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FMI

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En días pasados se decía aquí que lo que se confronta en esta tensión preapocalíptica que inquieta al respetable mundial, es la disputa por la prevalencia de un modelo capitalista. Si el neoliberal que en 40 años ha bañado al mundo en sangre y miseria, o un capitalismo no financierista dirigido, sí, a la generación de ganancias privadas, pero regulado por el interés público democrático. Esto es, por el Estado.

El frenón global de las actividades económicas por la pandemia seguido por la crisis energética europea por las sanciones a Rusia parece conducir al mundo hacia un alza importante en la inflación y eventualmente hacia lo que algunos prefiguran como una crisis alimentaria.

Recientemente, la FAO dio a conocer que desde junio de 2020 ha habido incrementos consecutivos mes a mes en el precio de los alimentos. Tan solo en marzo de este año se registró un incremento de 12.6 por ciento en términos reales, variación que no se había observado desde 1990, año desde el cual se elabora dicha serie de precios. De mayo de 2020 a marzo de 2022, el índice de precios de alimentos de la FAO registró un aumento de 69.2 por ciento. Ahora, esto no ha sido tanto por la escasez como por su mala distribución y el obsceno desperdicio que se realiza al mantener los precios.

Apenas hace unos días el FMI llamó a los gobiernos de América Latina a “proporcionar apoyo focalizado y temporal a los hogares vulnerables y de bajo ingreso ante el contexto de aumento en los costos de productos y servicios que se presenta a nivel mundial”.

Apoyo “focalizado y temporal”, dicen. Lo que significa que el propio FMI, tomado por neoliberales de desde los años 70, barrunta la magnitud de lo que pudiera venir si se continúa con el modelo neoliberal: unas crisis sociales mayúsculas por alimentos, por lo pronto, y en poco tiempo muy probablemente por el agua.

La guerra y las medidas occidentales para disuadir a Rusia están convulsionando a la economía mundial y elevando la incertidumbre en torno a las perspectivas de América Latina y el Caribe en donde dicho impacto se observa a través de la inflación, que a su vez afecta los ingresos reales, advierte el organismo internacional. Brillantes.

Luego, el FMI teme tensiones sociales y en consecuencia disolución de la cohesión social. No hay que ir muy lejos para probarlo. Aquí está México después del neoliberalismo.

Sesudos, sugieren que para “garantizar la cohesión social y reducir el riesgo de tensión social, los gobiernos deberían proporcionar apoyo focalizado y temporal a los hogares vulnerables y de bajo ingreso”.

Neoliberales pulcrísimos e impecables, con elegancia proponen que “aquellos países en donde no existen redes de protección desarrolladas se podrían integrar mecanismos temporales para suavizar el traslado de la subida de los precios internacionales a los precios internos.” Dicho de otro modo, corregir las fallas del mercado, pero poquito.

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