El diferendo entre el gobierno y los consejeros Lorenzo Córdoba y Ciro Murayama es sustantivo, tiene que ver con las distorsiones del INE después de haber sido manejado por décadas por funcionarios neoliberales. Las distorsiones son de origen y derivan de una sociedad desconfiada que durante años había sido gobernada bajo un sistema autoritario cuyo eje articulador no era un solo hombre fuerte, sino un partido político corporativo que tuvo la peculiar sabiduría de no perpetuar a un hombre sino a un sistema. Un sistema político que, siendo la construcción de revolucionarios, tenía una fuerte carga de proteccionismo social.
El tamaño de la distorsión es obsceno, ayer fue explicado con palitos y manzanas por el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna. Mientras que el consejero presidente y Ciro Murayama ganan mensualmente una friolera que rebasa los 264 pesos mensuales, el personal de a pie no llega a los 8 mil pesos.
Con todo, el INE en muchos aspectos ha sido útil. Creó un sistema de identificación fiable en un país donde las falsificaciones y los fraudes son incómodamente frecuentes. Basta recordar lo que se hizo en esta instancia cuando Carlos Ugalde.
El estamento conservador está convencido de que el Presidente será ampliamente ratificado en su mandato, lo que catapultará su legitimidad para profundizar en las reformas estructurales que desmantelan las reformas neoliberales hechas al Estado de bienestar preexistente, cuando el Estado por medio del gobierno era un actor económico fuerte con capacidad de corregir las distorsiones naturales del sistema.
Es posible hacerlo y sin tanto brinco, por eso pudo el gobierno atender la emergencia sanitaria sin aumentar la deuda pública. No poca cosa.
