martes, octubre 8, 2024
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El proyecto de nación, una realidad en curso

La dimensión de la patria es el presente.

Hannah Arendt.

El Proyecto de Nación 2018-2024 de Andrés Manuel López Obrador es un conjunto de ideas, propósitos y propuestas para un cambio radical en el país, es decir, una política que contiene de “forma embrionaria” (según el mismo lo mencionó) la reconstrucción de un nuevo pacto social.

Este nuevo pacto social no tiene la raíz romántica rousseauniana. No busca una identidad de todos, pues la sabe imposible: la voluntad común se construye lentamente como una presa que se transformará en energía: su ingeniería es levantada a partir del conflicto consustancial al proceso democrático y se inicia, en este caso, con la política y mediante un proyecto educativo humanista; de ella nace y se eleva en el diálogo Habermasiano basado en el bien común, para así constituirse en el futuro en un posible patriotismo constitucional.

Este proceso en construcción en nuestro país, tiene tres pilares históricos:
Uno) La república liberal como sistema político que se formalizó en la Constitución del 57; Dos) La orientación social y democrática de la Revolución que se condensó en la Constitución del 17, convenciendo en este diálogo constitutivo a sus propias corrientes discrepantes, y Tres) El nacionalismo revolucionario de Cárdenas que afianzó tanto la perspectiva social como la consolidación del nacionalismo mexicano. Cada uno de aquellos proyectos de nación fueron plasmados en la Constitución, pues es el documento nacional referente que no sólo autentifica legalmente una determinada visión política, sino que legitima su ejercicio en el ámbito social y contiene in nuce el camino del futuro de la nación.

Cada etapa de este proceso de transformación nacional identifica los valores políticos de la época; fueron resultado de enfrentamientos armados en la Guerra de Reforma, y por supuesto en la Revolución, lo cual muestra la importancia, y la hondura, de las metamorfosis sociopolíticas planteadas en cada caso. La historia de México se puede leer así en sus Constituciones desde la de 1824, ya que dan validez y sustento nomotético a las ideas que van construyendo a la nación mexicana al moldear los argumentos de filosofía política fundamentales de un país en lucha consigo mismo, que ha optado por los caminos que la democracia traza y que la dictadura borra. Desde estos textos se concibe una transformación social profunda dirigida por una acción política crítica, deliberativa y decidida no sólo con las armas, no sólo en las urnas, sino en el plano de las ideas, en un proceso sociopolítico que va conformando la clase de país en el que se desea vivir para varias generaciones, no sólo la constituyente. Surge del pasado con el propósito de perdurar.

Los factores materiales trascendentes atrás de estos cambios históricos –por cierto, que requieren de un mayor análisis y reflexión, pues, en general, han sido soslayados- son mensurables, estadísticos: el tamaño del territorio ocupado; el tamaño de la población, aumentada exponencialmente en el siglo XX; y por lo tanto, incrementado el tamaño de sus electores a partir de la sexta década del XX; la inequitativa distribución de la riqueza y el desarrollo regional concentrado; es decir, una serie de hechos socioeconómicos, de realidades que fueron ignorados por la plutocracia.

Las consecuencias para la estabilidad de la Constitución del 17 han sido trascendentes, pues se ha modificado o recompuesto su trazo primario en innumerables ocasiones, casi desfigurando la versión original, mostrando así una inestabilidad de visión política y de estructura conceptual caracterizada por la miopía de los intereses particulares de la mal llamada clase política en turno que no contuvo –ni contiene- la altura de un proyecto de nación, demostrando así su incapacidad de articularlo. No obstante, como escribió el historiador Edmund Burke: “Una constitución incapaz de transformarse es una constitución sin posibilidades de existencia”; así; nuestro país avanza y “por ello los perros ladran, Sancho”.

