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Texas: glorificación de la intolerancia

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El gobernador de Texas, Greg Abbott, anunció ayer que comenzó el envío de autobuses con migrantes a la ciudad de Nueva York como parte de su campaña para presionar y estigmatizar a autoridades demócratas por lo que denomina “política de fronteras abiertas” del presidente Joe Biden. El primero de los transportes arribó por la mañana a la terminal de Port Authority, en el centro de Manhattan, con alrededor de 50 personas provenientes de Bolivia, Colombia, Ecuador, Honduras y Venezuela.

Con esto, el político republicano amplía su programa de busing (“embusamiento”) de migrantes hacia Washington, por el cual 6 mil 500 personas han sido remitidas a la capital de la nación desde abril para, a decir de Abbott, hacer que el Congreso y el Ejecutivo lidien con las consecuencias de las políticas migratorias federales supuestamente permisivas.

De acuerdo con un reporte del canal NBC News, el viaje de cada migrante, fletado a compañías privadas, ha tenido un costo de mil 400 dólares, más de 28 mil pesos. Aunque es un precio claramente excesivo para un viaje en autobús y amerita que los contribuyentes texanos llamen a cuentas a su gobernante, el monto representa una ínfima parte de los 3 mil millones de dólares erogados hasta principios de julio para sostener el dispositivo de militarización y criminalización del fenómeno migratorio puesto en marcha por Abbott, Operación Lone Star (Estrella Solitaria, sobrenombre del estado de Texas). La cruzada xenofóbica de quien fue procurador general de la entidad sureña entre 2002 y 2015 responde a sus propias convicciones de extrema derecha, pero también al uso de la retórica antimigrante como parte de su campaña en búsqueda de hacerse reelegir por segunda vez en noviembre próximo. En este sentido, el texano mantiene la escuela del ex presidente Donald Trump de azuzar a los sectores más retardatarios de la sociedad con fines electorales, sin importar el costo de esta estrategia en términos de derechos humanos, destrucción de las instituciones, violación de la ley, daños a la economía y, por supuesto, sin reparar en el dolor ocasionado a las personas a las que se usa como carne de cañón en sus batallas políticas.

Si bien la xenofobia ha sido una de las banderas centrales de los republicanos, incluso antes de que Abbott irrumpiera en el panorama político de Estados Unidos, éste ha llevado su glorificación del odio y la intolerancia a extremos que hace no mucho habrían sido impensables inclusive en los círculos más conservadores. De manera lamentable, el camino abierto en Texas ha comenzado a replicarse, y el gobernador de Arizona, Doug Ducey, ya comenzó su propio plan de busing. Con un Poder Judicial controlado por republicanos y las amplias perspectivas de triunfo de este partido en los comicios legislativos de medio término, el panorama es poco alentador en el futuro inmediato, pero cabe esperar que no se encuentre muy lejos el momento en que la sociedad estadounidense rechace de manera enérgica este tipo de políticas inhumanas y dé la espalda a quienes lucran políticamente con el sufrimiento y la negación de derechos.

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