Jorge Salazar García.
Aunque cualquier festejo es aprovechado para “REGALAR”, son los días de Navidad, Reyes Magos y las Madres los más acostumbrados por la población para hacerlo dado que involucran a quienes DAN Vida. Dar REGALOS motivados por la gratitud es un acto sano, incluso necesario, porque trae paz interna. Hacerlo por obligación o influenciado por ese consumismo inducido desde la propaganda significa ponerle precio a la relación humana. Inmersos en una irracionalidad, donante y donatarios tazan sus sentimientos afectivos con el valor del REGALO. Esa monetización de los valores es el triunfo de lo mercantil sobre lo humano.
No siempre fue así, en sus orígenes, la DACIÓN, implicaba el amor y sentimientos afines como la GRATITUD el respeto y la justicia. Al respecto, Marcel Maus (1925) en “Sociología y Antropología” define la acción de REGALAR como la transferencia voluntaria de algo de nuestra propiedad, que cumple una función de orden y equilibro esencialmente comunitaria. Maurice Godelier, por su lado, en “El Enigma del Don”, afirma que “DAR” además de suponer una doble transferencia, instituye una relación de dependencia recíproca cuyo objetivo es restaurar el equilibrio entre dos entidades. Regalar, es pues un acto voluntario, individual o colectivo, solicitado o no, cuya esencia es la solidaridad donde el donante comparte lo que tiene y lo que ES.
¿Desde cuándo se regala?
El humano siempre ha regalado tal vez porque intuye tener un déficit de solidaridad (Godelier) o deuda permanente con la Naturaleza o Dios que le REGALÓ la VIDA. El cosmos transfiere parte de su energía al hombre en el momento de la concepción, la cual debe reintegrar totalmente cuando muere. Mientras crece agradece el Don brindando ofrendas, sacrificios y cultos religiosos, los cuales también refuerzan las relaciones sociales y AFECTIVAS. Este intercambio configuró el círculo virtuoso DAR-AGRADECER-DAR (DRD), tan necesario en la conservación de la armonía entre cuerpo, espíritu y Universo.
Con el desarrollo de la economía capitalista el ciclo virtuoso (DRD) se cosificó, rompiéndose armonías y equilibrios. Gran parte de la incertidumbre, angustia y zozobra actuales son fruto de esos desbalances, pues se ha probado que la salud depende del equilibrio de factores psicosomáticos: el cuerpo necesita alimentos nutritivos y la mente de acciones positivas. Por esa razón al REGALAR de mala fe o por obligación, los “objetos” se cargan de mala “vibra” causando insatisfacción en donante y donatario.
Ocasión de Regalar
Cualquier instante es propicio para “DAR”. Aún o sobre todo en los momentos de dolor y desgracia, una “ayuda” material, caricia u oración consuelan pues todo ser humano es digno de aprecio y en ninguna circunstancia debiera sernos emocionalmente indiferente. La donación no substituye a la persona pero permite proyectar las emociones que desea transmitir. Al hacer regalos en eventos convencionales (cumpleaños, bodas, etc.) debe cuidarse que la motivación sea la gratitud, pues un fin egoísta o de dominio generará un desorden difícilmente reparable. Quién acepta el regalo, percibiendo lo anterior aumenta el desequlibrio. Un millonario, por ejemplo, al dar regalos a un pobre con la intención de controlarlo provoca un desbalance tan grande que ni siquiera el AGRADECIMIENTO sincero de este devuelve la armonía entrambos. A la inversa sería igual para el asalariado. El asistir a la boda de un millonario le llevaría sacrificar su sueldo completo de meses para pagar uno de los regalos “sugeridos”; y, sin importar si lo hizo con afecto o no, el desbalance se presentaría.
Cosa parecida sucede con los padres cuando enseñan a sus hijos poner precio a su amor. Empiezan diciéndoles: “Te REGALO (…) si me das un beso o un abrazo”; después, los chicos piden cada vez más por una caricia, sin que les cueste siquiera AGRADECERLA. Terminan siendo incapaces de DAR sin antes exigir algo a cambio. Para entonces su salud ha sido trastornada, pues ya nada les satisface, causándose el desajuste de personalidad llamado DOROMANÍA. Esta condición, finalmente y en el mejor de los caso, les conduce a ODIAR a quién ya no los puede complacer.
La industria de la simulación.
Llegando a este punto de distorsión, ideal para el comercio (industria del regalo) y la política (industria del voto), el afecto y la solidaridad totalmente cosificados, masifican estados de angustia y simulación en la sociedad. Eso puede verse en los intercambios de regalos organizados entre personas que apenas se conocen: el espontáneo acto de REGALAR se convierte en un trueque obligado. Los comerciantes por su lado hacen lo propio en su negocio; exaltan la ambición en el potencial cliente, ofreciéndole “regalos” en la compra de algo a lo cual se incorporó el precio de ambos. Se origina una simulación reciproca: el cliente finge creerle y el comerciante desear complacerlo. Lo mismo pasa cuando los político “regalan” despensas y cosas a los electores. Ambos saben su juego: el primero compra el voto y los segundos, lo venden.
¿Cómo reaccionar?
El obsequio del comerciante puede aceptarse pues al comprar un producto se mantiene el equilibrio. Lo incorrecto es exigir el “regalo” sin la intención de comprar nada. Los “regalos” del político, adquiridos con dinero ajeno, nunca deben aceptarse, menos a cambio del voto. Rechazarlos amablemente trae dignidad y paz interna. Recuerde, leyes y ciclos rigen el Universo y se reproducen en nuestro cuerpo: somos diminutos cosmos en equilibrio (llamado VIDA). Romper ese orden provoca sufrimiento, enfermedad y muerte prematura en el humano; y caos, destrucción en el Universo.
En esta lógica debe atenderse la más leve inquietud o inestabilidad emocional que se manifieste cuando REGALAMOS o RECIBIMOS un obsequio. Si el “regalo” se considera de valor desproporcionado y no puede ser correspondido entonces debe rechazarse amablemente pues podría llevar la intención de comprometernos. Eso hizo Ruiz Cortines cuando a su esposa (María Izaguirre) le obsequiaron un auto. El mandatario dijo: “hace muchos años que mi esposa cumple años y nunca se acordaron de ella hasta ahora que soy presidente. Pueden llevárselo porque no puedo prometer nada a CAMBIO de este regalo”. Situación peor ocurre cuando el obsequio es dado con mala intención, como se muestra en la leyenda budista sobre el ELEFANTE BLANCO. Este animal al ser considerado sagrado requería cuidados especiales y lujos muy costosos. Por esa razón sólo los muy ricos podían poseerlos. Los reyes los regalaban a sus amigos para mantenerlos subordinados o, a quienes deseaban ARRUINAR. El regalo, que era irrechazable, improductivo y bastante oneroso disipaba rápidamente las fortunas.
Ah, por cierto, el tiempo, al tenerlo limitado, es un regalo invaluable: déselo a quién lo aprecie, no lo desperdicie con quién no lo valora. Y naturalmente agradézcaselo a quién se lo da con afecto y respeto.
Cuando damos estamos tratando de corresponder al universo, dios o la naturaleza, por habernos regalado la existencia.