Como sabemos, la historia no es nomotética, sino ideográfica, se transforma una y otra vez por causas sociales, económicas, demográficas, políticas, en una dialéctica permanente cuya síntesis esquiva pretende ser comprendida con antelación por los instrumentos de la Constitución, para marcar así a la nación –reitero- un rumbo que se define a pesar de los proyectos en conflicto, ya que éstos estarían resueltos de antemano por una sabiduría social, si es dable esta categoría, desde luego (posiblemente conectada con una actual “inteligencia colectiva” superior). Se trata de la permanencia de principios reflexivos con validez objetiva -universal dentro del país- que se enfrentan al desafío de los tiempos, a las mutantes circunstancias internas de un México que a lo largo de décadas va adquiriendo conciencia de sí mismo: así, se ha constituido como un país independiente, republicano, liberal, socialdemócrata y, lo sostengo, aún se está constituyendo como nación, regida por los gobiernos de un Estado que cambia, que titubea, que ha intentado regresar al pasado y sus estructuras políticas dependientes, antiliberales, oligárquicas, y aún más, anti nacionalistas.

Los argumentos de esta filosofía política confusa fueron llevados de forma implícita a la realidad por el aparato ideológico en el poder mediante hechos sobre la marcha que expresaban una normatividad legal que no ocultó la intención de regresar al pasado conservador del México del siglo XIX. A partir de 1988 el reformismo constitucional que contradecía su orientación social original, fue llevado a cabo durante la presidencia de carlos salinas con un proyecto de nación de índole neoliberal en el pensamiento económico impuesto a nuestro país desde el “consenso de Washington”, y que, a decir de su secretario de Hacienda Ángel Gurría, era un proyecto para 24 años, proyecto que profundizó la corrupción y el autoritarismo político, y que aún se manifiesta en un PRI agónico y un PAN con hambre de poder.

Por el contrario, las bases de un eficiente Proyecto de Nación se establecen desde la educación.

Solamente un país que está decidido al cambio, que traza su destino social desde un programa educativo universal y firme, puede efectivamente transformarse y constituirse con el tiempo en la aspiración ética contenida en ese ideal de país.

El Proyecto de Nación que tenemos en curso fue pensado y construido como propósito durante el minucioso recorrido por todo el país (por cierto, un camino sin atajos, transversal, no vertical): hoy es una planta de muchas tierras, replicada en el 2018 desde las voces individuales de la transición democrática, un movimiento social que aspira a la regeneración nacional.

El proyecto no se basa sólo en la retórica persuasiva de un discurso político matutino, socrático en su raíz, no tiene una sola vía y un solo ritmo, sino que sus ramas crecen hacia el futuro, va de la pólis al sophós debido a la fertilidad de una filosofía educativa con base kantiana (una perspectiva pública diferente, “un sendero que será algún día una ancha avenida”, escribió Kant) y que se encuentra detallada en los contenidos de la Nueva Escuela Mexicana; el humanismo y la ciencia atrás del artículo tercero constitucional que se expresa así mismo en las propuestas del modelo educativo del 2017 y el Plan 0-23, una trayectoria de 23 años de educación a ser vertida programáticamente en un Acuerdo Educativo Nacional que establece una agenda de transformación social “acorde –cito- con los ideales democráticos del actual gobierno de la República”.

La base filosófica-política de la propuesta son estos conceptos fundamentales expresados en el citado Acuerdo:

  • El fomento de la identidad con México
  • El respeto a la dignidad humana
  • La responsabilidad ciudadana basada en la honestidad
  • La transformación de la sociedad
  • La interculturalidad
  • La cultura de paz, y
  • El respeto a la naturaleza y el cuidado del medio ambiente.

Tales principios a su vez, están basados en estos valores universales: honestidad, equidad, inclusión, excelencia y responsabilidad social.

Antes de terminar, cito a continuación un párrafo del fundamento del cambio expresado formalmente para la construcción del modelo educativo de la Educación Media Superior en el marco de la Nueva Escuela Mexicana:

“La educación es la estrategia más eficaz con la que cuentan sociedades y gobierno para cambiar la realidad imperante e impulsar un modelo de sociedad más equitativo y justo, respetuoso de la diversidad social y cultural, capaz de generar una ciudadanía consciente, que se asuma perteneciente a una comunidad local, nacional y global”.

En resumen, el Proyecto de Nación en curso está centrado en la democracia con propósitos radicalmente distintos a los del neoliberalismo: el bienestar general de la población, el estado de derecho con una nueva ética social, la desaparición del Estado corporativo, la recuperación del sector energético y la profundización de la integración del bloque regional de Norteamérica; todo ello se dará mediante un largo proceso que nos está convirtiendo en ciudadanos del mundo.

Muchas gracias por su atención.

Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes