. Estas reglas marcan diferencias entre las partes, pero todo es superficial, agradable la mayoría de las veces: las misiones intercambian también regalos -llegaron a intercambiar visones- y sonrisas; mientras que la otra parte del concepto, la Nación, es más vaga y muchas veces difusa, pues las naciones categorizadas como Estado-nación se estrenan en el siglo XIX y la superficialidad de la relación desde este “sótano” de la identidad, la Nación, comienza a cambiar, pues hay de naciones superiores e inferiores en el protocolo europeo/occidental de categorías diplomáticas; en otras palabras, hay clases, debido a la identidad de las naciones, y la misma Organización de las Naciones Unidas que manifiesta estas jerarquías en su interior, por ejemplo con el derecho de veto; las decisiones internacionales están encubiertas por esa tinta o tinte de superioridad, se ejercen desde el poder, que al hacerse público, se disfraza.

Me pregunto como ciudadano de un país emergente: ¿eso es la diplomacia pública?, es decir, un espejo de las decisiones que se toman desde los gobiernos, pero que en el caso de la ONU no existe un proceso democrático para revocar el poder, el mandato. Y así como el concepto de política pública es una redundancia, la diplomacia pública me parece una falacia aplastada por las cortinas de hierro y los aparatos de destrucción masiva, como lo demuestra con claridad el trabajo histórico realizado por la Dra. Rosas.

En este orden de ideas es probable que la Nación en términos étnicos no tenga futuro, o por lo menos no se trata del mismo futuro que desea y promueve el capitalismo liberal, sino que aquella, la etnografía, precisamente está hecha de pasado. En contraste el Estado está hecho para el futuro, el Constitucionalismo lo reafirma en un tono de legalidad aspirante a la legitimación. El proyecto de futuro es para el Estado y sus políticos y políticas, no para la Nación, que puede vivir bien en su propio pasado, como por ejemplo, se muestra en las comunidades originarias del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec: sus propias tradiciones les bastan para la vida buena o el bien vivir. Que esto significa un tradicionalismo y sus males frente a una modernización y sus bienes, aún está por demostrarse. En todo caso se requiere de un diálogo, de una acción comunicativa que facilite procesos de aprendizaje de las dos partes, no la imposición de una supuesta razón positivista y no humanitaria. Como se sabe, esta propuesta es analizada filosóficamente por Jürgen Habermas en su teoría de la acción comunicativa.

A la fecha es una hipótesis que necesita ser trabajada, pero ahora podemos afirmar que los países con Estados fuertes han crecido y pueden crecer más, como es el caso de la RP China, mientras que las Naciones débiles como Haití o los casos comentados por el trabajo de la Dra. Rosas: Ruanda, Ao-ete-roa/Nueva Zelanda y la despoblada Australia, no tienen Nación o fue exterminada, como también sucedió en la América del Norte.

En este sentido, resulta muy interesante analizar las categorías de Estado y Nación, pues, como sucede en el caso de Polonia que evoca la Dra. Rosas, el Estado reconstituyó a una Nación que los vecinos han tratado tercamente de desaparecer. En México, la Revolución reconstruyó a través del Estado a la Nación que no se reconocía a si misma, sino al terminar la lucha armada con el rescate del indigenismo oficial. Nuestros vecinos del norte ya se habían aprovechado de esa situación –definida por el trabajo de la Dra. Rosas en referencia a la historia de Australia con el concepto: terra nullius, tierra deshabitada- sin embargo, hacia adentro de nuestro país, las naciones originales, nativas de su propio territorio, estaban y están vivas aunque no hayan sido parte del proyecto modernizador del sistema capitalista del Estado, que siguiendo un patrón de comportamiento universal, las absorbe o las desaparece.

Todo ello podría ser una buena lección para México, para fortalecer nuestra multiculturalidad o nuestro multinacionalismo al interior, para seguir reconociéndolo y apoyarlo. Las empresas multinacionales que cita la Dra. Rosas nos confirman que el capital no tiene patria (no tiene madre patria): el nearshoring lo reconfirma: los capitales vuelan de la RP China a México o a cualquier país donde los costos sean más bajos y las economías más eficientes, y en su carrera mundial se pintan con el maquillaje del poder suave que muestra y arranca sonrisas de satisfacción, no importa lo pasajera que ésta sea.

Ya hay en el siglo XXI se ha desarrollado una conciencia internacional sobre el tema étnico en la Unión Europea y Bolivia, por citar dos casos, sobre la valía de estas culturas autóctonas que deben de incorporarse, repito, no a la modernidad, sino a la comunidad multinacional llamada México en un proyecto socio-territorial. ¿Esto es una tarea para el Estado o es una tarea para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional?, esto es, conducir un dialogo fraterno entre los mexicanos

Propongo, por lo pronto algo muy sencillo: que los numerosos Pueblos Mágicos que usted Dra. Rosas menciona en su estudio, sean denominados de la misma forma, solo que cambiando la g por x, de tal manera que la pronunciación suena igual: Pueblos Máxicos, pero escritos con una x, pronunciada como g suave, no gutural.

