viernes, octubre 4, 2024
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Adicciones indiferentes (I)

René Montero Montano

Hace apenas unos días la redacción de La Jornada Veracruz abrió el frente: “Clínicas de adicciones: infiernos privados”. Un tema que después de 3 años de investigación veo posible compartir con ustedes.

El tema no es cualquier cosa, da para mucho, sobre todo en estos días donde la violencia se agudiza en todo el país y parece dar cuenta de que los gobiernos federal, de los estados y municipios aún no percibe la relación estrecha entre libertad de mercados de sustancias tóxicas, narcotráfico nacional, consumo de sustancias, patriarcado/machismo, abuso de poder y control social. Esto por sólo citar lo más visible de un problema social desatendido desde hace muchísimos años.

La explicación y atención a las adicciones tiene muchas puntas que analizar, sobre todo en el mundo contemporáneo donde la indiferencia de los gobiernos, de alguna manera trata de justificarse tras el argumento de vivir en una democracia liberal en la cual cada quien decide qué y cuánto consume según su interés. Es decir, las consecuencias no son responsabilidad del Estado. Este enfoque jurídico y de derecho humano liberal se muerde la cola. Es como un bumerang que en un permanente descuido golpea por la cabeza a quien lo lanza o cuando menos impulsa.

Las adicciones son un problema de salud pública sin duda, pero el descuido de su atención y prevención ha sido y es extremadamente indiferente, al modo que desde hace más de 100 años se convirtió en terreno de nadie, siendo la organización de Alcohólicos Anónimos -surgida más como beneficencia pública- la única que enfrentó los altos consumos de alcohol en sociedades democráticas liberales. En tanto, los gobiernos se mostraban indiferentes y cedían la responsabilidad a una institución privada por demás impotente, que a pesar de sus esfuerzos, intentaba enfrentar sola, un fenómeno sanitario de crecimiento exponencial que, como negocio, resultaba increíblemente bondadoso para los capitales invertidos en él.

Siguiendo la lógica con que abordó la redacción de la Jornada el problema de las adicciones, pero sin descuidar que tenemos que seguir escribiendo y hablando sobre él y sus impactos cada vez más incontrolables, habrá que reconocer que la atención a las adiciones contemporáneas se convirtió en un terreno de nadie, donde los CIJ’S creados hace 50 años, han mostrado su limitado esfuerzo por desarrollar modelos de prevención e intervención a las adicciones. Es decir, las adicciones y su atención se convirtieron en un territorio sanitario con rostro de negocio, y en eso no va sólo la responsabilidad de quienes vieron o han visto en ello un mercado de servicios casi clandestino, sino también de quienes irresponsablemente voltearon la mirada para ignorar con una indiferencia burocrática un problema de salud pública pandémico (aprovechando el término de moda) desde hace muchos años.

La Jornada Veracruz apunta a las instituciones de atención del abuso de consumo creadas en todo el país y la ausencia de modelos de atención sanitarios que operen en el marco de las ciencias de la salud psicosocial, pero propone -quizá sin intención- centrar la mirada en la violación de derechos humanos que al interior de muchos estos espacios privados ocurren. Habrá que abrir la caja de pandora que encierra un tema espinoso con múltiples puntas que explorar, entre ellas los centros de atención formalmente reconocidos y clandestinos, donde la CONADIC, al igual que los CIJ’S han sido rebasados en su capacidad de respuesta en nuestro estado y en el país.

Abordemos entonces el problema por partes, para construir una especie de didáctica que nos lleve a un intento de comprender el todo. En este momento se me ocurre iniciar:
a) por el sujeto consumidor, un humano que se relaciona “voluntariamente” con una sustancia y que debe ser considerado más allá de criterios cargados de prejuicios morales y de exclusión social. Deslindar mitos sobre la problemática que vive y la intolerancia social con que es tratado tanto por su familia como por las instituciones que lo ignoran o lo acogen. Un sujeto consumidor que vive la adicción desde una subjetividad muy particular que reconocer, pero también dentro de una sociedad de riesgo que propicia las condiciones para su inserción en el mundo de la adicción,
b) de los modelos de atención que hasta hoy se han intentado poner en práctica y del retroceso que representan los actuales centros de atención que operan con el modelo carcelario más arcaico que conocemos y bajo la tolerancia del Estado irresponsable,
c) del circuito de los mercados de sustancias de consumo, tanto “legales” como ilegales y de su tolerancia por las instituciones del estado responsables de la salud pública de todos los ciudadanos,
d) de la implementación intencionada de la adicción, de su expansión y tolerancia como tecnología de control social y político de los ciudadanos, con el propósito de instaurar una gobernanza en la enajenación adicta y congruente con la sociedad de consumo sin límites,
e) de una tolerancia pactada, propia de una estrategia muy antigua de control y desfogue de las emociones y pulsiones incontrolables que irrumpen al orden de un capitalismo instaurado para servirse del otro, para vivir de los otros.
f) de los supuestos centros e instituciones semiclandestinas que operan en todo el país,
g) de la casi inexistente investigación científica y formativa de profesionales de la salud en materia de adicciones,
h) de la limitada capacidad de respuesta del gobierno de la República a través del ejercicio de una prevención universal a través de medios, cuya ineficacia ya ha sido demostrada desde hace más de 50 años.

En fin, de muchas otras aristas que sobre la marcha surjan y que por ahora no se nos ocurre incluir.

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