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Política y razón

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Asistimos a un momento de inflexión planetaria definitorio. La concepción de orden que resulte de este momento será determinante en la configuración futura de la especie sapiens. Básicamente la disyuntiva consiste en seguir empecinados con la lógica que ha puesto al planeta y a sus habitantes todos en la precaria situación actual, desgarrados por la compulsión de consumo de una economía sobrecalentada en donde todos se canibalizan mientras que las corporaciones y los fondos de inversión sacrifican el bienestar duradero de todos por ganancias obscenas inmediatas de un puñado de inversionistas. 

La presión estadounidense por escalar el conflicto con la Federación Rusa repercute en las expectativas vitales de todos. No solo por la posibilidad de un conflicto nuclear que impactará antes que a nadie a Europa Central y Occidental, y luego, eventualmente, a Rusia y los Estados Unidos.

¿Es esto posible? Definitivamente. ¿Es probable? No tanto, pero las decisiones del gobierno norteamericano de escalar el conflicto en lugar de distenderlo aumentan significativamente las probabilidades de democratizar indiscriminadamente el horror.

El llamado del gobierno mexicano y, concretamente, del presidente López Obrador hacen harto sentido: encontrar puntos de acuerdos colaborativos entre los estados regionales para fortalecer los mercados y las fuentes de trabajo. Se trata de mantener la capacidad de consumo, que eso mantenga la demanda y por lo tanto la economía funcionando y produciendo para alcanzar mejores y mayores niveles de bienestar. La razón para ello es de sobrevivencia, de otra forma seremos barridos por otras economías regionales que tienen décadas integradas.

Hay resistencias fuertes a ello y se entiende por qué: nadie con dos dedos de frente disfruta de perder las cantidades industriales de dinero que hacían en el periodo neoliberal. Y para hacerlo les tiene sin cuidado todo.

México apela a un principio muy básico para resolver conflictos: la buena voluntad definida por el sentido de justicia y calidad de vida para los gobernados. La política.

No es poca cosa cuando un grupo de no más de 500 legisladores estadounidenses, todos con vínculos y financiados en mayor o menor medida por la industria armamentista, decide autorizar en cuestión de días 30 mil millones de dólares en préstamos para sostener al gobierno de Ucrania en su compra de armamento a los propios Estados Unidos y con ello sostener el conflicto con Rusia. Pero no han autorizado desde hace mucho tiempo la propuesta de 4 mil millones de dólares para pacificar y crear empleos productivos en Centroamérica. Con lo que se resolvería la tragedia humanitaria de la migración.

La posición de autoridad de Biden se debilita por la respuesta de apoyo al Presidente de México en su decisión de no asistir si se excluye a algunos. Aplicar los criterios de la Guerra Fría ya bien entrado el siglo XXI es francamente estulto. La posición diplomática mexicana tanto en la ONU como ahora frente a la OEA es la prueba empírica de que es posible y viable una forma distinta de Estado capitalista. 

Biden ha sido debilitado por sus decisiones bélico-económicas contra Rusia, por la inflación derivada del apagón económico, y ahora por el creciente apoyo a la posición del gobierno mexicano frente a la exclusión de los incómodos en la próxima reunión de la OEA, en Estados Unidos.

Sería deseable que Biden y el Departamento de Estado entiendan que no pueden seguir aplicando la lógica de dominación de hace 40 años. Es la única forma de controlar los daños y que la pérdida en las próximas elecciones no sea abrumadora. Le convendría ceder. Pero es improbable que se dé cuenta.

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