Y retomando su estudio Dra. Rosas, ¿qué pasa con los poderes suaves y punzantes? Pues que son instrumentos de la diplomacia derivados del entorno mercantilizado de las relaciones internacionales del capitalismo: el sistema las diseña, les pone marcas y mascotas, pero finalmente la fuerza interior del capital es la que domina y la que toma las decisiones. He manifestado en varias ocasiones que la globalización es un proceso connatural al género humano, pues es un animal destinado a ocupar todo el globo terráqueo por su extrema adaptabilidad medioambiental y por su inteligencia. Y me refiero a un proceso universal que se constituye como la marca del ser humano social en el sentido real que Aristóteles dio a este término: el zoon politikon es un animal social que primero vive en la polis, se agrupa, se socializa, y sólo después hace política, y no al revés.

El sistema capitalista es alimentado por esta marea humana que construye una arquitectura similar en todo el mundo: las ciudades, pues así se abaratan costos y se eleva la productividad de los ciudadanos trabajadores: por eso -como bien lo señala en su estudio la Dra. Rosas- el urbanismo está desplazando a la ruralidad en la historia del ser humano, es un flujo económico que eficienta procesos a costa de otros seres humanos. Por eso el animal político humano hace relaciones internacionales para así conservar el poder, no para el bien de sus semejantes. Tal vez esta visión es demasiado pesimista y economicista, pero los conceptos machistas de patria, patriarcado y patrimonio internacional muestran también este oscuro origen.

La narrativa del poder suave es un instrumento mercadológico para vender autoridad y para que el consumidor lo compre con una sonrisa de satisfacción. La realidad es más dura que la publicidad, pero, ya se sabe, vende menos. El lado positivo de esta diplomacia es que los países medios y pequeños requieren ser protagonistas de su destino y por lo tanto necesitan de la solidaridad internacional, como muy bien lo sugiere el libro de la Dra. Rosas.

Y en este mismo orden de ideas, la marca país existe desde hace muchos años: es el papel moneda, el instrumento fiduciario (es decir, que depende de la confianza) que edifica al Estado moderno, es el símbolo por excelencia del capitalismo: ahí tenemos los billetes del dólar que prácticamente no han cambiado durante más de 200 años Ahí tenemos al peso mexicano que se ha mil veces devaluado y ahora es hermoso con los axolotes como muestra la Dra, Rosas en un muy interesante capítulo, y sí, llama la atención lo que usted menciona acerca de esa valoración actual sobre la marca país México que vale, cito: “unos setecientos setenta y un mil millones de dólares”; suena interesante y me gustaría conocer la metodología utilizada para hacerlo. Mi formación como economista me inclina a observar el desarrollo de las relaciones internacionales desde una perspectiva diferente a la de los internacionalistas; tiene que ver con las finanzas internacionales, la formación y utilización del capital industrial y la manipulación de los gobiernos desde esas poderosas armas que ciertamente no podemos llamar suaves, como le consta ahora al presidente de Argentina, obligado a aceptar por vía de un importante apoyo financiero de miles de millones de dólares a quien decía detestar: la RP China.

Y ya para ir terminando hablo un poco de China, y un poco de México, los dos últimos capítulos del libro, acudo primero a la historia de China que suma más de cuatro mil años y que comprende una visión sobre el mundo que no se puede definir como filosofía, pues no se basa el fundamento de la Grecia clásica: el ser. Ni el budismo ni el taoísmo, ni el confucionismo son religiones, pero las tres doctrinas son la base de la cultura tanto china como japonesa. No obstante, estas diferencias son sustanciales y poco referenciadas por los estudios occidentales. Dra. Rosas, me gustaría mucho ampliar con usted esta conversación sobre los años setenta del siglo pasado, pues hubo cambios sustanciales no en la geopolítica, sino en la geo- economía, no sólo con el neoliberalismo angloamericano, sino con el inicio del crecimiento de Japón primero y la RP China, después, pues es en este espacio internacional donde precisamente la contradicción Estado/Nación de Occidente parece que desaparece o se diluye, ya que en esa década la transformación de las economías orientales les da el impulso que aún permanece, orientadas, tal vez, por la Nación-Estado, aunque reconozco que el caso del Tibet lo contradice. Como se sabe, la RP China siguió al Japón en su transformación hacia un nuevo capitalismo que cimbró las bases del imperio estadounidense y que parece conducirnos hacia un nuevo mundo multipolar.

Con respecto a nuestro país, el estudio de la Dra, Rosas es también excelente y hay muy poco que agregar, fuera de lo que arriba he mencionado, solo insistiría en la diversidad de las culturas que es necesario integrar no solo política y económicamente a la Nación, y no sé si esto sea factible en términos de aceptación de los propios pueblos originarios que desean permanecer diversos a la cultura occidental y sus instrumentos operativos y creencias sobre la naturaleza del mundo. Habría que preguntárselo a algún animal entre humano y no: a un nahual. En general los aborígenes en lo que llegaría a ser México fueron grupos cuyas raíces no se extendieron, no invadieron territorios culturales. El siglo XXI quizá vea ese resurgimiento con una diplomacia histórica no superficial sino basada en la frase del respeto juarista: cuando por fin Benito se reconoció a sí mismo como diferente, es decir no europeo, es decir, puso la sangre zapoteca por arriba del disfraz español de la levita negra, y así lo expreso: …el respeto al derecho ajeno…

Xalapa, Ver 26 de junio del 2024.