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Dejar el miedo a un lado

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Durante el fin de semana fueron noticia las movilizaciones habidas en Europa en contra de las medidas restrictivas por la pandemia. En Atenas, Londres, París, Estocolmo, Barcelona, Madrid, entre otras capitales europeas. Esto, en medio de un significativo aumento de contagios derivado de la enésima variante: ómicron. Hiper virulenta, pero significativamente menos letal. Dicen. Fueron muchos, miles, quienes participaron en protestas. Son estridentes y pareciera que se esparciera un enojo generalizado. Pero en Europa la mayoría de la población urbana es pro vacunas por la simple razón de que la mayoría pertenece a un sistema de salud que opera bajo la racionalidad de la medicina alopática, la de las farmacéuticas, pues. El sistema de seguridad completo obedece a esa racionalidad.

En Suecia, donde es necesario presentar constancia de vacunación para asistir a eventos en espacios cerrados de más de 50 personas, unas 3 mil marcharon por el centro de Estocolmo hacia una plaza céntrica, en una protesta organizada por la organización “Movimiento Libertad”.

En el evento hubo miembros del grupo neonazi Movimiento de la Resistencia, reportó la prensa local. La policía vigilaba de cerca a esa agrupación, a la que se la han atribuido hechos violentos en eventos anteriores. No extraña que haya movimientos de protesta, la pandemia ha sido un pretexto para las reputadas democracias europeas con qué apelar a medidas autoritarias represivas y llevarlas al absurdo. Perseguir niñas en los parques por no llevar cubrebocas en espacios abiertos, al aire libre. Y, con todo, los contagios aumentan. Lo que sugiere que las medidas autoritarias y amedrentadoras no funcionan. Es mejor apelar al sentido personal ciudadano de adaptarse a la realidad comunitaria. Si se quiere vacunar, bien, si no, también. No se le va a sellar ni perseguir por eso. Eso inspira confianza. Es por eso que el proceso de vacunación en nuestro país ha sido fluido. 

Éstos no parecen ser tiempos para condenar a unos o a otros por sus decisiones personales. Juzgar aumenta las diferencias y las distancias. Éstos y los que vienen son tiempos de ocuparse en construir relaciones colaborativas, comunidad, entre pares, por decisión propia. No son tiempos para descalificar al semejante. En Europa se piensa ya considerar al covid-19 como enfermedad endémica, pero a la OMS le perece inconveniente. Y entonces sostener la tensión del miedo. 

Más de la mitad de la población se infectará por ómicron, dice la OMS. ¿Y qué? Si eso pasará, pasará y ya, con una variante más benigna. Justo lo necesario para dejar el miedo a un lado.

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