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Venimos de dos años de la creación de un ambiente hostil fundado en la lógica del miedo. Una enfermedad viral por la que murió gente y que se convirtió en el pretexto para que muchas de las llamadas democracias maduras indujeran y forzaran el aislamiento social y parar en seco a la sociedad planetaria, no sólo a la economía distorsionada por la especulación financiera. Autoritarismo a secas.

Se indujo a una vacunación planetaria en la que el vacunado aceptaba ser parte de un producto experimental y, en caso de consecuencias indeseadas, renunciaba a demandar a la farmacéutica fabricante. Hubo países como Francia que llegaron al extremo de perseguir adolescentes semi vírgenes por no usar cubrebocas en una parque público. 

Durante el proceso, ya en vías de extinción, el ambiente en las sociedades del mundo se definió por el miedo subyacente. Un ambiente hostil que algunos gobernantes evitaban en privado mientras lo imponían a los gobernados. Ahí el caso Boris Johnson hace manos de un mes. 

Durante ese tiempo las redes sociales se volvieron en el paliativo de socialización en ambiente controlado. Cualquier mención a la pandemia era monitoreada y se advertía que se trataba el tema del covid-19. En un claro ambiente de centro de la información. A esta casa se le censuró la publicación en Facebook con una nota de advertencia un editorial en el que se mencionaba el autoritarismo de algunos gobiernos europeos para reforzar el distanciamiento social. Dos años.

Para fortuna de los mexicanos, la cosa llegó con López Obrador en la presidencia, de otra forma la sociedad sería hostigada por la violencia, el miedo sanitario, además de más endeudamiento.

Bien, la pandemia remite y surge otra fuente de miedo: el oso ruso que devora a Ucrania. Surgen los miedos y las narrativas. Las democracias occidentales condenan y se desgarran las vestiduras por la intervención militar, pero omiten por completo decir que el problema es que los paises europeos y Estados Unidos pretenden incorporar a Ucrania a la OTAN, la alianza militar europea surgida al terminar la Segunda Guerra Mundial precisamente para contener a Rusia, en ese momento soviética.

Rusia siempre ha significado una fuerte presión sobre Europa, por eso la invasión napoleónica y la agresión de Hitler. Para ilustrar la situación actual, un sólo depósito de gas natural de los que posee Rusia puede alimentar la economía europea durante 100 años. La dependencia de la economía europea del gas ruso es completa. Por eso, para ellos hace sentido violar los acuerdos de no incorporar a las nuevas repúblicas ex soviéticas a la OTAN.

La alharaca que se hace por la invasión tiene fines propagandísticos, construir una narrativa que legitime la lógica occidental. Pero como la contraparte también tiene sus medios y plataformas de propaganda, entonces las democracias neoliberales deciden simplemente censurar los medios de comunicación rusa. Así nomás, porque los contradice. Cosa muy poco democrática de hacer.

Cuando los gobiernos democráticos occidentales censuran, hacen como la Iglesia Católica en la Ilustración. Lo que llevó a algún ilustrado a decir aquello de: “cuando dios, que me ha dado la razón, me pide que no haga uso de ella para entenderlo, actúa como un prestigitador que escamotea lo que me ha dado”. Así las democracias que censuran.

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