lunes, octubre 14, 2024
Anúnciate aquíGoogle search engine
- Advertisement -spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

La impaciencia kafkiana de Ebrad

Lorenzo León Diez

“Por la impaciencia fuimos expulsados del paraíso; por la impaciencia no llegamos a él”, escribió Franz Kafka.

Bien haría Marcelo Ebrad en reflexionar en esta sentencia.

Su situación es paradójica y recrea en forma diferente, pero en esencia, lo que sucedió a su maestro y mentor político Manuel Camacho Solís.

Como recordarán los contemporáneos a estos sucesos, ya era inminente el “destape” al finalizar el periodo presidencial de Carlos Salinas de Gortari, quien ejercía, como sus antecesores, total absolutismo sobre la decisión de quien sería el ungido por el partidazo.

Esto sucedía cuando Patrocinio González Garrido, el secretario de gobernación y ex gobernador y propietario de Chiapas, informaba tímidamente al presidente, de indicios de movimientos rebeldes militarizados en la selva. Cuando la guerra indígena contra el ejército mexicano fue declarada por el EZLN (el mismo día de la firma del TLC), Salinas increpó duramente a Patrocinio; pero yo le informé, le dijo el ministro. Pues hubiera insistido, exclamó colérico el “chaparrito”.

Camacho Solís era el regente de la ciudad, hegemónico y par en las decisiones de gobierno, y realmente el gran publirrelacionista del régimen con la intelligentsia…Carlos Fuentes, García Márquez, Carlos Payan y etcéteras.

Los analistas, sesudos como siempre, escribían que si el PRI convocará a unas elecciones primarias, internas, Camacho Solís ganaría de calle y hubo quienes lo animaron a promoverlas.

Sin embargo el regente jugó el juego. Puso sus esperanzas en su jefe, aunque evidentemente Colosio era el que partía la plaza con Solidaridad, y ya todos los que saben, esperaban el campanazo del inicio, listos para la cargada, ya en sus marcas los bisontes.

¿Qué sucedió? Camacho Solís enfureció (como ahora Ebrad). Y luego, se atravesó la guerra. Y al aceptar ser el mediador en un enfrentamiento que ponía a México en el foco de atención planetario, se resquebrajó el tradicional sistema electoral (el dedazo) y luego sucedió la catástrofe: magnicidio y defenestración de Camacho Solís, que animó una candidatura alterna, siendo él ahora centro de los reflectores, terminando en la ignominia de los suyos y promotor, finalmente, ahora sí, de una opción democrática, la fundación de un efímero Partido de Centro Democrático.

Vemos hoy un guión casi similar. Ebrad a diferencia de Camacho (quien aguardó hasta el fin la esperanza), sabía que no sería el favorecido, ahora no por el dedazo, sino por el método inventado por Morena para la selección de sus candidatos y que él mismo con López Obrador animó y asumió: las encuestas.

Todas las señales estaban claras y como Camacho, en el caso del antiguo presidencialismo, Ebrad aceptó el sistema interno y sus observaciones y exigencias se aceptaron. Las irregularidades que pudo haber habido en este complejo proceso interno, donde participan solamente los militantes acreditados de Morena, no los ciudadanos en general, ni siquiera simpatizantes, no son óbice para descalificar, impugnar y rechazar de plano los resultados, contabilizados a ojos vistas.

¿Qué tiene jale Ebrad en las clases medias? Podría ser, aunque no lo creo tanto, acepta el presidente Andrés Manuel López Obrador como lo comentó en La mañanera ante las protestas del ex canciller. Pero aceptemos que sí, la franja que simpatizaría con Ebrad estaría ubicada en este sector poblacional: “Ssonríe, todo va estar bien”, una gringada de slogan, como escribió un articulista, muy distinto a: “Primero los pobres”.

Ebrad fue reconocido en la práctica como un vicepresidente del país desde el inicio del sexenio de la 4T y su brillantes y profesionalidad está fuera de duda. En el antiguo esquema, Ebrad sería el primer aspirante al dedazo: cumplía todas las características para ello.

Sin embargo, como lo dibujó un caricaturista, tuvo “una piedra en el camino”: la encuesta.

Los diputados y senadores ebradistas, en las reuniones convocadas por el agraviado, se han mostrado cautos, y hasta sombríos, lo mismo sus colaboradores más cercanos. ¿Por qué insistir en estar “en la boleta presidencial” a toda costa? Y esta obsesión del funcionario de élite, nos lleva nuevamente a Kafka. Amlo esperó 18 años para llegar a la presidencia…¿él no podría esperar seis más? Sería lógico. Si Ebrad hubiera estado con los otros precandidatos alzando la mano de Claudia Sheibaum sería de facto el vicepresidente nuevamente o el jefe de la mayoría en el Congreso y, prácticamente, el representante auténtico de México en el plano internacional. Pero ha preferido, como se ve, ingresar a un partido que ya no llena ni siquiera el adjetivo de palero, sino a la empresa personal de un politiquero.

Como vemos, el discípulo del profesor del Colmex, está reproduciendo el esquema. ¿Por qué Ebrad no era el pre ni el candidato adecuado para continuar con la 4T? Lo dejó ver claro Amlo en su discurso del zócalo cuando se refirió a la bipolaridad entre Mújica y Ávila Camacho: lo que necesita el proceso nacional (como en aquel entonces) no es contemporización sino radicalización. Los 36 años de neoliberalismo y saqueo reclama castigo, no tratos diplomáticos y Ebrad hubiera mediatizado el proceso.

Y por ello López Obrador insiste; tener ideales, no ambición personal. Ebrad no dio el ancho de su propia ambición. Y si alguien está preocupado por su inminente candidatura en MC, es el Frente Amplio por México, pues será un gran descalabró electoral para Xóchitl y compañía y, finalmente, un beneficio para el segundo piso de la 4T.